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JiMin y YoonGi caminaban por el supermercado

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JiMin y YoonGi caminaban por el supermercado. JiMin se preocupaba de que YoonGi no se tropiece con alguna cosa en los pasillos, lo cual podía suceder mucho más cuando el pelinegro estaba totalmente concentrado en mirar el papel que tenía en manos donde estaba anotado cada cosa que les faltaba en el apartamento.

— Vale, de acá necesitamos azúcar. —Dijo apuntando el pasillo donde estaban las bolsas de azúcar. JiMin solo asintió tomando una bolsa de azúcar y la metió en el carrito de las compras. Siguieron caminando con tranquilidad, aunque JiMin se sentía como si estuviera supervisando a un niño de que no se caiga

— Hyung, mira por dónde caminas. —Advirtió JiMin. Se distrajo solo por las bolsas de sal, pensando si les faltaba en casa. Cuando volvió a mirar a Min, pudo ver cómo iba directo a tropezar con una caja, sin darse cuenta al andar leyendo la lista.— ¡Yoon! —Antes de que el otro caiga, corrió rápido para sujetarlo con sus brazos.

YoonGi pestañó confundido.— ¿Qué? ¿Qué pasó? —Ni cuenta se había dado que casi se caía de cara por su distracción.

El pelirubio solo suspiró y le sonrió dulce.— Que tú, señor distraído, casi te caes por andar mirando esa lista. Mejor dámela a mí y te voy diciendo lo que falta. —El mayor asintió. Era mejor eso antes que caer de cara y golpearse en público.

Siguieron andando por los pasillos, tomando algunas cosas para dejarlas en el carrito. Al terminar y tener todo listo, se dirigieron a pagar todo lo que compraron, esperando en la fila tranquilamente.

Gigi... —Llamó JiMin mirando al pelinegro con voz dulce y tierna. YoonGi le miró y alzó una ceja.

El pelinegro suspiró.— ¿Qué quieres llevarte?

— ¿Podemos llevar también chocolate, por favor? —Había justo a un lado de la fila un mostrador con chocolates y dulces pequeños, tentándolo.

— Con tal, el que va a pagar eres tú. —JiMin sonrió feliz, mientras YoonGi rápidamente salía de la fila al ser ya el turno de ellos, esperando a que la cajera vaya pasando las cosas para irlas dejando en una bolsa.

— ¡Gracias! —Tomó emocionado algunos chocolates, luego cayendo en cuenta lo que dijo el otro.— ¿Cómo que voy a pagar yo?

— Buenos días. —Saludó amable la cajera, pasando la comida por la máquina que tenían la mayoría en los puestos.— ¿Va a pagar con tarjeta o en efectivo?

Ya era tarde para quejarse. Solo pudo suspirar y asentir para sí mismo.— Con tarjeta. —Mientras hacía eso, YoonGi sonriendo iba pasando todo a la bolsa de género de forma ordenada, para que todo quepa perfectamente.

— A nuestras hijas les hubiera gustado esto. —Escuchó a lo lejos unas voces muy conocidas, sintiendo escalofríos en su cuerpo. Miró a donde venía la voz, encontrándose con su madre y la mamá de JiMin, quienes miraban una sección donde había muchas palomitas y justo al lado, en oferta, algunas mantas poliéster.

Sonrió nostálgico; Cada viernes por la noche, JiMin y él, antes de su segunda oportunidad, se dedicaban a ver películas juntos en la casa del otro, con las mantas poliéster y una fuente de palomitas, que algunas veces caían al piso cuando empezaban a molestarse entre ellos, tirándose las palomitas a la cara. Así que, un día antes, y si ellos no podían, les pedían a sus madres que si podían pasar al supermercado para comprar palomitas.

Esas noches de viernes eran una completa locura.

"Hace mucho que no tenemos un viernes de palomitas" Pensó, suspirando finalmente. A veces juraba que todo lo que pasaban era un sueño, un muy raro sueño, pero a los segundos se regañaba mentalmente diciendo que no era así, que esta era la realidad de ambos. También pensaba en cómo hacer que su madre se dé cuenta que su hija menor estaba viva, pero no cómo una mujer.

Antes de que se pusiera triste, volvió a concentrarse en ir acomodando lo que habían comprado en la bolsa de tela. No era momento para ponerse a recordar y pensar.

— Listo, ya pagué todo, pero la debes. —Dijo JiMin una vez estuvo al lado de YoonGi, tomando la bolsa cuando ya todo estaba dentro.— ¿Todo bien, Hyung? —Preguntó preocupado al ver al pelinegro en un trance, mirando un punto fijo de la bolsa.

El pelinegro salió de su trance y asintió rápido.— Sí, todo bien. Vámonos. —Sonrió levemente, empezando a caminar hacia la salida.

JiMin sin más le siguió, aunque aún un poco preocupado por el otro. De igual forma, ambos salieron del supermercado en silencio y calma.

Apretó fuerte los tirantes de la bolsa cuando escuchó cómo alguien tocaba la bocina de su auto impaciente por salir del tráfico. Solo cerró los ojos por unos segundos y respiró profundamente, volviendo a abrir los ojos una vez se hubiera calmado.

Miró al pelinegro que estaba un poco más adelante suyo y pudo fijarse en un pequeño detalle; El pálido estaba estirando los dedos de su mano, cerrando y abriendo su mano, cómo si la hubiera hecho puño fuertemente. Además de eso, también estaba sobándose la palma delicadamente. Elevó su mirada cuando vio cómo se volteaba para mirarlo sereno.

— Ahora es mi turno de preguntar si estás bien. —Jimin asintió. Había algo, sabía que de algo no se estaba dando cuenta.

— Perfectamente, ya lo voy controlando. —Siguieron su camino, YoonGi en silencio y tranquilo, mientras que JiMin intentaba mirar la palma de la mano del pelinegro, cómo si hubiera algo allí. Pero poco lograba ya que YoonGi había ocultado sus manos en sus bolsillos, apenas se le veía la muñeca.

Algo había, de eso podía estar seguro, pero ¿el qué? No sabía exactamente que buscaba en la mano de YoonGi, pero algo debía tener. Suspiró intentado olvidarlo. Quizás solo se estaba haciendo falsas ideas y estaba exagerando.

Ambos salieron de sus pensamientos cuando escucharon el maullido de un gatito. Se miraron entre ellos y sin necesidad de decirse algo en palabras, empezaron a buscar con la mirada de donde provenía el maullido.

De una cajita que estaba dada vuelta a un lado junto a un basurero fuera de un restaurante, un gatito gris con blanco iba saliendo. Era pequeñito y estaba delgado, no tendría más de tres meses.

JiMin y YoonGi se acercaron al gatito, siendo el pelinegro quien lo tomó en brazos y le acarició la cabecita. Ambos jóvenes se miraron expectantes, buscando una respuesta en el otro a una pregunta que ni ellos mismos sabían. Lo único claro era que no podían dejar ahí a ese pequeñito.

 Lo único claro era que no podían dejar ahí a ese pequeñito

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¡Este No Es Mi Cuerpo! ; JimSuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora