Rose

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Una tarde tranquila, el sol moría como de costumbre en al horizonte, el mar sereno esperaba con tranquilidad reflejar la luna en sus aguas, mientras que el viento lo acariciaba tenuemente.
Su espalda era una duna de arena, y su piel el oasis del desierto, las manos de aquel hombre la acariciaban lentamente, empapada con el agua que brotaba de su alma al ser amada, estaban hechos a la medida el un viajero sediento, maltratado por el sol y calor de la vida, y ella un oasis el paraíso sobre la tierra.
Él despertó en la madrugada, acarició en falso la silueta de su amada, en el sueño y la realidad logro cerciorarse que a su lado no habia nadie, se levantó con suavidad y se sentó sobre la cama, la ventana ya dejaba entrar el viento y los primeros rayos del sol, ese momento en que el amanecer parace estar muriendo, el crepúsculo del inicio del día, un instante efimero que se hace eterno en la memoria. Cerró los ojos, y frotó sus ojos con sus manos, estaba despertando poco a poco, cuando un ruido en la cocina lo sobresaltó, salió corriendo de la habitación, antes de cruzar la puerta hacia la cocina divisó un líquido color rojizo que cubría una parte del suelo, llegó hasta la puerta y ahi estaba ella luchando con todas sus fuerzas para sacar una rata que se habia, minuciosamente, metido por la ventana, llevaba un trozo de queso en sus patas delanteras, mientras esquivaba los gritos y golpes de la chica, hasta que logro meterse entre los pies de él y escapar, por cierto, Matías, Rose lo miraba apenada con una escoba en las manos y el corazón a cien. La cocina estaba hecha un desastre las ollas volaban, las verduras y tomates adornaban el suelo, las frutas rodaban por el meson, lo unico que quedaba intacto era un pan con huevos revueltos sobre la estufa.

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