Brillante como la luna

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Mis manos comenzaban a doler de tanto escribir, sin embargo ninguna nota hacía que la canción sonara bien.
Suspirando me levanté del pequeño escritorio de madera y apagué la lamparita que estaba colocada a uno de los extremos, para finalmente dormitar un poco hasta que sonara la alarma del instituto.

Tres horas pasaron en un suspiro, y en cuanto cerré los ojos volví a abrirlos para comenzar un nuevo día.

Me di la libertad de ducharme rápidamente para luego salir a paso apurado de la pequeña casa en la que vivía.

Gente en bicicleta que se dirigía al único lugar de estudios de ese pequeño pero pintoresco pueblo era todo lo que se apreciaba a esas horas. Sin apurar mis pasos cerré los ojos recibiendo brisa pura en mi rostro, dejandome sentir que seguía vivo a pesar de todo, y que aún el camino era largo.

Mis párpados dieron vista a mis ojos nuevamente, y al girar la cabeza encontré el gran arrollo de agua fresca, tan solitario como siempre, y tan descuidado como nunca. Las plantas irónicamente secas se habían hecho paso entre las rocas, logrando tapar la mayor parte del agua cristalina, sin embargo seguí caminando sin siquiera sentirme un poco conmovido con aquella imágen.

Todo el sendero estaba rodeado de pasto y colinas llenas de flores, pero a pesar de ser todo muy colorido y alegre, lo único que nos motivaba a la gente de ahí, era saber que finalmente al acabar los estudios podríamos salir adelante en la capital.

Paseé mi vista por las tan conocidas casas que veía desde mi infancia, y aunque odiara sentirme de aquella forma, las detestaba. Como detestaba por completo el estúpido lugar y al mediocre pueblo.

Sin embargo, un brazo cayendo por encima de mis hombros me sacó de mis pensamientos. Levanté la mirada y ahí estaba él, Jung Hoseok.

Era un tipo normal, con cabellos castaños como casi todos allí, sonrisa encantadora y personalidad extravagante. Muy por el contrario a mi, que prefería el silencio antes que conversaciones absurdas, y quedarme solo antes que hacer el ridículo con gente estúpida que algún día dejaría de ver.

Por obra del destino terminamos sentandonos juntos y siendo buenos amigos.

— Yoongi, tú tan pensativo como siempre — Dejó salir una ligera risa mientras acortaba aún más la distancia entre nosotros. — He estado llamandote desde que te vi cruzar el puente cerca del lago —

Deje escapar una sonrisa.

— Lo siento, no estaba prestando mucha atención —

— ¿Aún sigues pensando en cómo irte a Seúl?— Dijo relajando su tono de voz, sabiendo que ese tema era algo delicado.

Asentí mientras supiraba.

— Solo quiero largarme de aquí de una buena vez, es todo tan aburrido...—

Mis palabras quedaron en el viento cuando visualizamos el colegio a una corta distancia, dando por finalizada la conversación.

Al entrar tomamos una manzana del árbol que estaba en el gran jardín del lugar, y más adelante recolectamos un par de frutillas de un arbusto que habían plantado por ahí.

Matemáticas, lengua, historia, geografía, economía, y un sin fin de materias más que me eran totalmente inútiles. Solo deseaba que incluyeran un par de clases sobre artes y música, pero era realmente inútil tratar de proponer cosas en esa institución.

Sin más que decir, cuando el día finalizó me levanté de mi asiento y me fui avisandole a Hoseok que volvería solo a mi casa.

A veces estar con él era agobiante, y mi cabeza no podía pensar ni un solo minuto en todo el día si estaba parloteando sin fin a mi lado.

Avancé por el camino de vuelta a casa y me desvié para encontrar ese pequeño y único lugar secreto que había sido descubierto por mi y mi hermano cuando eramos pequeños.
Mi cuerpo se relajó en cuanto mis ojos captaron el río cristalino que caía de entre unas rocas como si fuera una pequeña cascada rodeada de flores de todos los colores.

Caminé rapidamente y pasé de largo, llendo directamente a la casita abandonada de madera, cubierta de plantas y enredaderas, y tapada por árboles llenos de frutos.

Mi corazón por mi primera vez en el día latió en paz.

Al adentrarme dejé mi mochila tirada por ahí y subí directamente a la segunda planta para echarme una siesta.

A pesar de ser una casa vieja se encontraba en buen estado, y las pocas cosas que se encontraban ahí habían sido puestas por mi, para asegurarme que todo estuviera presentable y limpio.

Dejé escapar un pesado suspiro de alivio en cuanto mi espalda tocó el colchón que estaba tirado en el piso, y en menos de dos segundos me dormí con el canto de los pájaros y el ruido de la naturaleza.

Sin darme cuenta había despertado en pleno atardecer, y perezosamente me obligué a levantarme para buscar frutos con los que alimentarme, y agua fresca para beber y lavarme la cara.

Salí de la casa llevando conmigo un pequeño recipiente tejido de hojas, y una botella de vidrio bastante grande.

Seleccioné y recolecté manzanas, ciruelas, cerezas y naranjas; las cuales fueron lavadas en el agua del río. Y llené mi botella a tope con agua fresca, para despues mojar mis manos y cara para tomar fuerzas y volver a lo que era mi hogar.

Volví a la casa para tomar mi mochila y bajo la luz del atardecer y las estrellas de la noche me encaminé nuevamente hacia el pueblo. Por suerte la luz de luna aún iluminaba mi camino cuando estaba a la mitad del recorrido y logré llegar sano y salvo a mi casa. Todo estaba más que silencioso, probablemente mi mamá había pasado a dejar comida en la nevera, y mi papá a dejar dinero sobre la mesada de la cocina, pero no me detuve siquiera a mirar, y subí directamente a mi habitación, desvistiendome y poniendome cómodo para volver a la misma rutina del día anterior.

Saqué mi cuaderno de composiciones y mi diminuto estuche, donde guardaba solo dos lápices y un bolígrafo,  para ponerme nuevamente a pensar en que manera podría lograr terminar aquella canción sin arruinarla en el intento.

Pero por más que pensara y pensara, ninguna buena idea surcaba mi mente, y rendido después de un par de horas me resigné. Dejé todo tal cual estaba y después de un baño fresco me recoste en la cama, la cual  por el contrario a la otra, si tenía patas y cabezal.

Mi mente no dejaba de divagar y el sueño tardó más de cuatro horas en volver. Para mi placer, el día siguiente era sábado, lo que significaba que podría dormir hasta tarde, o al menos hasta que se hiciera la hora de ir a trabajar en la cafetería más famosa del lugar. Probablemente porque fuera la única.

Sin querer alargar más mi insomnio decidí calmar mi mente y levantarme a preparar una taza de té.

No era realmente fan de las infusiones que no fueran café, pero tomarme uno en ese momento no ayudaría nada a la causa.

Sin más, con solo 2 cucharadas de azúcar tomé el líquido brillante que yacía dentro de la porcelana, casi tan brillante como la luna que se asomaba por la ventana.

▪︎"Forever Over" || Yoonmin OMEGAVERSE▪︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora