Pedí dos bolas de helado con sabor a avellana y turrón, al mirar el que pidió Daiki arrugué la nariz, este solo sonrío ante mi gesto.
— ¿De verdad somos hermanos? ¿De la misma familia? — pregunté sarcástica.
Observé cómo lamía su helado de vainilla con menta y hice una mueca de desagrado.
— Ni siquiera lo has probado. — se encogió de hombros quitándole importancia a lo que dije antes.
Toda mi familia odia esos sabores, lo sé porque cuando Daiki y yo éramos pequeños, todos los veranos nuestro padre traía terrones de helado para todos nosotros y nadie quería probar los únicos que se comía él: vainilla y menta. Nuestros padres muchas veces se preguntaron seriamente si realmente era su hijo o les habían dado otro.
Daiki se parece mucho a nuestros padres, al contrario de mí. Tiene los ojos color avellana y el cabello rizado y oscuro de mamá , la sonrisa y la nariz de papá, sus pecas vienen de nuestra abuela por parte de madre y sus hoyuelos de nuestra tía, la hermana de papá.
Aunque tenía que admitir, espero no sonar egocéntrica, que soy la más guapa de los dos.
Bueno, tal vez, si era un poco egocéntrica.
En fin, tengo ojos verdes, ¿no que todo el mundo se muere por unos? Ya sabéis, típico cliché de chico de ojos verdes o azules con pelo rubio.
Pues claro que somos más guapas, ojos verdes. ¡Bom!
Di que sí, consciencia. Aunque mi cabello es plateado.
Eso suma más puntos, somos más guapas que el de las pecas.
Malditas pecas, siempre queriendo ganar.
— ¿Arya?
— ¿Eh? — volví a la realidad observando a Daiki con una ceja enmarcada, examinándome.
— Vale, no me estabas escuchando. Decía que voy a quedarme en tu casa por unos días.
Pasaron segundos, minutos y yo aún no le respondía , por lo que me miró con atención esperando una respuesta, pero como vio que no pensaba decir ni una palabra, volvió a hablar:
— Voy a quedarme en tu casa un tiempo, ¿es que no vas a decir nada? Bueno, entonces esto ha sido más fácil de lo que me imagina-
Empecé a reírme como una loca recién sacada del psiquiátrico golpeando el hombro de mi hermano, quien se descolocó ante mi acción.
— ¿Qué?... ¿Qué? — no podía hablar, aún seguía descojonándome de lo que acababa de escuchar.
— ¿Sabes lo mejor? Que lo hago solo porque papá me ha echado de casa, se ha cabreado conmigo por cosas del negocio.
Elevo mis carcajadas tan exageradamente que la gente de nuestro alrededor empezó a mirarnos expectantes.
— Y lo único que hice fue...
Puse un dedo sobre sus labios, aún riéndome, pero poco a poco la cambié a risa amarga y empecé a fulminarlo con la mirada, y sé muy bien que si las miradas mataran, mi hermano ya estaría más tieso que un palo.
— A ver, ¿me estás diciendo que todo ese rollito de "vengo a ver cómo estás" era una excusa para quedarte en mi casa sin pagar un duro? Daiki... ¿Quieres que te dé una ostia? Porque te juro que te la estás ganando a pulso, hermanito, y sabes que yo no soy precisamente la paciencia en persona.
Alzó las manos al aire y comenzó a agitarlas.
— Tranquilízate, solo será durante un tiempo. Mi amigo y yo no molestaremos y...
— ¿¡Qué!? — chillé ante la impresión.
— Ah... Supongo que me falto decirte eso... — comenzó a rascarse la cabeza, mirando a todos lados, hasta que su mirada se detuvo con sorpresa. Su cara era todo un monumento ahora mismo.
Iba a girarme para ver que le tenía así de preocupado, pero me detuvo agarrando mi cara con sus dos manos, dejando caer su helado al suelo.
— Bueno, podemos hablar de esto en otro lugar. — su semblante cambió a uno completamente serio.
— ¿Qué estás mirando?
— ¿Que qué estoy mirando? — preguntó con notable nerviosismo.
Me estaba ocultando algo más, ¿que cómo lo sabía?
Regla número uno: si el objetivo te vuelve a repetir una pregunta que tú le has hecho recientemente como sino te hubiese escuchado, o es idiota o está buscando tiempo para decirte una excusa.
Y aunque mi hermano era un idiota, sabía que era la segunda opción.
— ¿Me quieres decir alguna cosa que no sepa antes de que sea tarde?
— ¿¡Qué!? No.
Su voz se escuchó chillona, y eso significaba que no iba a gustarme.
Tomé sus manos y las aparté de mi cara lentamente mientras él volvía a mirar tras de mí.
— ¡DAIKI SLORACH! — escuché un grito a lo lejos y me volteé rápidamente para encontrarme con diez hombres trajeados, me fijé específicamente en quien parecía sostener algo en una de sus manos.
Un arma.
Dejé soltar accidentalmente mi helado, este estampándose contra mis pies desnudos.
Volví a voltearme mirando a Daiki expectante y juraría que sino fuera por lo que tenía a unos pocos metros corriendo, estaría ahorcándole.
Cogí su brazo y tiré de él para correr por toda la playa, en donde la gente que no tardó en ver la escena de aquellos hombres ya estaba alborotada pegando gritos.
Aproveché ese momento para adentrarnos y mezclarnos entre ellos, que también corrían junto con nosotros.
— Te prometo que te lo explicaré. Te lo juro. — dijo corriendo a mi lado aún agarrado de mi mano.
El muy descerebrado me regaló una sonrisa que no le devolví.
— Pues más te vale, porque sino te suelto ahora mismo y te entrego. — dije entre gruñidos.
Salimos de la playa, aún con personas a nuestro alrededor que no paraban de darnos empujones.
Las pequeñas piedrecillas del suelo se clavaban en las plantas de mis pies, pero no era suficiente para hacerme parar.
Y de repente fruncí el ceño recordando algo y volví a mirarle.
— Me debes un maldito helado, no pude ni comerme el cono.
— ¿¡Estás pensando en eso ahora!? — dijo agudizando su voz mientras intentaba no ahogarse.
Salimos a la carretera sin un rumbo en concreto. El semáforo estaba en rojo, pero eso no impidió que el gentío corriese como sino hubiera un mañana, ocasionando que varios coches frenasen violentamente y otros pitasen soltando insultos.
Me golpeé mentalmente, nunca aprendía. Siempre que Daiki aparecía la tranquilidad era sustituida por problemas y más problemas.
Y para colmo, yo terminaba envuelta.
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Pequeña pausa antes de que os leáis el siguiente capítulo porque era necesario que hiciera esto:
JAJAJAJAAJAJAJAJA PIDO PERDÓN POR ESTO
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Arya Slorach ©️ [En Proceso]
RomanceEl amargo sabor de la realidad golpeó duramente a Arya Slorach cuando perdió al amor de su vida el día de su aniversario. Desde entonces, su cálido y vulnerable corazón se endureció transformándose en un trozo de piedra cubierto de hielo. "Nadie des...