Día 1 · Otro día más.

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Fue sencillo lenvantarme un día más como otro cualquiera, esperar a que mi querida abuela viniese a despertarme con un cálido beso en la mejilla, me pusiese la calefacción en la habitación para no tener frío, puesto que era invierno, y así levantarme para comenzar un nuevo día de clase. Tras levantarme, decidí ir a lavarme la cara y a encender unas planchas para el pelo que solía usar para plancharme el flequillo, mariconadas según mi abuela. Tras esto, siguió todo el proceso de 'Colocarme el uniforme, comerme el desayuno...', cuando terminé, me arreglé el pelo con las planchas ya calientes y las guardé. Antes de irme, hice las tres cosas que hago sistemáticamente todos los días, colocarme mis gafas, puesto que sin ellas no sería capaz de ver nada, miopía, sí. Las otras dos cosas que me quedaban por hacer, era coger mi ipod y mis cascos para ir escuchando música, e ir a darle un beso a mi abuela antes de irme a clase. Maldito invierno, pensé cuando salí a la calle, no me gusta mucho el verano precisamente, pero aquel año el invierno estaba siendo tremendamente duro, los caminos a clase se me hacían más amenos gracias a la infinidad de openings de anime que escuchaba camino a clase, me hacían subir el ánimo e ir de mejor humor. Llegué a clase el primero, como solía hacer siempre, me gustaba ser puntual, era muy maniático y demasiado responsable. Hasta ese momento todo era normal, entré en la clase vacía, solté mi mochila y guardé mi ipod como cualquier mañana, di mis clases, atendiendo en todo momento y casi sin darme cuenta llegó la hora del recreo, yo no desayunaba al salir, puesto que comía una manzana una hora antes de eso, cosas de dietas y demás. Escaleras llenas de gente, pandillas en círculos, todo lo normal que cabe esperar mientras vas camino del patio y una vez que llegas allí, yo me senté junto a mis amigos, íbamos a nuestro rollo pasando del mundo sin echar cuenta de nadie más. Solamente llevaba meses en aquel centro, puesto que me mudaba constantemente y tampoco solía intentar memorizar las caras de las personas que me rodeaban por el hecho de que quizás en poco tiempo no las volvería a ver. Conocía a la gente contada, los que me interesaban, nadie de cursos mayores, nadie de cursos menores, solo... los de mi edad y muchos de estos por puro compromiso como compañero. Siempre me he considerado una persona a la que le gusta reírse de la vida, de los demás y de lo que ocurre a su alrededor, a eso nos dedicábamos mis amigos y yo, a bromear, a hacer frikadas, a divertirnos a nuestra manera. Todo hasta el momento genial ¿Verdad? Quizás un tanto monótono... pero... bueno, normal. Normal hasta que sin darte cuenta, tienes a alguien detrás de ti, que está mirando al espejo y se está poniendo brillo de labios con naturalidad sin ni siquiera percatarse de tu existencia. Me fijo en todo, y fue sencillo apreciar en pocos segundos que era preciosa, pelo corto, no exesivamente largo, recogido en una coleta y con el flequillo a ambos lados de la cara, tenía parte de las puntas rojas, eso era un punto a favor a ella sin duda, el pelo rojo era mi debilidad. Sin más, miré a mis amigos y pregunté tranquilo 'Esa de ahí ¿Quién es?', dije disimulando. Ninguno lo supo, así que ahí quedó la cosa, pero su mirada había dejado una pequeña espina de veneno adictivo que se iría clavando poco a poco más dentro de mí, según fuese mirando sus rasgados y oscuros ojos a diario. Pasaron los días y yo proseguí con mi monotonía, ir a clase, volver, estudiar, ir al gimnasio, grabar si tenía tiempo, me gustaba hacer vídeos para internet en aquella época, podía compartir con más gente mis gustos y aquello me encantaba. Todo siguió así, pero yo sentía que algo en mi vida comenzaba a faltar según pasaban las semanas y mi mirada buscaba la de ella una y otra vez, a lo lejos, de cerca, siempre sin ser capaz de hablarle. Seguí observando a la chica en los recreos, como cualquiera lo haría con una buena película, sin apartar la vista de ella ni un segundo, tenía algo que me atraía... me abstraía de mi monotonía. Tras ver que mis intentos por hacer 'contacto visual' con aquella chica no funcionaron, decidí ir al grano, no, no fui a hablar con ella, recurrí a la táctica rastrera de ir a informarme a chicos más pequeños que yo, puesto que sabía que no era más mayor, de quien era, al cabo de un rato me habia hecho con su nombre y su número de teléfono, 'Lilith', oh dios, semejante nombre ya la hacía más perfecta aún, pensé cuando me di cuenta de que a la salida tomábamos el mismo camino, separándonos un poco antes de yo llegar a mi casa, no era normal en mi fijarme en la gente de mi alrededor, pero tenía algo dentro de mí que hacía que ella fuese diferente. Aquel día, cuando llegué, lo primero que hice fue hablar a aquella chica por WhatsApp, dejándole un corto y simple 'Hola'. Al cabo de un rato, me contestó y me preguntó que quien era yo, le conté un poco y no tardó en reconocerme.

—Lilith; ¿Quién eres?

—Eiden; Pues verás... soy un chico nuevo, estoy un par de cursos por encima del tuyo y demás...

—Lilith; ¿Eres el que la lió en la fiesta de Navidad? JAJAJA, dios, sí, eres tú.

—Eiden; ¿Sólo se me conoce por eso? 

Apunte; Aquel año, en la fiesta de Navidad, toqué el triángulo junto con varios chicos más que tocaban instrumentos algo más... elaborados, yo, como a mi pesar no hacía nada más que dar con un palo metálico en una estructura triangular para que sonase, decidí marcarme un bailecito cuanto menos... cantoso y significativamente, ridículo.

Pasamos horas hablando aquel día  y entre nosotros surgió la chispa, mismos gustos, temas de que hablar, era simpática aunque de primeras aparentaba ser más bien todo lo contrario, aquello me llamó mucho la atención de ella. Eso sí... había algo en ella, que hacía que mi cuerpo se estremeciese ante aquello mientras tecleaba para contestarle, aquel tono macabro que usaba ciertas veces, con esa tranquilidad y frialdad...

Aquello fue le detonante de que en mí despertase la curiosidad por conocer más sobre ella y aquella pasión hacia la sangre, el dolor y el sufrimiento que tenía aquella perfecta chica.

Demencia perfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora