Capítulo uno

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─ Linda... Hermosa... Perfecta... -Elogios y más elogios salían de la boca del/la querido(a) lector@, pues seguía asombrad@ al ver tanta magnificencia.

No me refiero a alguna pintura, o comida dignas de admirar, no, si no, a un chica.

Más en específico "Ésa chica", cabellos marrón oscuro, tez algo pálida, con una fina venda cubriendo el lugar donde deberían de ir sus ojos. Los cuales eran de un café claro que eran preciosos a la vista.

─ Ésa venda te favorece, hace que tú pálida y delicada piel se vea más clara de lo que es... Y la sangre también ayuda−

¿Sangre? Oh, sí. Su rostro tenía aquél líquido carmesí, que chorreaba desde sus cuencas oculares.

─ ¿Sigue sangrando? Jo, y eso que te saqué los ojos desde ya hace una semana, pero ¿Sabes porque lo hice verdad? –Preguntó bobamente- Lo hice porque tú no puedes mirar a nadie más... Sólo a mí, tú muy bien lo entiendes ¿No?

La chica sólo se limitó a asentir, pues tampoco podía hablar.

¿Adivinan el por qué?

─ Cómo extraño tu voz de ángel formulando alguna palabra... Pero... Te corté la lengua y ahora no puedes hablar... −Dijo al acariciar la mejilla de su contraria manchándose un poco su mano de sangre- Tú no puedes mirar, hablar o tocar a nadie, sólo eres mía y lo sabes dulzura.

La castaña sólo se quedaba ahí, quieta, parecía un cuerpo vacío y sin alma, sabía que no podía hacer nada, ésta era su maldición, y no se zafará de ella hasta el día que muera.

En ello sonó el timbre.

─ Anda a abrir dulzura ¿Quieres? –Dijo El/La Lector@ sonando amable.

La chica se levantó y caminó torpemente a la puerta, abriéndola encontrándose a un chico, unos centímetros más alto que ella, y rasgos finos, que ella no podía ver.

─ Am... Disculpa ¿Se encuentra —? –Dudó aquél joven.

La castaña sólo asiente y se hecha a un lado indicándole al joven que entrase, este hizo caso y entró.

─ Oh, Amigo ¿Qué te trae por aquí?

─ Sólo pasaba a saludar, ¿Es la sirvienta de la que me hablas tanto? –Refiriéndose a la única chica que se encontraba allí- Me da escalofríos...

El/La lector@ sólo se rió ante el comentario del joven.

─ Puede dar miedo por su apariencia y actitud, pero es muy tranquila –Dijo al posar su mirada en la joven- Por favor querida, ve por algo de tomar.

La chica hizo una leve reverencia y caminó a la cocina.

─ Así que... ¿Cuánto tiempo vas a quedarte, amigo mío? –Preguntó curios@ yendo al sofá mirando al joven.

─ No lo sé, tengo mucho tiempo libre, ¿Me permites quedarme unos días aquí? –Dudó el joven detrás de el/la lector@.

─ Claro, siempre serás bienvenido aquí –Sonrió sentándose en el sofá.

En ello, la joven volvió con una bandeja que sobre ella se encontraban dos tazas, una tetera y otras cositas.

Sirvió el líquido que contenía la tetera en ambas tazas y se las dio a ambas personas que se encontraban ahí.

(. . .)

Ya en la noche, todos se fueron a dormir, no obstante; el joven se despertó en media noche y se dirigió al balcón y observó la luna por unos minutos.

Al escuchar unos pasos miró hacia abajo encontrándose con la joven sirvienta, se encontraba recogiendo flores, Rosas, Margaritas, Tulipanes, Narcisos y entre muchas otras.

─ ¿Qué hace recogiendo flores a esta hora? –Pensó para sí mismo algo curioso− Bah, no es asunto mío, debe tener sus propias razones –Dijo en voz baja dirigiéndose a la cama a volver a dormir.

Mi pequeña SirvientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora