Geraldine

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Nuevamente soy yo, Geraldine.

Caminando por las calles vacías, sin recuerdos, ni memorias. La brisa del mar tranquilizaba aquel sitio inundando con el sonido de las olas el bullicio del pueblo.

Un restaurante aparecia mágicamente en mitad de la nada, de allí salía una bella muchachita de cabello corto y ondulado, en esas siluetas se han perdido mil marineros.

Un chico común se acercaba por la acera. Al verla inventaba al instante historias absurdas de cómo sería el alma... de esa mujer.

Lentamente contando los pasos, disgustado por cada segundo que no estaba a su lado. El sonido del mar poco a poco se apagaba. La luz de las estrellas era opacada por la aquel recinto, todo quedó atrás, sin embargo la luna en su mirada lograba traer la magia del océano dulce, tranquila y salvaje.

En ese instante pensaba, como siempre, me iría sin mediar ni una sola palabra. Ella me miraría aterrada, escabulléndose de mis ojos, no diría nada y me dejaría como cualquier persona indiferente.

Mmm, regresemos nuevamente...

Caminando por esas calles vacías, sin recuerdos, ni memorias del pasado. La brisa del mar tranquilizaba el espacio, inundando con el sonido de las olas el bullicio de su mente.

Un restaurante se divisó a lo lejos, una linda camarera de pelo corto, claro y ondulado apareció por un momento.

Él, un chico común que se acercaba por la acera del frente, habían pasado varios días en que la había topado sin ella saberlo.

¿Como mirarla? ¿Como hablarle?

Sentado a sus espaldas la miró.
Él se levantó de la mesa, tomó su pedido y se marchó. Absorto en el recuerdo de su mirada

Comencemos de nuevo...

Caminando por las calles vacías, repleta de extrañas siluetas, cuerpos desconocidos y almas por descubrir.

Había olvidado el pasado por completo, un pasado lleno de tropiezos y malas decisiones.
Sentado en frente del mar imaginaba como sería encontrar a una persona, diferente.

Sin recuerdos, ni memorias, trataba de imaginarla, diseñando como esbozos en papel la mirada, el rostro, el cuerpo de alguna mujer. Idealizando, volviendo físico el amor como no se debe hacer.

La brisa del mar tranquilizaba el espacio, la oscuridad, la inmensidad de aquel océano frente a él, dejaba entre ver el paraíso entre sombras y luces tenues. El bullicio de la gente, se apagaba con el sonido del inmenso mar.

Nadie pasaba a su lado, nadie lo miraba, solo era tocado por la brisa del oceano y el sonido de las olas como la voz suave de un viejo amigo.

En el restaurante a sus espaldas, como si DaVinci resucitará y un lienzo la dibujara. Una linda jovencita con cabellos ondulado como un juego del destino, un laberinto de almas perdidas, amores inconclusos y decisiones por tomar.

Aquel chico común, de aspecto sencillo, desenvainando su espada, dispuesto a luchar contra sí mismo. Se aproximaba por la acera, caminando a pasos cortos, pensando mil historias de cómo acercarse a aquella obra maestra puesta delante de sus ojos, que solo pudo haber sido realizada por un ser supremo, Dios.

Se sentaría a su espalda, la miraría como un niño, algo misterioso.

Recuerdo que tomaron sus palabras como bebidas, comieron un poco de tiempo. Ella no comprendía quién era aquella persona, ni él tampoco la chica que tenía al frente.

Sus sonrisas se entrelazaron en ese juego de timidez, de proteger los secretos más amados.

Le preguntó sobre su vida y ella como una carta relato lo que le pedía, luego, casi en la ronda final, su nombre salió de sus labios color carmesí... Como sangre en la espina de un rosal, Geraldine se hacía llamar.

Ahor asi... escribiendo sobre ti

Caminar entre multitudes, rincones completamente vacíos. El sonido del silencio ensordeciendo cada lugar. Las sombras alumbrando los caminos olvidados y aquellos opacados por la luz del día.

El bullicio de la gente que relajaba al viajero, una utopía sin sentido... caminatas en una ciudad sin espíritu.

Quisiera por primera vez, escribir sobre ti. Desde la mirada de un simple mortal.

Te llamabas Geraldine y recuerdo perfectamente la primera vez que te vi. Si mis pensamientos se escucharan, por doquier te dijese que coincidimos en espacios, pero nunca en momentos. Un juego interminable de un destino inconcluso. Ningún instante fue suficiente para que aquel maldito hiciese su trabajo.

Si, recuerdo a la perfección la primera vez que te vi, una niña hermosa, con los ojos color sol, dulces y amargos como la miel. Una voz angelical que acurrucaba mis miedos. Tus manos suaves como el abrazo de un ser amado.

Aquel recuerdo que de repente llegó a mi memoria. No fue más que un instante, el segundo en el que por fin pude verte a los ojos, hermosos, claros como el atardecer, una fotografía de justo el instante en el que el último rayo de sol toca la tierra; la penumbra de aquella estrella en tu mirada.

Mientras, con esa sonrisa en una cara perfectamente adornada por cabellos ondulados, envidiados por Poseidón y las olas de su mar. Me robaste el aliento, cada segundo era una batalla por sobrevivir, me atacabas con miradas, y sonrisas. A mi, un simple mortal. Las palabras improvisadas con las que pudiese atacar salían de mis labios entrecortadas intentado acariciarte a lo lejos.

Aún recuerdo el instante en el que la toqué, olvidé el virus, olvidé el mundo, me olvidé de mi.

Sus manos suaves. Las caricias de una madre, la tranquilidad de un beso después de haber llorado, el regreso a casa después del trabajo.

Solo fue un instante, un segundo, un momento. Cuando por fin supe quien eras, cuando por fin supe de ti.

No estoy seguro de quién diablos seas, quizás no te conozca, quizás no me conozcas, pero soy yo nuevamente... Geraldine.

Historias Entrelazadas - Geraldine Donde viven las historias. Descúbrelo ahora