Prólogo

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2:49 a.m

Las fiestas de la universidad apestan, lástima que no me di cuenta antes, podría haberme evitado gastar dinero en el viaje de ida, el jabón que lavará la ropa que uso hoy y la asquerosa bebida que compré apenas llegué. Soy horrible bebiendo, pero no podía ser el único que no lo hiciera, y ¡Sorpresa!, las bebidas no son gratis.

No soy alguien irritable ni tacaño, pero tengo mis excepciones, y en ésta ocasión estoy en todo mi derecho de quejarme, así que lo haré en este momento.

Me levanté del asfixiante sillón en el que estaba medio sentado y esquivando al cúmulo de personas me dirigí al "escenario" que había en el bar que alquilaron los casi-graduados. Cuando logré subir, agarré el maldito micrófono y grité.

—¡Todos en esta puta universidad son asquerosos, ésta fiesta es asquerosa, los profesores lo son, sus odiosos métodos de estudio, y sus estúpidas reglas —tome aire y seguí —¡Mueran, mueran de una vez!, ¡¿Algún alma caritativa que quiera incendiar esta mierda?!

Desgraciadamente mi mensajee no se entendió y todos los integrantes del lugar me aplaudieron, ¡Hasta el barman lo hizo! Seguido de gritos, chillidos y hasta golpes. No, no quiero destruir el bar, si no a los que lo alquilaron.

Estaba dispuesto a irme del lugar, pero antes de eso una mano se posó en mi hombro y ahí fue donde encontré al que sería el amor de mi vida, en otras palabras.

­ —¿Hablabas en serio cuando dijiste que querías incendiar el lugar?

—¿Quieres ser mí cómplice de genocidio?

—Creo que eso sería genial.

Y aunque no incendiamos el lugar, al menos salimos de él y nos dirigimos a su casa. Al inicio de nuestra amistad.


Mi compañero de crimenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora