3. Odio los espacios pequeños (o tal vez no)

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Podría decirse que lo que lo activó fue el repentino apagón de la luz, aunque Daniel sabe que estaba sintiendo los alarmantes efectos del pánico hace ya un tiempo de estar en el cobertizo. Sin embargo, en éste momento no puede pensar en eso. Lo único que sabe es que la habitación se cierra de golpe sobre él y la respiración se le atasca en la garganta.

—¿Qué demonios, LaRusso? ¿Primero los candados defectuosos y ahora la luz hace cortocircuito? —Johnny dice, pero su voz suena distante, como proveniente del otro lado de un largo túnel, demasiado lejos como para que Daniel pueda usarlo como ancla—. ¿LaRusso?

Daniel intenta hablar, pero todo lo que sale cuando abre la boca es un jadeo ahogado. Su corazón le late en los oídos a una milla por minuto. Se lleva un mano al pecho, tambaleándose. Está atrapado. Atrapado, atrapado, atrapado. Cae hacia un lado. No puede ver nada pero todo el lugar se cierra sobre él, ahogándolo.

Dios, no puede respirar.

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—¿LaRusso? —toda la respuesta que Johnny recibe es un jadeo ahogado, lo que ya es preocupante por si solo. No puede ver a Daniel, pero lo escucha claramente. Su respiración suena como los silbidos de un tren de carga, y se pone peor a cada segundo que pasa.

Mierda, Joder, ¿está teniendo un maldito infarto? ¿o una maldita reacción alérgica a algún polvo de este basurero? Jimmy tuvo una reacción así una vez, en la despedida de soltero de Bobby. Comió algo con fresas sin darse cuenta y lo siguiente que todos sabían era que estaba cayendo al suelo con la garganta cerrada, asfixiandose. Pero entonces estaban preparados, Jimmy traía siempre con sigo uno de esos autoinyectores de epi-no-sé-qué. ¿Qué va a hacer Johnny si LaRusso está teniendo un ataque de algún tipo, si ni siquiera puede sacarlo de éste estúpido cobertizo?

—LaRusso, oye, ¿qué tienes? ¿Es... Es algún tipo de ataque? —Johnny intenta dejar el pánico fuera de su voz y falla miserablemente. No ayuda en lo absoluto no poder verlo a través de la maldita oscuridad.

¿Y si se muere? Oh, joder, ¿y si se muere? Johnny no estaba preparado para la desesperación que lo abruma ante la sola idea de que algo malo pueda sucederle a Daniel. No estaba preparado aún más para admitir que, realmente, le importa. Pero lo hace, él le importa.

Escucha como la espalda de LaRusso se golpea contra la pared en la que estaba apoyado, su respiración sonando errática. Y, acto seguido, comienza a caer hacia un lado.

—Mierda, LaRusso —Johnny intenta desesperadamente atraparlo a tientas en la oscuridad y logra agarrar su hombro, intentando torpemente bajarlo lentamente hasta sentarlo en el suelo, para que no se golpee la cabeza. Dios, el tipo está temblando como una hoja—. Oye, no, morirse es para mariquitas. Oye, vamos, me estás asustando, idiota, háblame. Por favor, LaRusso, dime algo.

Los jadeos entrecortados se interrumpen por un instante y de los labios de Daniel sale un casi inaudible:

—Joh...nny —seguido de un gemido adolorido—. No... puedo... respirar.

Johnny no se siente más tranquilo al escucharlo hablar. De hecho, está más preocupado, si es que eso es posible.

La luz sobre ellos parpadea, inestable, y se restablece luego de algunos destellos.

Gracias al cielo, Johnny piensa, porque la situación era ya lo suficientemente mala sin agregar el factor de oscuridad total. Sus ojos están sobre Daniel al momento en que la luz se enciende.

LaRusso tiene los ojos abiertos en dirección a Johnny, pero no lo ve. Está pálido y su mirada está completamente perdida. Su pelo le cae despeinado sobre un ojo. Está sentado con las piernas apegadas hacia si mismo lo más posible. La expresión de su rostro está arrugada por la angustia. Tiene una mano apoyada en su pecho y la otra cerrada en un puño a su lado. Es como si le doliera respirar.

Para unirlos | Lawrusso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora