Symphony in Red and Green

My Immortal

Canción: My Immortal - Evanescence

Normal AU

Angst

Advertencia: Preparar pañuelos.

Recomendación: Escuchen la canción en bucle mientras leen.

...

Estoy cansada de estar aquí...

Reprimida por todos mis miedos infantiles...

- Es su decisión-dijo el médico con voz solemne y el Universo pareció detenerse ante sus ojos-. En este punto hay poco que podamos hacer. El daño era demasiado. Podemos intentar ganarle tiempo con un...

Katie dejó de escuchar al médico en ese momento. En sus oídos sólo escuchaba el palpitar de su corazón agitado. Sus más grandes miedos de antes de llegar al hospital se acababan de confirmar en ese momento. Una gruesa lágrima resbaló por su mejilla mientras intentaba procesar lo que estaba pasando.

Cuándo creyó que el médico había terminado de darle sus condolente lista de opciones sólo se dió la vuelta y caminó como en un sueño hasta el cuarto de hospital donde estaba él...

Y si tú te tienes que marchar...

Desearía que simplemente te fueras...

Tu presencia todavía se resiste a irse de aquí...

Y no me dejará sola...

El médico había dicho que estaba fuertemente sedado y que posiblemente no se daría cuenta de su presencia, pero ella conocía a Keith desde el inicio de los tiempos. Sabía que no era así.

Se acercó a la orilla de la cama, acarició el cabello azabache que le cubría la frente y tanto le gustaba, y su corazón se retorció dolorosamente. Ahogó un sollozo que pugnaba por salir desde lo más profundo de su estómago.

Los párpados de Keith bailaron ligeramente y ella alcanzó a ver un atisbo de esa mirada violácea que tanto amaba a través de las espesas pestañas negras. Su mano se movió ligeramente en su dirección y ella la tomó entre las suyas. Los ojos de Keith se abrieron todo lo que su escasa fuerza le permitía, en una súplica silenciosa. Una súplica que ella conocía...

Una súplica que le dolía hasta lo más hondo de su alma.

Estas heridas no parece que se curen...

Este dolor es demasiado real...

Hay demasiadas cosas que el tiempo no puede borrar...

Había conocido a Keith Kogane cuándo tenía 14 años y él 17. Ambos se encontraban solos en el mundo, olvidados en un orfanato del estado en el que tenían suerte si alguien se acordaba de su existencia. Ella había perdido a sus padres y hermano en un accidente hacía poco tiempo. Él ya estaba allí.

A pesar de sus personalidades terriblemente diferentes, se habían entendido perfectamente el uno al otro desde el momento uno. Habían hecho un pacto silencioso de protegerse de los muchos abusos que ocurrían entre los muros grises de aquél lugar.

A menudo se escondían en un espacio que había entre la respiración de las cocinas y el techo, turnándose la guardia para poder dormir bien mientras el otro vigilaba su sueño, pues en la noche descansar era imposible para ambos. Se mantenían alerta de cada sonido, preparados para defenderse si alguien intentaba hacerles algo.