La Fuga Perfecta

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Aun recuerdo ese fatídico día, el día en que decidí, no entrar a clases, ¡Mi primera fuga!, es la sensación más chida, irreal, con la adrenalina al tope, algo que nunca habia experimentado.

Fué un lunes, justo estaba en la formación de honores, cuando pensé, que ese dia no queria hacer absolutamente nada ¡vaya desmotivación!; trataba de encontrar algo que me detuviera, pero mi fuerza de voluntad se resquebrajó por mi instinto adolescente. Tu sabes, ¡esos gloriosos dias de tu vida!, en donde poco te importa la responsabilidad.

En ese momento recordé una platica en Facebook, donde Edgar y Miguel habian planeado una fuga. No se me ocurrió nada mas original, que pedir permiso para ir al baño. En ese momento se me hizo fácil pensar que al profe se le olvidaría que yo había salido.

Una vez que hube llegado al baño, con sigilo, me dirigí al salón viejo y abandonado de pecuarias; en algún tiempo dice mi madre, cuando aquí en la comunidad existían muchas personas que se dedicaban a la cría de animales, la secundaria ofrecía a sus hijos la oportunidad de aprender un oficio de mucho uso en la región. Nunca se supo realmente cuando la urbanización llegó a nosotros y esos talleres, tenían poco significado para las nuevas generaciones de alumnos que demandaban nuevos saberes y nuevas tecnologías; ahora con eso de las redes sociales, los blogs, ya eso quedó en el olvido, esta retro.

Aún así, esas ruinas, tenían un olor putrefacto, penetrante, de años, muy viejo en verdad, ocasionado por los restos de los animales, que algún día fueron mimados, aunque después sacrificados, por nuestros padres y tíos que aquí estuvieron, justo en el lugar donde escribo estas líneas.

Ese, era el lugar pactado en el Facebook, !lo sabía! No podía fallar, necesitaba a alguien que cargara con la culpa también, compartidos los dolores son mejores, si me llegaban a encontrar, esos dos compinches amortiguarían lo que seguramente sería la crónica de una muerte anunciada, la furia de mi madre, los castigos que ya sabia me dolían, no se como las madres saben todo eso, siempre pensé que mi mamá tenía superpoderes o algo parecido, no sé, pero siempre me descubría. Esta vez tenía que ser diferente, tenía que ser perfecto, ya iba a la Secundaria, ya no era un niño, estaba listo para travesuras más grandes.
Efectivamente ahí estaban ese par de pillos Édgar y Miguel, eran los típicos chavos desobedientes, irresponsables, contestones y mal educados, esos que se hacían los graciosos haciendo enojar a los profes, y si intentabas hablarles, de plano les debías de caer bien, porque si no, era agandalle seguro.

Por suerte eran mis cuates, ya en un par de ocasiones, había tenido oportunidad de que vieran mi "valor", cuando le contesté a la profa de artes, cuando me salté dos clases seguidas y me escondí tan bien, que no pudieron encontrarme.

No se sorprendieron al verme, se acercaron a mi, y realizamos ese saludo, ese saludo de compas, de camaradas, y de complicidad, yo me sentí grande, aceptado y respetado. !Vaya! Que si se enteraban mis cuates, seguro que me respetarían, las chicas me seguirían, a las chicas les encantan los tipos malos, se sienten protegidas, yo estaba dispuesto a ser muuuuuy malo, malote; me encantaba Soni, que chica tan linda, tenía unos ojos enormes, profundos, podía ver una luna llena, un atardecer rojizo, podía ver lo que yo quisiera, lo más bello, su cabello lacio, negro, liso muy liso, como una tela suave, como esa que se ponen las novias, brillosa, muy vistosa, propia para esa ocasión tan especial y única. Ella tenía un novio y uno malo, si se enteraba que amaba en secreto a Soni, seguro me hacia papilla. Pero eso no iba a pasar, a menos que estuviera loco de remate y le contara a alguien, no lo haría, pero ahora con mis nuevos amigos, chance y si me la rifaba.

