Prólogo

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Las lágrimas caían por su rostro, un bebé llorando en sus brazos y la última sonrisa que vio de pronto desapareció, dejando un ambiente vacío.

Le dolía pensar que su Omega le había dejado, que simplemente un día ya no estaba con el y su pequeño cachorro de ahora un año, pero no había forma de retenerlo y el lo sabía.

Su lazo dolía demasiado y el aroma del que alguna vez fue su pareja destinada comenzaba a ser insuficiente, incluso el bebé lo notaba, el notaba la ausencia de su padre Omega, lloraba por horas hasta que el alfa buscaba entre la ropa algo con el olor del susodicho. Aunque al principio era fácil encontrar un objeto impregnado a grosella con el pasar del tiempo este se iba apagando, logrando afectar a los dos habitantes de aquel frío hogar... realmente lo extrañaban.

En las noches el bebé apenas lograba calmarse con el aroma a eucalipto de su padre, que al verlo reír calmaba un poco a su lobo, dejando que su olor dance por el frío lugar, dándole algo de pinta más hogareña.

Un año de soledad era lo que llevaban y aunque la cosas comenzaban a mejorar, el sabía que jamás podría volver a ser tan feliz como alguna vez lo fue, porque como la sociedad lo había dicho en algún momento, "perder a tu destinado, dejarlo ir o abandonarlo será tu condena, la luna solo asigna un compañero y tu lobo quedará herido de por vida", definitivamente enamorarse de nuevo no era una opción, el sabía las consecuencias de que perdieras a tu pareja destinada, ya sea involuntaria o voluntariamente, estarías solo, todo se resumía a eso, simplemente soledad eterna, hasta que su próxima vida los volviera a unir... si es que eso si quiera existía.

Tras unas lágrimas más el joven miró a su cachorro babear y luego subió su mirar al cielo, justo donde la gran luna se asomaba y entre susurros preguntó.

-¿Por que?

"Tras tu partida"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora