El anhelo de una vida a tu lado

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Sin importar donde sea, siempre seremos nosotros dos

Lan XiChen sonrió, admirando el cielo oscuro iluminado por una única linterna encaminando su travesía desde el Salón de la Espada de Muelle de Loto; esa linterna era la fuerza y la esperanza de esa secta, era recuerdos y promesas, añoranzas y felicidad, personas que se habían ido pero siempre estarían en el corazón de alguien más. Esa linterna fue acompañada de seis más, cada una de ellas siguiendo la primera.

—Abre los ojos ahora, mi amor.

WanYin abrió los ojos justo cuando cientos de linternas se alzaban, su hogar iluminándose con el color de las farolas, el cielo repentinamente lleno de estrellas que prometían lo mismo que él. Con una calidez familiar y un sentimiento de amor, los dos amos de Muelle de Loto observaron como las linternas iluminaban los exóticos estanques de su ciudad, los emblemáticos lotos capturando la luz en sus pétalos, las risas y la alegría de sus habitantes estallando en sus oídos, música acompañando la festividad.

—¿Te gusta, A-Cheng? —preguntó el Primer Jade de Lan a su esposo, mirando con adoración el semblante de su acompañante. Los ojos de su A-Cheng resplandecían como las linternas en el cielo, se iluminaban de una forma especial al contemplar su secta, su hogar, el lugar que tan valientemente había protegido durante la guerra y después de ella, el orgullo brillando en esos soles que tenía por ojos. Jiang WanYin se giró justo para atrapar la mirada cariñosa de su Lan Huan, sosteniendo sus manos unidas y contemplando el espectáculo.

—Es precioso, A-Huan —dijo, rodeando su cintura con uno de sus brazos, acercándose al calor de su marido. Sus miradas se encontraron, las lágrimas empañando los ojos del Líder de Yunmeng, recuerdos de su vida llegando a su memoria de forma tan vivida y clara, imposible de olvidar.

—¿Estas bien, A-Cheng?

Asintió, viendo sin ver a su esposo, navegando en sus memorias. 

La primera vista desde el mirador que Jiang WanYin había presenciado fue cuando tenía cinco años, su madre lo había llevado para que vislumbrara la secta que un día le pertenecería, la secta que tan férreamente debía proteger y hacer prosperar. Yu ZiYuan había tomado su pequeña mano entre las suyas, un pequeño brillo captando el momento en su anillo espiritual.

Este es tu pueblo, tu gente y tu secta, A-Cheng. Recuérdalos y protégelos.

Recordaba cómo había dado un paso al centro admirando su residencia desde ese punto tan alto, las banderas del loto de nueve pétalos sobre fondo púrpura adornando cada centímetro del imponente lugar.

¿Cómo sabré que lo hice bien, madre?

Lo sabrás cuando veas a esas personas luchando a tu lado no por temor, sino porque de verdad creen en ti y lo que puedes hacer para protegerlos. Un día Muelle de Loto será tuyo, hijo mío, y prometo ver como te alzas sobre nuestro hogar.

La segunda vez que regresó lo hizo con su hermana Jiang YanLi y su hermano Wei Ying. El tenue invierno había caído sobre su casa pero no había ni sombra de volutas blancas llamadas nieve. Con imponencia el sol se había levantado sobre su secta, el sonido del mercado y la alegría característica de su hogar inundaba de forma mágica sus oídos. El trío de hermanos se dejó caer sobre la hierba, contemplando con admiración la ciudad bajo sus pies.

Es bonito dijo Wei Ying, sus ojos deslumbrantes. Las barcas que cargaban semillas meciéndose, el agua cristalina reflejando a la perfección el cielo celeste.

A-Xian debería venir más seguido con nosotros su dulce hermana les puso una mano en la cabeza, acariciando con suavidad y acostando sus hermanos sobre su regazo.

¡Siempre vendré con ustedes, Shijie! prometió el niño de  ropajes rojos, una sonrisa en sus labios mientras tomaba con delicadeza la mano de su hermano menor—. Te prometo, A-Cheng que protegeré Muelle de Loto contigo para toda la vida.

¿De verdad? Jiang Cheng en su inocencia de niño le sostuvo las manos con más fuerza.

A-Cheng no debe dudar de A-Xian regañó suavemente su hermana­. A-Cheng siempre nos tendrá a nosotros para protegerlo y proteger nuestro hogar.

Aplastándose en un abrazo, los tres hermanos de YunmengJiang siguieron admirando el hogar que habían jurado proteger.

La tercera vez que regresó fue justo después de la muerte de YanLi y Wei WuXian.

Los ropajes del característico púrpura de Jiang habían cambiado a un blanco fúnebre envolviendo el cuerpo del Maestro de Muelle de Loto. El sol estaba en lo alto, pero Jiang Cheng no podía sentirlo; con el corazón apretado observó lo que alguna vez fue una secta llena de alegría, fuerza y vitalidad para encontrase ruinas y dolor.

WanYin apretó con fuerza el bulto blanco en sus brazos, el suave gorjeo de su sobrino la única ancla que necesitaba para no romperse en pedazos.

Te prometo, A-Ling, que nunca te voy a dejar solo besó su cabecita, el tierno bebé suspirando ante la caricia, aferrándose con fuerza al dedo de la última persona que tenía para protegerlo. Jiang Cheng derramó lágrimas sobre su sobrino, el dolor saliendo después de tanto tiempo de retenerlo en su corazón—. Siempre voy a protegerte, A-Ling. Yo siempre voy a protegerte, mi niño.

Este lugar que era donde las promesas se pronunciaban, pero no siempre se cumplían. Su madre había prometido estar a su lado para verlo prosperar junto a su hogar; ella había muerto hace tanto tiempo haciendo el trabajo de los amos de Muelle de Loto, protegiendo su secta; sus dos hermanos prometieron estar siempre con él, pero ambos murieron. Wei Ying regresó, pero Jiang YanLi no. El mismo prometió proteger a su sobrino, lo había hecho pero no todo el tiempo.

Lan XiChen observaba los ojos de su A-Cheng volverse oscuros por el recuerdo de su dolor. Envolvió los brazos alrededor del cuerpo del menor, consolando el alma destrozada de ese joven hombre, apretando con fuerza para juntar los pedazos de su corazón.

—Sera mejor que volvamos. Perdóname por esto A-Cheng —se disculpó.

Jiang Cheng presionó un beso en el corazón de su pareja, mirando las lámparas que se iluminaban en lo alto del cielo como estrellas en ascenso: debajo de ellos dentro de los muelles de la residencia de los Jiang, un hombre vestido de negro acompañado de un estoico portador de luz bailaba junto a las doncellas, celebrando la llegada del verano: en uno de los estanques un adolescente de túnicas amarillas jugaba alegremente con sus amigos Yuan, JingYi y ZiZhen, lanzándose agua y estallando en estruendosas risas de felicidad.

—Solo quédate conmigo, A-Huan —pidió, sonriendo.

XiChen accedió, mirando la sonrisa de su esposo. WanYin tomó la mano del contrario, el cálido metal de Zidian y la energía espiritual subiendo por todo su cuerpo como una caricia. 

—A-Huan, Lan Huan, Lan XiChen; te prometo abrazarte eternamente para que no te sientas solo: te prometo amarte hasta que los dolorosos recuerdos de ambos sanen por completo: te prometo que no importa cuán lejos yo me encuentre, siempre estaré para ti —besó con delicadeza sus labios, sellando la promesa que hacia aquí frente a lo más valioso que tenía—. Te prometo encontrarte donde sea que te encuentres. En esta vida y en las que siguen yo siempre voy amarte, mi esposo.

XiChen rio con suavidad, restregando su nariz contra su mejilla.

—Todos los días yo te esperaré, mi A-Cheng. Siempre esperaré por ti.

Los fuegos artificiales iluminaron el cielo estrellado, sellando una promesa de amor eterno.

Una promesa de encontrarse, de amarse. Una promesa que unía sus vidas ante el cielo y la tierra.

Una promesa que estaban dispuestos a cumplir. 

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Fecha de publicación: 18 de Enero de 2021.

Te amo, A-Huan | XiChengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora