2. Entendimiento mutuo.

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—¡Ya basta, idiota! Así no se va a abrir —Daniel lo empuja para que deje de pegarle a la puerta. Y sí, Johnny no está seguro de que vayan a poder cumplir la petición de Miguel de no matarse entre ellos.

Es incómodo estar tan cerca, porque entonces Johnny no puede ignorar cosas como la delgada cintura de Daniel, sus grandes ojos oscuros y su pelo cayendo sobre su frente, esos pequeños detalles que siempre lo hacen estremecer. Ésto no es bueno. Notar demasiados detalles no está bien, no con LaRusso. Y siempre que le sucede, siempre que empieza a sentirse demasiado cálido en su presencia, se aleja decidiendo no averiguar que demonios es lo que siente y prefiriendo archivarlo como un "momento marica" en el libro. Sin embargo, ahora no puede alejarse. Mierda. Necesita salir de aquí antes de volverse loco.

Vuelve a golpear la puerta.

—¡Johnny!

—¡Al menos estoy haciendo algo! —responde, a la defensiva.

—No podemos hacer nada, John. Solo esperar a que los niños vuelvan.

—Ese es un plan de mierda.

—Es el único plan.

—Vete a la mierda, LaRusso.

—Eso quisiera.

Guardan silencio de nuevo, sus respiraciones siendo el único sonido que se escucha en kilómetros.

Si la tensión fuera tangible, ellos ya habrían muerto asfixiados por la suya. 


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—¿No puedes llamar a alguien con ese teléfono tuyo? —Johnny pregunta, luego de un momento de lucha en donde buscaron posiciones más cómodas y luego se rindieron porque no pueden estar sentados sin que sus piernas queden enredadas.

Y no señor, límites.

—¿Crees que si lo tuviera no habría intentado llamar a alguien ya?

—Lo tenías afuera.

Silencio. Y luego, en un tono muy bajo:—Se...Se me cayó cuando...me empujaron adentro —LaRusso reconoce entre dientes.

Johnny se ríe de buena gana.

—Te derribaron dos niños —se burla.

—¡Fue un ataque por la espalda! ¡No podía verlos! —Daniel se defiende, a la defensiva.

—Has perdido tu toque, princesa —Johnny se sigue burlando.

—Cállate. escupe Daniel—. ¿Y dónde se supone que está tu teléfono?

—No tengo uno —responde Johnny sin expresión.

—Oh claro, por supuesto —Daniel resopla con una risita irónica.

La conversación vuelve a caer. Johnny intenta encontrar algo a su alrededor con lo que entretenerse, pero no hay nada más que herramientas, y no suficiente espacio como para tomar una sin caer encima de LaRusso en el proceso.

Por si fuera poco, LaRusso esta dando golpecitos nerviosos con el pie sin parar y, luego de que lo pisara ya dos veces (costosos zapatos de alquiler que debe devolver), realmente está comenzando a hartar a Johnny.

¿Podrá argumentar que el asesinato fue en defensa propia si de hecho estaba intentando defender su cordura?

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Daniel LaRusso es una persona ansiosa por naturaleza. Desde que era un niño, siempre ha necesitado estar en constante movimiento, encontrar una actividad en la que ocuparse o cualquier cosa que lo ayude a gastar la increíble cantidad de energía que acumula al día. Por lo mismo, siempre tuvo problemas con los espacios pequeños. Son asfixiantes y lo marean. Antes, ni siquiera podía subir a los ascensores. Luego de conocer al señor Miyagi, aprendió a manejarlo: Ejercicios de respiración, concentración, contar al revés. Entonces, ya podía subir a un ascensor sin sentir que iba a cerrarse sobre él. Daniel tenía el control.

Para unirlos | Lawrusso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora