Te quiero contar una historia, mi pequeña hermosa —pienso para mis adentros—. La historia de cómo llegaste hasta mí, porque ha sido tal vez uno de los días más bellos que he tenido en toda mi vida.
Acaricio su naricita con la punta de mi dedo, sus ojitos estás cerrados porque duerme, pero de todos modos me siente y mueve un poco su boca.
Me fascina poder abrazarla después de tanto tiempo de esperar a que llegara, es tan pequeña y frágil que me da miedo que si presiono demasiado pueda hacerle daño.
— Pero no te preocupes —le digo— siempre te voy a cuidar, nunca dejaré que nada te lastime o te aparte de mí.
Todos los años que viví sin ella dejarán de importar en un tiempo porque ya está conmigo. Esas terapias, los tratamientos, la soledad, el sufrimiento, se verán tan lejanos que será como si no hubieran existido.
La quise conmigo desde hace tanto tiempo.
Cuando Guillermo y yo nos casamos tomamos la decisión de esperar uno o dos años para dejar que llegaras, pero, el día que se cumplió aquel periodo fue cuando nos dimos cuenta de que los problemas comenzarían. No sabíamos a qué se debía, pero por alguna razón yo no podía salir embarazada. Era como si algo nos impidiera hacer este sueño realidad.
Miro a mi pequeña ante el pensamiento de aquéllos oscuros días, la acerco un poco hacia mí y le doy un pequeño beso en su frente. Me encuentro sentada junto a una ventana, contemplando el atardecer, viendo cómo la luz del sol que se esconde, ilumina su carita y le da un tono rojizo.
Por mucho que trato de no pensar en esos días, creo que debo dejar que se vayan, y ahora que sé que jamás te perderé de todos modos, no me podrá afectar recordarlos.
Me cuesta admitir que una parte de mí estaba feliz cuando no estabas tú, tal vez porque tener una familia sí era un sueño que yo perseguí, sin embargo, que no anhelaba con tanto fervor como otras parejas a las que conocía. Incluso mi madre, cuando había pasado el tiempo que nos habíamos propuesto, comenzó a preguntarme cuándo llegaría su nieto.
— Ay, Claudia —me decía—. Para el tiempo que llevan casados, yo ya estaba planeando a mi segundo niño y tú no vas ni por el primero.
No sabía si eso quería decir que era yo quien estaba mal, aunque no me detuve a pensarlo, yo tan sólo quería esperar un poco, no sentía que fuera el momento indicado para comenzar con una responsabilidad tan grande como la que representaría tener una familia propia además de mi esposo.
Estaba bien, no necesitaba un bebé, esa idea de que toda mujer se sentía completa cuando por fin se convertía en madre no encajaba conmigo. Y quería seguir así por mucho más tiempo. Tenía libertades que no podría tener si tuviera hijos, podía hacer lo que quería cuando quería y no tenía que detenerme por pensar en cómo cuidar a un bebé o si tendría dinero para comprarle pañales o alimentos.
Eso no era suficiente para todos los demás. Todos ellos preguntaban una vez tras otra "¿Cuándo van a tener al bebé?" "¿Para cuándo los sobrinos?" "Me hago vieja, ¿ya viene mi nieto?". De cierto modo, me sentía culpable por no permitirme tener el deseo de ser madre, y me hacían sentir una egoísta porque pensaba que yo era quien les negaba la alegría de poder convivir con el bebé que no tenía, pensaba que todo era mi responsabilidad, y al mismo tiempo me negaba a la idea de querer tenerlo.
Recuerdo la primera vez que de verdad sentí que quería tener un hijo. No sé a qué se debió ese cambio tan repentino de ideas, pero llegó un momento donde, aunque no me sentía preparada, dentro de mí algo se encendió.
Fue un día que salí a comer con mis amigas, llegamos a un restaurante durante la tarde, no había mucha gente dentro, así que encontrar una mesa para cuatro no fue difícil. Ese día las dos de ellas que ya eran madres habían llevado a sus pequeños, y la otra tenía unos meses de embarazo. No nos habíamos visto en mucho tiempo porque casi siempre una de nosotras estaba ocupada con algo del trabajo o la familia, por lo que ese día se volvió muy especial para mí.
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Relatos De Una Mente Inestable [Historias Cortas]
Short StoryDiferentes historias de psicopatía, asesinatos, depresión, y otros desórdenes que llevan a la mente una persona al límite de la desesperación y la locura. Portada por: @antarcticwitch desde Editorial @E_Lighthouse