Liz- parte uno-

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Cuando era pequeña solía divertirse mucho en casa de sus padres.
Una mañana, iba feliz tarareando, sobre las calles húmedas del asfalto...
Había llovido, hacía frío, y todo estaba mojado.

Le gustaba coleccionar monedas antiguas. Logró conseguir cinco,  extraviadas por ahí.
Caminó, tres cuadras buscando más, para su colección.
Cuando tropezó accidentalmente.
Cayeron sus monedas.
 Por suerte, no fue un golpe fuerte... 
Pero siempre un golpe, te hace reflexionar. Por ejemplo:
en que su mamá le dijo, que no salga de casa...
O que estaba, justo en frente a la propiedad, de ese señor, alto y misterioso. Al que los niños le tenían un poco de miedo...
Pero eso, a ella, no la amedrentaba...
Esas historias eran de niños llorones...

Liz tenía 12 años, ojos celestes, piel clara, cabello rubio ondulado. Delgada y esbelta.
Llevaba, una chaqueta, jeans, y unas zapatillas blancas. 

Se quedó parada, mirando hacia la casa de aquel señor, juntando sus monedas, en cámara lenta...
 No era un paisaje, que un observador como ella, dejaría pasar...

El lugar, estaba cercado por unas rejas negras, sobre un muro bajo.
Un gran patio, con plantas de jardín. Y árboles antiguos. 
La casa al fondo:
Hecha de una madera maciza. Paredes blancas, descascaradas.
Antiguas y mohosas las ventanas, .
El techo, en pico de dos aguas.
Una fuente anticuada, afuera.
Un taller abandonado.
Y una vivienda a la derecha, de madera oscura...

Bueno, es verdad...
La casa, sí da miedo,
Pero su dueño, tal vez no...
Tal vez, solo son inventos de los niños llorones...

Algo había en una de las tres ventanas.
Lo notó, cuando se quitó de allí,
¿Porqué no lo vió antes?, ¿que habrá sido?...
La puerta sonó tan de golpe, que Liz se asustó.
Salió el dueño apurado, como siempre.
Sacó dos bolsas negras afuera, desapareció en el garaje. Y volvió, manejando su auto negro de los 80.

Ella tomó sus cosas, y se fue rápido de allí
Evitando que la notase.

.........
Vivía en un barrio muy pintoresco, y acogedor.
Aquellos días de otoño, fueron llevaderos y tranquilos.
Estuvo con su familia y sus amigos.
Eran buenos los padres de Liz. 
Cuando uno es chico, vive en un mundo, muy apartado al de los mayores. 
Liz, tiene el pelo dorado, como su madre.
Quién la había dejado de muy pequeña.
Y no pasa nada... Ella fue capaz sobrellevar todo eso.
Seguro tuvo, sus motivos.
 Margaret, cuidó de ella muy bien.
Siempre supo a quién llamar madre.
Era una mujer de cara serena, ojos entrecerrados, pelo negro recogido.
Una dama muy amable.
Su padre, nunca está en casa. Pero ella, sabe que con él, tiene una conexión especial...

.........
Cuando pasaba por aquella casa, tres días después...
Vió algo, que la dejó muy sorprendida...
 Detrás de las plantas, a cuarenta metros, en ese amplio patio otoñal. Estaba el señor Luther, hablando con alguien, pero no veía con quién...
Entonces, fue cuando en el cobertizo, del flanco derecho de la casa, atraves de las oscuras ventanas.
Vió a una niña, de su edad.
Sentada de espaldas, con un suéter violeta.
Y no pudo ver más.
Pues se encontraba en un punto ciego...

Desde ahí, supo que Luther, no era tan solitario como creía. 
Era una persona como las demás...
Esa niña, podría ser su sobrina, y él, un tío amable. 
No había porqué tenerle miedo.
Se formó una sonrisa de satisfacción en ella, y siguió su camino...

..........
Tres días después. Liz, venía con sus amigos del colegio: 

Dorothy,  su mejor amiga. Una niña,  agradable, pelo castaño, ojos grandes y marrones, muy infantil, y bonita. 

 Jenny, la niña que se creía modelo. Pero que aveces, lograba no ser tan artificial.
Cabello rubio claro, ojos celestes.
De carácter serio y cortante.

Cuando cae la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora