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Alba entraba por las puertas del edificio que ocupaba su ya no tan pequeña empresa familiar, como todos los días en los últimos diez años y como todos saludó a Joan, el encargado de seguridad, con una leve sonrisa y un buenos días. A medida que iba encontrándose con algunos de sus empleados hacía le mismo gesto automático, ni se planteaba en parar a preguntar cómo estaban o mantener cualquier conversación trivial. Y no es que fuera una de esas presidentas déspotas que explota a sus trabajadores, todo el mundo estaba feliz y orgulloso de trabajar en Martinez y Reche SA. Simplemente sabía que en el fondo esta no era la vida que ella había planeado y se resignaba a pasar los días sin mas. Llegó hasta la recepción de la parte de oficinas y saludó a Sabela, su mejor amiga desde siempre y recepcionista desde el momento en que ella tomó la presidencia.

- Buenos días Sabela.

- Buenos días amoriño. ¿Qué tal el fin de semana? – Alba se encogió de hombros.

- Nada destacable, hice la compra, limpié el piso y vi un montón de pelis antiguas con mis gatas encima tirada en el sofá. – Su amiga le sonrió con ternura, con lástima incluso, pero ya ni eso le molestaba – ¿Hay mensajes?

- ¿Alba Martínez Reche? – dijo una voz detrás de ella.

- Soy yo.

- Esto es para usted. – Una joven repartidora, bastante más alta que ella, le tendió un ramo de flores mostrándole una pequeña sonrisa.

- ¿Para mi? – Cogió las flores sorprendida, nadie le mandaba nunca flores o nada en realidad – ¿Sabe quién las manda? – Preguntó al darse cuenta que no había targeta, pero la chica negó – Gracias. – Se dio la vuelta mirando a Sabela con cara de no entender qué estaba pasando – Sabela pones esto en un jarrón, ¿por favor?

- Aspirina. – Alba se giró al escuchar de nuevo la voz de la chica y ésta, con los ojos clavados en ella de una manera que le cortó la respiración añadió – Póngale aspirina al agua y así tardaran más en marchitarse.

La chica se marchó y Alba, que seguía sin entender quién podía mandarle flores a ella, se dio la vuelta para encontrar a Sabela sonriendo divertida.

- ¿Tienes aspirina? – Preguntó a la recepcionista que asintió – Bien pues... Échale una al agua y...

- Te las dejaré en tu mesa. – Alba asintió, seguía descolocada, pero debía centrarse en su día – Y estos son los mensajes.

Entró en su despacho, habría sido bonito decir que la ventaja de ser Presidenta era poder tener las mejores vistas del edificio, pero la realidad era que se encontraban en medio del polígono industrial así que ni siquiera eso tenía. Dejó el maletín encima de la butaca que ocupaba una de las esquinas de ese espacio impersonal y ojeó los mensajes que Sabela le había dado mientras se sentaba en la mesa. Suspiró, reuniones con proveedores, entrevista con la prensa local, más reuniones.

- Hermanita, ¿qué es esto de qué tienes un admirador secreto? – dijo Marina entrando como el torbellino que era en su despacho para sentarse encima de la mesa a su lado.

- No tengo ningún admirador. – Contestó Alba.

- ¿Y las flores? Que ya me ha dicho Sabela que venían sin nota.

- ¿Si ya has hablado con Sabela para qué me preguntas? – dijo un poco borde – Serán de algún proveedor, se acercan vacaciones y ya sabes como se ponen. – dijo restándole importancia – ¿Tú no tienes trabajo o algo vicepresidenta? – Le dio un golpe en la pierna para que se bajara de su mesa, parecía una adolescente.

- Ya he cerrado el trato con los Nuñez y logrado que papá y mamá no vengan hasta la semana que viene. – Alba puso una mueca de fastidio, no recordaba la visita de los fundadores de la empresa alias sus padres – Así que no, no tengo trabajo.

FLORES PARA ALBADonde viven las historias. Descúbrelo ahora