Yo me sentía seguro con Edgar y Miguel, esos tipos si que eran rudos, se veían bien tranquilos como si no estuvieran prófugos. Estábamos escuchando música con unos audífonos y alcanzamos a escuchar
----!jovenes vengan aqui!! Como un resorte que se escapa de la caja sorpresa, como de esos resortes de las caricaturas, brincamos a un tiempo, sin voltear atrás corrimos hacia la barda trasera, íbamos frenéticos, con la sangre hirviendo, y el corazón saltándose, corrimos muy rápido, en verdad no sabia que podía correr tan rápido, que sorpresa; todo fue tan de pronto que no recuerdo cómo brinque la barda, pero literalmente volé, si estoy seguro que volé, si no fuera así, no se como explicar que de tan alto que brinqué, al caer, mis piernas se doblaron, sentí que se deshacían, que desaparecían, por el rabillo del ojo alcancé a ver a Miguel que brincaba detras de mi, y como en cámara lenta, casi como de película vi cómo se pegó tanto a la barda, que sus botones estallaron, se desprendieron y se quedaron en el piso, pero eso no importaba, no se amedrentó para nada. Edgar subía la barda sin dificultad y con tremenda agilidad, se veía a leguas que ya esta curtido, ya era toro jugado -dicen los que saben de esas cosas de jaripeo, esos toros que ya resistieron tanto, ya no vuelven a ser montados, porque ya son mañosos y los jinetes corren riesgo de morir- ya del otro lado, seguimos corriendo, !estabamos fuera de la escuela! Wow, vaya emoción, ahora si, oficialmente, había pasado al siguiente nivel, desafiar la autoridad y en su cara, seguro que vamos a ser leyendas, y cada generación nos recordaría, así como los mexicanos recuerdan a Benito Juárez, o los gringos a Lincoln.
Iba tan absorto en mi triunfalismo, cuando un par de fauces abiertas, rabiosas y temibles, lanzaron un ladrido, que heló cada parte de mi cuerpo, parecían hijos del mismísimo Cerbero, el guardián de las puertas del infierno, no necesitamos recuperar energías, brotaron de algún lugar muy dentro de nosotros y salimos disparados hacia las ramas más altas del arbol más cercano.
Vaya cansancio, las piernas me temblaban, mi corazón latía muy rápido, -también cuando veía a Soni latía muy rápido- pero este latido era diferente, un choque de alegría y temor, de nervios, de un nudo en la garganta que no quería deshacerse.
No me di cuenta en el momento en que todos nos quedamos dormidos. Ya me imagino lo ridículos que nos veíamos los tres dormidos arriba de un árbol, lo increíble es, cómo no caímos, a lo mejor si hubiera pasado eso, seguro ya no lo contaba.
Nos dormimos como 3 horas, parecíamos osos hibernando, y que al despertar mueren de hambre, así que Edgar tuvo la genialidad de comprar unos totopos con queso y una lata de frijoles, que exquisito manjar, delicioso en verdad, me supo a gloria, ya no pude comer más, comí tan rápido, que mi hambre se sació en cuestión de segundos.
No parábamos de reírnos y revivir la persecución de película, contábamos y volvíamos a contar, y siempre reíamos en las mismas partes. Llegó el momento de retirarnos a casa, ya al otro día veríamos que tal nos iba a ir, por lo pronto lo bailado quien nos los iba a quitar.
Llegó el martes, en la formación, dijeron que estaban investigando quienes eran los alumnos que se habían fugado de la escuela, muchos sabían pero nunca dijeron, así que para mi fué la fuga perfecta. Andaba yo orgulloso por los pasillos, y no dejaba pasar la oportunidad de alardear y hasta exagerar los hechos, ya sabes, eso de ganar popularidad y adeptos era lo mío; que bien se siente ser el centro de atención, aunque a la hora de las calificaciones y resultados, seguro que mi rating bajaría y con quien más me preocupaba que era mi madre que tanto se esforzaba.

Un día de esos mi mamá, llegó tarde, ya me había preocupado, ella llegaba regularmente a las 6 del trabajo, eran las 9 y ella notablemente cansada entraba apenas por la casa, me miró muy tiernamente, con el cariño que solo una madre evoca hacia sus hijos, me miró y me dijo -hijo, hoy me quedé horas extras, sabía que necesitabas tenis, pero también sabia que había unos muy especiales para ti, hoy trabaje horas extras, ya me faltaba muy poco para acompletar, se que mañana darán las calificaciones y tu como siempre me darás orgullo, quiero que este sea tu premio anticipado, te amo hijo.

En ese momento, un sentimiento dé culpabilidad, de rabia conmigo mismo, de decepción, atravesó mi ser. Ser el centro de atención durante días, alardear y darme a conocer por el típico chavo rebelde de la escuela, no pudieron contra la tristeza, de no poder retribuirle al ser que más amaba en la tierra, todo lo que ella daba por mi.

Desde ese momento, me hice una promesa, puedo ser rebelde, puedo divertirme, pero tengo que combinar todo con el esfuerzo, me costará un poco más, pero ahora sé que es el único camino que me llevará a la felicidad y bienestar, y sobre todo a darle orgullo a mi madre amada.

Crónicas de la SecundariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora