Sentí como mi corazón se encogía. El mundo entero pareció pararse durante unos segundos. No podía creerlo. Aquellos pasos no pertenecían al perro de Emma, sino a un gran lobo negro con hipnotizantes ojos amarillos que destacaban por su oscuro pelaje.
Noté como mi amiga me agarraba del brazo lentamente y me apretaba. Notaba su miedo y nerviosismo flotar a nuestro alrededor. Nos quedamos muy quietas, mirando a la criatura por lo que parecieron siglos, fue entonces cuando dejó caer algo inerte de su boca, algo peludo y grande. Stich. Oh mierda.
Por el rabillo del ojo vi disimuladamente a Emma, quien no quitaba los ojos de su perro y dejaba que unas lágrimas cayesen por sus mejillas.
Fijé la vista al frente y vi como esa bestia se acercaba a nosotras sin quitarnos la mirada de encima. Sentí frío y miedo, mucho miedo. Iba a gritarle a Emma que corriese cuando el lobo negro se nos echó, literalmente, encima, intenté correr, pero ya era imposible, me tenía aprisionada contra el suelo, con sus grandes patas a cada lado de mi cuello.
Por suerte, Emma había podido escapar.
Al sentir un aire cálido en en cuello giré un poco la vista y vi como el lobo me estaba olisqueando. Levantó su cabeza y enseño sus afilados dientes. Iba a morderme y yo iba a morir. Genial, bonita manera de palmarla, oh si.
Cerré los ojos con fuerza esperando a que llegase el dolor de la mordida que pronto recibiría. Pero lo único que sentí fue una leve sacudida y frío, como si algo me faltase. Como si el lobo faltase.
Escuché gruñidos y aullidos de dolor y no pude evitar abrir los ojos. No podía creerlo. El lobo negro que antes me tenía acorralada contra el suelo ahora estaba a unos metros de mi luchando contra otro lobo, un poco mas pequeño y de pelaje marrón claro.
Mis ojos parecían salirse de las órbitas, ¿era esto una jodida broma?.
En ese momento reaccioné y me di cuenta de que tenía que salir de allí. Me levanté como pude y eché a correr hacia ninguna parte en concreto, solo quería salir de allí y meterme en mi cama. Algunas lágrimas salieron sin permiso de mis ojos, pero rápidamente las limpié.
Seguía corriendo cuando noté que unos fuertes brazos me cogían en el aire sin esfuerzo y me estrechaban contra un cuerpo mientras una mano me tapaba la boca. Intenté gritar pero era imposible, además, ¿quién iba a escucharme?
-Estate quieta preciosa o no te soltaré-me susurró una voz masculina al oido. Estuve un rato más forcejeando pero al final me di por vencida. Me relajé todo lo que pude y dejé que el cansancio me llevase a la completa oscuridad.
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