2. Rescatada

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Unos segundos después, estaban delante de la torre de la familia Lovegood. Por fuera, todo estaba igual. La nieve empezaba a tomar asiento entre las plantas del jardín, sin ciruelas dirigibles esta vez. Ahora había dos manzanos jóvenes enmarcando la entrada, en vez de aquellos más ancianos que el ataque que sufrió la casa (aparentemente) destruyó. La madera de la puerta parecía recién barnizada, pero seguía teniendo aspecto de haber vivido muchas explosiones caseras.

Dicha puerta se abrió sin que nadie llamara y Luna apareció con su larga melena atada a un costado y un conjunto en azul y blanco, como su casa en Hogwarts. Su rostro parcialmente deslizado hacia la locura era un sinfín de rastros de felicidad.

—¡Hola! ¡Qué rápido! ¡Pasad!

Los cuatro invitados siguieron a Luna, quien se escurrió con velocidad hasta la cocina y sacó una bandeja de tazas de té. A Hermione le picó la curiosidad: ¿por qué no lo hizo con magia? ¿Acaso era dedicación a sus amigos?

La casa había sufrido un ataque de inspiración artística durante aquellos años. A pesar de que la mayoría del lugar tenía el azul como protagonista, había formas, figuras amorfas, animales y siluetas de personas en distintos colores, algunos destacando vivazmente por encima del azul. Luna no había cambiado nada. Hermione la pudo imaginar en un arrebato artístico simplemente llenando todo y ella misma de pintura.

Hermione dejó su ruta turística mental y se fijó en el centro de la estancia: Neville ya había llegado y estaba en el sofá más pequeñito de todos. Se había abrazado con todos sus amigos y ahora le tocaba a ella.

—¡Hola, chicos, cuánto tiempo!

—Hola, Neville. ¡Tienes buen aspecto! —comentó Harry.

Lo que vino a continuación sorprendió a Hermione: empezó la conversación menos trascendental del mundo. Neville explicó inmediatamente que no encajaba con los aurores (Hermione ni sabía que había sido compañero de Ron y de Harry, eso la molestó) y se empezó a buscar la vida con la herbología y entró de prácticas con Pomfrey en Hogwarts. En cambio, Luna se había pasado prácticamente todo este tiempo bien cuidando de la casa, o bien viajando con su padre buscando criaturas exóticas y buenas historias para el Quisquilloso.

Lo sorprendente para Hermione fue que le apeteciera tanto. Obviamente aquella conversación iba a suceder, pero normalmente a ella le entusiasmaban mucho más las discusiones sobre el conocimiento, una conversación que iluminara su cerebro con interés y contenido, que fuera estimulante. Eran aquellas conversaciones que ya sólo podía encontrar en los libros, debido a la alta carga de su trabajo y la habilidad de Ron para perderse al cabo de dos minutos de explicación.

Su rostro se ensombreció un tanto recordando dónde había estado hasta ahora. El momento indicado para que Luna la intentara sacar de quicio:

—¿Queréis ver los peribelibedes? En la parte de atrás se han reunido muchos.

Los invitados se miraron con la lógica duda en los ojos.

—Vamos, será divertido —se apuntó Ginny.

Los cinco se levantaron y pasaron a la parte del nuevo estudio del padre de Luna, que aparentemente no estaba. Allí la decoración era un poco más sobria, pero también había muchos cachivaches que Hermione estaba totalmente dispuesta a evitar. Luna lanzó un pequeño conjuro para esclarecer el cristal de la única y bastante ancha ventana para que se pudiera ver el exterior con claridad.

—Oye, Luna, ¿y tu padre?

—No ha podido volver a tiempo de su viaje a Hungría con unos amigos —dijo, sin mirarles—. Estaban investigando una variante parcialmente invisible de dragón y necesitaban su ayuda.

Copos de nieve [Hermione Granger x Luna Lovegood]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora