4. Dividida

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El ambiente era totalmente distinto en la Madriguera. Hermione ni siquiera había entrado cuando notó todo el peso de la realidad sobre sus hombros, como Atlas cargando con la Tierra. Pero ya no había vuelta atrás.

Molly la recibió como si aquella breve separación hubiera sido lo que realmente era: sólo una visita a los padres y vuelta a la fiesta.

—¿Está Ron en su cuarto?

—Sí, aunque está algo triste. No sé qué pasó en casa de los Lovegood, pero le afectó.

Hermione asintió.

—Todos vimos algo que nos afectó mucho —dijo, sin querer entrar en detalle. No habló de que el efecto había sido más que positivo en Harry y Ginny—. Voy a subir.

—Vale, querida. Dile que si quiere postre aún queda de ayer.

—Claro.

Subió las escaleras hecha un manojo de nervios. Pensaba que resbalaría en cualquier escalón y se abriría la crisma, de tanto que temblaba.

Se encontró con Harry en el rellano. Sólo se miraron. Él asintió, aunque no sabía nada de nada. Ni le iba a decir nada tampoco. Él seguía intuyendo el cambio.

Al final, llegó a la puerta de Ron. Llamó un par de veces.

—Ron, soy yo.

—Pasa —le dijo débilmente.

Hermione abrió y cerró la puerta rápidamente tras de sí. Ron se encontraba tumbado en la cama, sólo con un poco de luz del exterior iluminando su cama. La miró. Hermione pensó que le recriminaría que hubiera tardado un día en volver y descubrir qué le pasaba, pero no lo hizo.

—¿Qué pensamiento tuviste? —le preguntó directamente ella.

—El funeral.

Sí, había el funeral. Aquello que en casa de los Weasley no tenía que ser sacado a la luz. Todos los combatientes de Hogwarts acordaron enterrar a sus difuntos en un mismo sitio. Reservaron un espacio en las cercanías del lago para poner un memorial de piedra, cerca de la tumba de Dumbledore, pero escogieron un lugar algo más apartado dentro de las lindes del castillo para tenerles ahí, todos juntos, descansando allí donde lo habían dado todo por su mundo. Fred, Tonks, Remus, todos, sin distinción, estaban allí.

Los Weasley no acudieron a ninguno de los homenajes los años siguientes, sino que prefirieron concertar visitas a solas con el permiso de la directora McGonagall. En una mezcla de privacidad y falsedad, habían deseado tener a Fred más cerca de ellos, en la Madriguera, y su forma de protesta era aquella... lo que también creaba esa atmósfera tóxica que Hermione había odiado todo este tiempo. Nadie había superado nada. Ni siquiera, pensaba Hermione, creía que lo hubieran asimilado aún.

Ron quizás lo estaba haciendo ahora, igual que ella había llorado tanto aquella mañana.

—Entiendo. ¿Quieres hablar de ello?

—No sé qué decir, pero... prefiero meditarlo solo.

—No hagas eso. —Ron, que apenas la había mirado, prestó atención—. No te lo guardes. Necesitas expresarlo.

Su novio se quedó en silencio unos instantes.

—Creo que estoy preparándome para hablar —dijo, de forma muy madura. Hermione, que había acudido a aquella casa con unos pensamientos y temas muy distintos a tratar, se sintió afligida de ver a su novio de esa manera. De repente, lo de Luna quedaba tan atrás...

—De acuerdo. El tiempo que necesites. Estoy de vacaciones, así que puedo quedarme unos días si es necesario.

Ron asintió y se dejó abrazar por su pareja cuando ella dio unos pasos hacia él. Hermione podía sentir a Ron cayendo de repente por el mismo pozo en el que ella seguía descendiendo después de tanto tiempo. Tuvo esperanza inmediatamente. La necesaria curación empezaba ahora, y si Ron tenía que prepararse mentalmente para admitir lo que había ocultado este tiempo, que así fuera.

Copos de nieve [Hermione Granger x Luna Lovegood]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora