Capítulo dos

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Regina siempre había encontrado atractiva a Emma en sus sencillos y elegantes vestidos, pero verla llegar enfundada en jeans y blusa de tirantes bastante ajustados, botas negras de combate, y sus dorados rizos amarrados en una cola de caballo, era una visión totalmente nueva y excitante. 

–Miss Swan, se ve… diferente. 

–¿Acaso creyó que siempre ando en trajes y tacones como usted? 

–Lo creí, sí.

–¿Decepcionada?

–Por lo contrario.

–Como sea. Vayamos al grano. 

La morena sonrió ante la actitud despreocupada y autoritaria que demostró la rubia. Algo completamente contrario al comportamiento que siempre tenían delante de los Jones. 

–¿No le gustaría ordenar al menos?

–No, gracias. 

–¿De verdad es usted, Emma Swan? -indagó observando el menú. 

–¿A qué viene eso?

–No distingo a la sumisa y educada niña que anda con Killian. 

–Ahora entiendo. 

–¿El qué? - preguntó con despreocupación mientras alzaba la mano para llamar al camarero. 

–Intentas seducirme porque piensas que soy una niñata que no puede defenderse, ¿o me equivoco? -sonrió con altanería.  –Lamento decepcionarte pero soy todo lo contrario. Y si no había puesto un alto a tu locura, era por respeto a los Jones. 

–Más bien, creo que es porque tienes miedo de que ellos conozcan quien realmente eres.  

–¿Y quién crees que soy?

–Una mujer que ha sido educada por la vida, pero se hace pasar por una obediente damita delante de un hombre de sociedad como Killian Jones. 

–Te crees muy lista, ¿eh? 

–No me creo. Lo soy, querida.

–Lo que eres es una hija de p…

Antes de que Emma pudiera terminar la frase, el camarero llegó disculpándose por la demora, tomó el pedido y luego se marchó, dejándolas en un molesto silencio. 

–¿Por qué lo hace? -preguntó Regina de la nada.

–¿Qué cosa?

–Fingir alguien que no es. 

–No he venido para ser juzgada por ti. Si estoy aquí es para exigirte que me dejes en paz.

–Creí que había venido porque quería que le aclarara mis motivos para con usted. 

–Los he comprendido ya. 

–¿De verdad?

–Claro. Solo eres una zorra que disfruta de seducir hombres ricos mientras se divierte jugando con jovencitas inexpertas. Y creíste que yo era una de ellas. 

–Debo admitir que su concepto sobre mí, me hiere un poco. 

–¿Vas a negarlo?

–Por supuesto. En primera, porque a mí no me gustan los hombres. En segunda, y aunque no lo crea, jamás me había fijado en alguien que tendría casi la edad de mi sobrina. 

–¿De verdad piensa que voy a creer que esto que estás haciendo es por primera vez? ¿Y que lo haces porque te he impresionado lo suficiente como para que no dejaras de pensar en mi? 

–Tal cual lo ha dicho, Emma -habló la morena con total seriedad. –Y todo ha sido culpa de Liam. Si él no hubiera insistido tanto en invitarme un café, jamás me hubiera topado con usted y Killian. Jamás habría sentido esa necesidad de verla de nuevo hasta el punto de usar el encaprichamiento que tiene Jones conmigo, como una medio para acercarme a usted y ver si al menos podía tener una oportunidad. Mi intención jamás fue hacerla sentir incómoda, pero me era imposible quitarle los ojos de encima.

Emma había lidiado con muchos mentirosos a lo largo de su vida que incluso había desarrollado la capacidad de reconocer las mentiras, y para su desgracia, Regina Mills no había dicho ni una. 

Ninguna dijo nada más al notar como el camarero se acercaba con el pedido, lo depositaba en la mesa y se retiraba inmediatamente, dejándolas de nuevo en un profundo silencio.

–Lo siento -habló Regina de la nada. –Lo que hice ayer, estuvo fuera de lugar. Yo solo quería hablar con usted, confesarle lo que me hacía sentir, pero cuando vine a reaccionar ya le había faltado el respeto.

–Casi me…

–Ni lo diga -pidió. –Le prometo, Emma, que aquello no se volverá a repetir. 

–¿Que me lo asegura?

–Ya lo verá señorita Swan -afirmó mientras tomaba su bolso y dejaba unos billetes sobre la mesa. –Fue un gusto conocerla -le sonrió a la rubia de manera guasona –en cada una de sus versiones -afirmó antes de dirigírse a la salida. 

Tres días después comprendió lo que Regina le había querido decir. Su ausencia de la comida de ese día y el semblante triste de Liam Jones sólo significaba una cosa. Se había ido. Una acción que al principio había alegrado a la rubia, pero que con el pasar de las semanas le provocó una irónica sensación de abandono. 

–Creo que me he vuelto loca -confesó Emma mientras se tiraba en el sofá al lado de Rubí. 

–Lo supe desde hace un año, cuando empezaste a vestirte como muñequita de aparador -detalló con la mirada el vestido beige con estampados de pequeñas flores amarillas.

–A Killian le gusta verme así.

–Asco -bromeo la ojiverde. –Mejor ve y cambiate. 

–Quizás después, no tengo ganas de moverme de aquí -habló con desgano. 

–Últimamente te he visto apagada, ¿sucede algo?

–La extraño -soltó sin más. 

–Mary Margaret, regresará pronto. En dos días la tendremos peleando con nosotras porque según ella, somos un tornado de desorden. 

–Yo…me refiero a Regina. 

Si Rubí hubiera colocado un poco más de velocidad y fuerza al momento de girar su rostro en dirección a la rubia, su cuello probablemente estaría roto. –¿Te estás escuchando?

–Para mi desgracia, fuerte y claro -sonrió con pesar. –Quién lo diría, ¿no?, desde que ella apareció hace cinco meses atrás, cada día rezaba por que desapareciera, y ahora que lo ha hecho, extraño su presencia. 

–Wow -fue lo único que Rubí atino a decir. 

–¿Y sabes que es lo peor?

–¿Hay más?

–Logré sacarle información a Killian acerca de dónde trabaja y me estoy muriendo por ir a verla.

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