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ASKELLA
Me encargo de remendar al tul lila que se desprendió de la falda de Dorothea. Es una de mis muñecas preferidas porque sus enormes ojos de cristal son de color lila y, con su piel en tono durazno, cualquier vestido combina con ella a la perfección. Pero no es a la única a la que consiento, me gusta que las demás también se encuentren bien arregladas para las reuniones de té.
Termino de cortar el sobrante de los hilos púrpura y suspiro aliviada al ver que la falda parece encontrarse en perfecto estado. Yo solamente sé coser y bordar, la ropa es fabricada por manos más expertas que las mías, de modo que habría sido un desastre si la tela de la segunda capa se hubiese rasgado también. Detesto cuando los vestidos de mis muñecas se arruinan.
Vuelvo a vestir a Dorothea y cepillo su cabello miel para peinarlo en un moño que deja a varios de sus mechones sueltos. De los cajones de la pequeña cómoda que tengo a mi lado saco una diadema violeta que se ajuste a su cabeza y se la coloco amorosamente. Ella se queda quieta mientras la adorno.
—Ya estás lista —digo después de dejarla en su respectivo asiento.
Para esta fiesta de té, pedí que prepararan bollos de crema dulce y pastelitos con betún de arcoíris y chispas de estrellas. La infusión es de frambuesa y hay varios tarros que contienen a los terroncitos de azúcar que se deshacen con el agua caliente. En una bandeja dorada hay emparedados pequeños de jamón y queso, acompañados de aceituna negra y lechuga.
Todo luce sofisticado, desde el mantel, con estampado de mariposas lilas, colocado sobre la redonda mesa de caoba y el juego de té cuya porcelana fue pintada a mano; hay tulipanes amarillos en la tetera, hortensias en cada taza y los platitos tienen un grabado de diferentes hierbas.
Estoy segura de que mis amigas estarán felices con lo que planeé. Es diferente a la fiesta del sábado, incluso se distingue de la del martes. Además, hoy han venido Theresa y Octavia, las reconozco por sus nuevos vestidos en azul celeste y rojo carmín. Son mejores amigas, siempre tienen que estar juntas y en la misma repisa para que así conversen de sus mayores secretos.
También llegó Anita y luego Maude. Espero unos minutos más, mientras les doy la bienvenida a cada una porque soy una excelente anfitriona, y llega Hazel con Rebecca. Todas están reunidas y cada una me agradece a su manera. Sé que me consideran una buena amiga.
—Una nueva colección de ropa llegará desde Vinterwills para la primavera —comento, imaginando sus suspiros de sorpresa—. Papá prometió comprarme guantes de encaje y cintas para mis vestidos.
Hoy mi habitación no es un sitio solitario, ni mucho menos aburrido. Me siento muy contenta porque puedo hablar cuanto quiera y sé que seré escuchada. Seguramente así es como se sentirá convivir con personas de carne y hueso. Tengo pocos amigos que me hablan de vuelta, de modo que mis muñecas me ayudan a practicar hasta que el día en que por fin pueda salir de la mansión a la hora que quiera y se me permita conocer al resto del mundo.