❝dos❞—¿Y cómo era ella?
Ella, era raro que alguien más la llamará de esa forma que no sea yo, desde ese día la llamaba así porque, sinceramente, pronunciar su nombre... rompería mi corazón. Volví a suspirar con su imagen en mi mente.
—Alta, hermosa y muy risueña también súper competitiva y enojona cuando estaba en sus días —respondí. Ella siempre fue fácil de describir.
—¿Y te dejo?
Maldito mocoso. ¿Por qué no me respeta?
—Yo no lo diría así.
Ella no me había dejado, por supuesto que no, nuestros caminos se separaron por algunos inconvenientes, eso era todo. Aunque yo fui el principal causante de esos inconvenientes.
Bueno, si me había dejado.
—¿Te dejó porque eres un viejo rabo verde? —carcajeó Takeru.
¿Viejo rabo verde? ¿Dónde había aprendido este mocoso a decir tales palabras tan ofensivas?
Negué con la cabeza, no es que fuéramos novios de verdad —agregare el creo por si acaso— creo, después de todo ella estaba en tercer año de secundaria y yo, en segundo de preparatoria. Quince y diecisiete años para ser exactos, era poco para mi pero para ella siempre fue una diferencia muy grande.
Supongo que por eso nunca se lo pedí oficialmente y bueno, luego estaba lo otro, que tan solo intentar recordarlo me daba una jaqueca insoportable. Fui muy estúpido, bueno, ella me volvía estúpido.
Sus ojos dorados y su bonita sonrisa, me sacaban de mi mismo.
El niño frente a mi dejo de carcajear y su rostro se volvió serio, tomó su bolso y sacó de él un par de onigiris.
—Mamá dice que cuando estas triste es bueno comer.
No me había dado cuenta pero al parecer, mi rostro le transmitió a mi pequeño sobrino cada uno de mis pensamientos. Así que volví a sonreír para no preocuparlo más, quise recibir el bocadillo que me ofrecía pero el mocoso lo escondió detrás de su espaldita.
—Primero dime porque te dejo —habló y estoy seguro que era con malicia— no quiero cometer los mismos errores que mi tío cuando tenga una novia.
Acaso... ¿Acaso fingió empatía para hacer su jugada?
Estoy ofendido y muerto de hambre.
Y hablando de hambre, aún podía saborear el delicioso bentō de semanas atrás que esa chica desconocida —posiblemente A— le dio a mi mejor amigo. Espere verla los próximos días pero fue en vano, ni Iwa-chan, ni yo, volvimos a verla. Como hubiera deseado ver su rostro, aunque sea por un segundo, porque la imagen que tenía de A, poco a poco iba haciéndose más y más borrosa en mi mente.
No me gusta olvidar a las buenas personas que tienen detalles tan lindos conmigo.
—Oi, Tōru, otra vez volvió esa expresión —la manito de Takeru se movió frente a mi sacándome de mis pensamientos. Su mirada se veía entristecida, ¿por qué?— Lo siento Tōru. —¿Eso en sus ojos eran lagrimas?— No debí ser tan imprudente.
Oh no, no, no.
—No se muy bien que hice —respondí despreocupado limpiando las diminutas lagrimas que se asomaban por sus ojitos. Él no necesitaba saber lo que hice, no debería siquiera pensar en algo como eso—. Aunque eso no importa demasiado. Recuerda lo siguiente Takeru, las chicas siempre tienen razón.