1. ¿Encerrados juntos?

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Johnny estaba preparando su chaqueta blanca para ir a la fiesta cuando alguien llamó a la puerta. Una explosión de culpa le recorrió la espalda cuando se encontró frente a Carmen.

Demonios, ¿qué está haciendo?

Carmen le había vuelto a sonreír y estaba listo para tener una cita con su exnovia del instituto. Y en el fondo, sabía que no sentía por ninguna de ellas lo que se suponía que debía sentir. Incluso con Ali, era solo el recuerdo de lo que había sentido una vez, como volver a un lugar seguro.

Joder, en serio, ¿qué está haciendo?

Sin embargo, Carmen no vino a hablar de ellos. Tenía esa expresión seria y preocupada, igual que cuando hablaban de Miguel después de ganar el torneo. Definitivamente había sucedido algo malo.

—Carmen.

—Es Miguel —solo dos palabras y todas las alarmas de Johnny se encendieron. Recordó el pánico cuando se enteró del accidente en la escuela. Se juró que no pasaría de nuevo...

—¿Qué pasó? —pregunta, su garganta apretada.

—Él... Él dice que está en éste lugar, ¿el dojo de los LaRusso? Dijo que te necesitaba. Johnny, por favor — Carmen responde, sus ojos brillantes.

Johnny se puso en marcha sin siquiera quitarse la chaqueta blanca.

—Lo traeré a salvo, Carmen, lo prometo —afirmó, y corrió hacia la Dodge Caravan.

Carmen lo observó irse hasta que subió al auto, y luego suspiró con resignación. Sacó su teléfono y le escribió a su hijo un simple mensaje: Va para allá.

No le gustaba mentir, sobretodo a Johnny, pero confiaba en Miguel. Solo esperaba que su hijo supiera lo que hacía.

_______________

Daniel LaRusso salió corriendo de la fiesta a la que había entrado hace ¿cuánto? ¿treinta segundos?

Se quitó la chaqueta, arrojándola a la parte trasera del auto, y arrancó velozmente hacia Miyagi-Do.

Sam acababa de llamarlo, su voz sonando extraña y un poco distorsionada. Algo había pasado, estaba en Miyagi-Do con Miguel y necesitaban su ayuda ahora.

Así que Daniel corrió. Su corazón latía con fuerza. ¿Qué había pasado ésta vez? ¿Qué tal malo era? Se obligó a respirar profundo, porque si no se calmaba no podría ayudar a nadie.

Llegó a Miyagi-Do en un tiempo récord, dejó el auto afuera y bajó tan rápido que no notó la Dodge Caravan estacionada a unos metros.

—¡Sam! —llamó, escaneando el lugar en busca de destrozos o niños heridos, algo muy habitual en su mundo hoy en día.

Todo se veía bien en apariencia, pero no había rastro de Sam. Ni tampoco de Miguel. Daniel arrugó la nariz con sospecha y apresuró el pasó cuando sintió ruidos provenir de la parte trasera, dónde tenía la pequeña bodega de herramientas.

Entonces lo vió, ese rubio que normalmente solo significa problemas, inclinándose hacia el cuarto de herramientas. Llevaba una chaqueta blanca de fiesta, algo muy extraño porque Johnny solo parecía usar ropa casual y normalmente sucia.

—¿Johnny? ¿Qué demonios estás haciendo aquí?

Johnny dió un salto y se volteó hacia él, pareciendo ligeramente avergonzado por ser descubierto antes de volver a su máscara habitual de hombre super genial.

Para unirlos | Lawrusso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora