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Una simple aventura en el tercer piso (y un casi asesinato por parte de un troll) la llevó a la amistad; pero los problemas y el destino la llevaron al altar junto al amor de su vida. El bello jardín de La Madriguera estaba bien cuidado y podado solo para boda de Ron y Hermione; habían armado una carpa, la misma de Bill y Fleur. Hermione llevaba un bello pero simple vestido corto color blanco con escote de corazón y mangas de encaje, con tul sobre la falda.

—No llegará, Hermione, no vale la pena esperar— Dijo suavemente Ginny Weasley—. Realmente lo siento, pero Ronald no llegará.

—Sí llegará, Ginny, solo...— Dijo a la contraria Hermione tratando de reprimir las lágrimas—, se le hizo tarde.

—¿Es posible llegar tarde tres horas, Hermione?— Preguntó Harry Potter apoyando una mano en el hombro de su amiga—. Solo admite que...

—¡No! ¡Él no me dejó plantada en el altar!— Interrumpió Hermione mientras una lechuza se apoyaba suavemente en el arco de flores— ¿Lo ven? Seguramente Ron...

—Es un vociferador— Dijo Harry tomando la carta roja.—, si estás segura de abrirlo...— Le pasó la carta a Hermione, quien la recibió con manos temblorosas.

Hermione sollozó, pero aún así abrió la carta.

—¡Te veo en mi boda con Astoria Greengrass, Hermione!—. Gritó la carta— ¡Adivina quién fingió amarte! ¡Te esperamos el trece de julio a las nueve de la noche aquí mismo, en la Madriguera!

La carta se incendió. Y Hermione se desplomó en el suelo llorando, mientras Ginny, Harry, Bill, Fleur, Charlie, Percy, Audrey, George, Angelina, sus padres, los señores Weasley y Luna trataban de consolarla.

—Y el muy caradura se atreve a invitarte a su boda...— Murmuró Ginny— ya le daré su merecido...

—¡Ginny!— Calló la señora Weasley.

— Ahora, hija mía, vamos a quitarte el vestido y...iremos a casa— Dijo Jean Granger tratando de levantar a su hija—. David, ayúdame un poco ¿quieres?

El señor Granger se apresuró para cargar a su desconsolada hija y llevarla a la Madriguera.

Un llamado infantil la despertó; otra vez el mismo sueño de su boda fallida.

—Mami...tengo hambre— Llamó Margareth, su hijita de cinco años.

—Ya voy, amor— Contestó Hermione estirándose sobre la cama— ¿Dónde está papi?

—Se fue anoche y no llegó, mami— Respondió Margareth caminando hasta la cama con su osito de peluche— ¿El bebé está bien?

—No, mi amor, pero pronto lo estará— Dijo Hermione sentándose en la cama— ¿Desayunamos aquí, Meg?

—¡Sí!— Sonrió la pequeña Meg, dejando ver el pequeño espacio de su diente faltante.

—Esperame aquí arriba, ya vuelvo con el desayuno—indicó Hermione levantándose; Meg asintió y se subió a la cama.

Hermione bostezó y se puso las sandalias, dejando a su pequeña hija de ojos azules en la cama, abrazando a su osito de peluche. Llegó a la cocina de la planta de abajo; abrió las alacenas, pero estaban vacías. Harry había vendido todo por alcohol...otra vez. Suspiró pesadamente y acarició su vientre bajo distraídamente. ¿Qué haría ella si volviese a perder a otro bebé? ¿Cómo mantendría a Margareth mientras Harry se emborrachaba y ella trabajaba? No podría dejarla en la escuela, aún era pequeña; sus padres se agotaban con facilidad y Meg era demasiada carga para ellos.

No había de otra que comer afuera o en casa de sus padres. Subió lentamente hasta su cuarto de casada, donde Meg la seguía esperando con una sonrisa.

Siempre y cuando estemos juntos (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora