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Dicen que la paternidad es la peor prueba que uno puede tener en sus manos, incluso peor que un examen de matemáticas o química en pleno verano. Inosuke sabe muy a su pesar que será padre y ni siquiera puede caer en cuenta de la responsabilidad que ahora carga.

No sé lo espero, pero en su defensa ¡nadie espera ser padre a una edad tan joven!.

Un día te encuentras bailando en lo que crees es la mejor fiesta de tu vida, mejor solo para tí, porque es la primera vez que tus labios tocan alcohol, para las personas sobrias solo era un lugar con un mal olor y horrible música.

En la distancia visualizas una joya como Aoi sentada en lo lejos, con sus manos unidas y sobre su regazo. Impaciente mientras mira a todos con el ceño fruncido.

Le hablas, te insulta, te ríes, te grita y ambos terminan como buenos amigos.

A los meses se encuentran, ambos mirando lo que parece ser una paleta de plástico. Impacientes y con el corazón a mil, nunca creyó que lo positivo le traería un mal.

Más, esa angustia con el pasar de los días se transformo en emoción, un bebé.

Aoi Kanzaki parecía alegre al saber que algo crecía en ella, y no precisamente los pechos por su nueva maternidad. Una vida, algo tan frágil como lo era, iba a depender de ella.

De ella e Inosuke, quién se convirtió en su pareja formal luego de la noticia, noticia que la saco de su casa y que la orillo a vivir con el padre de su bebé.

A los seis meses se casaron en un registro, una propuesta inesperada que llegó cuando horneaba pan.

Lo bueno y lo malo vienen tomados de la mano, escucho una vez.

Inosuke dejo la mueblería en la que trabajaba, sudando frío mientras entre gritos respondía la llamada de un oficial. Él anciano con toda la delicadeza que pudo corresponder con las exigencias del feroz hombre, le explicó lo sucedido.

Y las 10:36 de la noche, se encontraba en un hospital.

Con manos cálidas dando fuerza a su esposa, susurros de amor y lágrimas de profunda desesperación. Un llanto y un leve suspiro.

—¿Cómo es, cariño? Nuestra niña, será una niña muy amada.

Aoi....

Su voz se quebró, respiro profundamente y posó los finos dedos de la mujer sobre sus labios, un casto beso mientras se desahogaba en silencio.

Inosuke...— lo llamó suavemente— Te amo.

Su respiración descendió en cuestión de segundos, una última calada de oxígeno y la habitación se lleno de un horrible pitido.

Agudo y doloroso de escuchar.

Aoi Kanzaki falleció a las 02 de la madrugada, pulso débil y falta de oxígeno, transladada al quirófano tras un terrible accidente en auto.

Era una mujer casada de 21 años de edad. Embarazada de 8 meses, bebé a salvó luego de una intervención de último momento. Parientes cercanos, ninguno, a excepción de su esposo.

[...]

Deja de llorar...— murmuró impaciente, su mirada verde cargada de cansancio y rojos por la irritación, estaban centrados en lo que cargaba en brazos.

Aún cuando se lo ordeno, el ruido no cesó ni atisbo a hacerlo. Incluso podía decir que incremento y junto a los movimientos inquietos, crearon un nuevo dolor de cabeza, más renovado que el anterior.

Se movió de un lado a otro, como una danza, aburrida pero necesaria para quedar bien, intentando con gran esfuerzo silenciar el llanto, tan agudo y débil, que rondaba en la habitación.

Era de madrugada y ya empezaba a volverse loco, muy temprano para empezar su nuevo día.

Cómo hija del gran Inosuke, te ordenó, no, ¡tú debes!, ser fuerte y... parar de llorar.

Su voz se fue apagando a medida que terminaba con la oración, miedoso ante la calma que se instalo en ambos cuerpos. Había llamado la atención de su bebé.

La niña dió un parpadeo y sus lágrimas bajaron por sus mejillas, callada ante el grito, con ambos ojitos centrados en las cascadas cristalinas que nacían de aquella mirada verde.

Su boca se cerró.

Como un susurro de la noche, el pedía en voz baja que su pequeña se tranquilizara. Desbordando lágrimas como en los días más oscuros de su vida.

Por favor...

Con brazos fuertes pero débiles ante el contacto, la abrazo. Ambos escuchaban sus latidos, uno con más conciencia que el otro. 

Un murmuró escapó de sus labios, palabras coherentes que unidas en orden, soltaban su más profunda herida.

Te extraño, Aoi.

Inosuke solo era un pobre hombre que termino viudo en menos de un año y con una hija a la que criar. Y no estaba preparado lo suficiente para lidiar con todo.

La bebé gimoteo mientras sus ojos yacían cerrados en armonía, sus lágrimas se ahogaron en la calidez y su hipido fue prueba suficiente.

El tiempo pasó volando para él y ni siquiera pregunto por su estado, por si estaba bien o si se detendría en algún momento, para admirar una paz, que sabe que no tiene.

Inosuke no durmió esa noche.
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¡Hola! Esto es algo en lo que estaba trabajando para mejorar como escritora, y no me importaría que como lector o escritor con experiencia me digas que te pareció o si debo mejorar en algo, gracias <3

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La Paternidad con InosukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora