Rosas para Rosie

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La alegría había llegado a lo que quedaba del batallón de la Resistencia. Era un día muy especial y todos se lo hicieron saber de muchas formas a la hermosa mecánica Rose Tico que cumplía años.

Ni bien la jovencita había puesto un pie fuera de la carpa que ocupaba de dormitorio el grupo de amigos se apersonó sobre ella para cantarle la canción de "Feliz Cumpleaños", abrazarla y entregarle regalos que prepararon para ella.

La sonrisa que apareció en el rostro de la jovencita ante tal recibimiento, le robó el aliento. Armitage observaba la escena apartado del grupo. Si bien había llegado hasta ahí por una serie de eventos desafortunados y la mayoría le había perdonado –no sin antes hacerle pagar sus errores con trabajo forzado-, la realidad era que aún no encajaba con ellos. Ya no lo trataban tan mal como al principio, pero aún podía distinguir en los rostros de todos, el rencor hacia él. Mismo que estaba seguro, merecía.

Como ellos, en un principio, la mecánica se limitó a hablarle lo necesario y aunque nunca fue cruel como otros, si notaba su tono de resentimiento. Sin embargo, cuando fue asignado por Ben a ayudar en las reparaciones de las naves que les habían quedado se hizo inevitable que pasara tiempo junto con Rose y que ambos se comenzaran a conocer.

Ella había tenido sus reservas y no se esforzaba en ocultar que le molestaba tenerlo en su taller, pero conforme los días pasaron, las anécdotas se hicieron presentes en los dos, más en ella que tenía mucho que decir de su hermana.

Rose le contó que Paige solía leerle muchos cuentos cuando eran pequeñas y que cuando los pocos libros que poseían se acabaron, se llegó a inventar muchas historias extraordinarias. Pasando tiempo con ella y observándola en silencio, descubrió la personalidad fuerte y valiente de la chica, y también su carisma con las personas que quería, como Rey y Ben, Kaydel y Jannah. La había visto bromear de igual forma con Poe y Finn y él se preguntó si algún día tendría la oportunidad de ser considerado su amigo... pero sabía que aquello parecía un ideal, porque él había tenido que ver en el ataque directo donde su hermana falleció. Como eso había ya tanto de lo que se arrepentía.

Un maullido lo sacó de sus pensamientos y se agachó a acariciar detrás de las orejas de Millicent. Echó un vistazo de nuevo al grupo de rebeldes que se estaban dirigiendo a la cocina. Escuchó que unos a otros se invitaban al desayuno en honor a la mecánica y que habría un pastel.

Quiso ir. Deseó por un momento poder sentirse parte de todo y tener la libertad de dar rienda suelta a lo que hacía tiempo comenzó a sentir por Rose, pero no pudo. El miedo al rechazo de la chica lo paralizaba.

Aunado a eso, se daba cuenta que todos le habían llevado un obsequio y él no tuvo la oportunidad de prepararle nada.

Sabía de la fecha y durante mucho tiempo estuvo pensando en hacer algo especial pero tampoco se sentía con el derecho de ello. En cuanto al regalo, pensó en un libro de cuentos, pero no tenía permitido salir de Ajan Kloss. Iba a pedirle el favor a Rey de que lo comprara por él, pero tampoco tenía créditos para costear nada.

Cabizbajo, el pelirrojo se internó en el corazón de la selva para alejarse de ese grupo que festejaba en conjunto. Pensó que más tarde podría felicitarla a solas y que se disculparía por no tener nada que ofrecerle, ella le entendería. Últimamente lo hacía cada que le contaba acerca de su infancia. Había más confianza entre ellos y podía decir que le veía sonreír más veces. Incluso le había escuchado canturrear mientras apretaba las tuercas de un motor.

Aquella imagen del día a día lo llenaba. Había caído en la resistencia y prácticamente no era nadie ni tenía nada, pero estaba ella y estaba Millie y eso le bastaba. Ellas lo hacían feliz y le daban un sentido a su existencia, aunque la mecánica no tuviera idea de ello.

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