Viva o muerta

288 26 13
                                    

Lucas y Kate sobrevivieron durante dos semanas con lo mínimo posible. Los mortífagos los alimentaban con lo más básico y suficiente a modo de represalia por su comportamiento de chivato y traidora. Dormían en una especie de habitación subterranea, muy pequeña, con dos colchones tirados en el suelo y en malas condiciones. Durante esos días aprovecharon para planificar un plan de huída, pero no se les ocurrió demasiado. No conocían la estructura de la mansión ni tampoco quiénes se encontraban allí. 

Habían llorado mares durante esas semanas por la añoranza de sus seres queridos y por el miedo a lo que vendría. Kate no paraba de pensar en Fred. Cada noche, lo poco que conseguía dormir lo hacía pensando en él; en su olor, en cómo solían dormir acurrucados, en sus fuertes brazos atrayéndola hacia su cuerpo. Se le asomaban las lágrimas cada vez que lo pensaba.

El ruido de la puerta abriéndose les alertó. Un mortífago que no habían visto antes les miraba con una sonrisa maliciosa. Se pusieron en pie temblando de miedo. 

—Primera misión —dijo con perversión. Los agarró del pescuezo a ambos. Se les cortó la respiración mientras práctimente les arrastraba a otra sala con otros mortífagos. 

Iban todos enmascarados, convirtiendo la escena en algo más inquietante si se podía. Ambos hiperventilaban. Kate se agarró a la ropa de Lucas como una niña pequeña debido al miedo.

—¿Qué queréis? —preguntó Lucas, quebrándosele la voz.

—Qué servicial —contestó irónico uno de ellos haciendo que el resto se riera. 

—Queremos probar vuestra... eficacia.

Se hizo un silencio en la sala.

Otra mortífaga se levantó de donde estaba sentada y poco a poco, durante lo que parecieron horas, se fue acercando a ellos. Kate temblaba tanto que parecía que se fuera a desmayar. No se despegaba de Lucas ni le soltaba la ropa. 

—No podemos hacer nosotros el trabajo sucio... —dijo mucho más cerca de su cara de lo que debería. —Hazlo, Mulciber —ordenó ella—. Eres un especialista en esto. 

—¡Imperio! —gritó el llamado Mulciber.

—¡Kate! —bramó Lucas y dos segundos después él también estaba hechizado.

—Perfecto —la mortífaga parecía radiante de alegría—. Vamos allá.

Kate y Lucas se sentían, paradójicamente, libres de dolor, de cansancio, libres de todo lo malo que les había pasado. No sentían nada. No eran de su propiedad.

Se desaparecieron para volver a aparacer en un sitio que ambos desconocían. Parecía un barrio marginal, lleno de hogares que rozaban el límite de habitabilidad. Kate intentó moverse en vano. Intentó mover los dedos de los pies o de las manos. Nada. Continuaron avanzando por el barrio. No había nadie por las calles. La calle ya no era un lugar seguro donde estar y menos en un barrio con tan poca luz, tan poca vida y tantos callejones sin salida. 

El mortífago les otorgó sus propias varitas. Se sorprendieron, ya que pensaban que las habían destruido nada más les raptaron.

—Parece mentira, pero esta zona apoya incondicionalmente a Dumbledore y a sus seguidores. ¿Qué han hecho ellos por esta gente? ¡Nada! —el mortífago que hablaba parecía tenerles un gran rencor—. Con el Señor tenebroso estarían mucho mejor; con condiciones dignas, pero no. ¿Sabéis lo que les pasa a los que niegan al Señor tenebroso? —soltó una amplia carcajada—. Ahora lo averiguaréis.  

El mortífago se desapareció y dejó a Kate y Lucas solos en medio de una calle oscura sin poder moverse. Kate agarró su varita y Lucas le siguió, pero ellos no habían mandado esas órdenes a su cerebro. Comenzaron a caminar como si supieran a donde se dirigían. Se esperaban lo peor. Kate estaba empezando a sufrir un ataque de pánico. Llegaron a una calle que parecía exactamente igual que la anterior. 

El temblor. | Not all Slytherins parte 2. | Fred Weasley. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora