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Natalia repasa la inscripción una vez más, dan igual los años que hayan pasado, siempre que acude a este lugar siente la necesidad de rozar con las puntas de los dedos aquellas letras.

Alba Reche. 1997- 2055. Amada esposa, madre, hermana e hija. Siempre nos faltará un poco de sol por tu ausencia.

Deja las flores donde siempre y le sonríe al vacío. Sabe que no estaba detrás de esa lápida, pero la Rafi se había empeñado en ponerla, así siempre tendremos un sitio donde dejarle flores, había dicho entre lágrimas y Natalia no se pudo negar. Ahora entendía esa necesidad de su madre, a pesar de saber que aquel era un lugar desierto al menos podía acudir cada mes a dejarle flores. Su ramo de lirios, cortados especialmente para ella. Aquellos que una mañana había decidido plantar en una pequeña maceta de su apartamento.

Enséñame para que no mueran.

Le había pedido con su sonrisa, el pelo despeinado y su cuerpo cubierto solo por su camiseta de Jambo. Le explicó cómo cuidarlos y luego le hizo el amor en su terraza como tantas otras veces. Si se hubiera llegado a imaginar lo corto que sería su viaje aún habrían sido más, ¿pero quién conoce su futuro?

Se la habían llevado demasiado pronto, media vida planificada que se detuvo con aquel maldito diagnóstico. Aún le dolían las palabras del médico y la mirada triste de la enfermera, compasión por esas mujeres que iban a enfrentar su peor batalla.

– Podemos con él.

Le había dicho convencida la morena y Alba asintió, la creía, como siempre que le hablaba mirándola directamente a los ojos, como ese día que sin ni siquiera tener anillo le pidió matrimonio.

– Porque debemos estar siempre juntas Albi.

Lo único que pidió Alba en su boda fueron flores, cada rincón debía estar lleno de ellas y que su aroma fuera lo que impregnara todo.

La memoria del olfato es la última que se pierde, cuando huela las flores me acordaré de aquel día para siempre.

Rosas, lilas, crisantemos, lirios como no y muchas más, Natalia se pasó días y más días buscando los arreglos perfectos para su propia boda, para que el deseo de Alba se hiciera realidad y por su sonrisa al entrar supo que había acertado.

Natalia repasa las letras, sigue doliendo como la primera vez, su ausencia, ese lado de la cama que nadie podría ocupar. La risa que no existe sin ella. E incluso el calor del sol, ahora menos cálido, porque le falta un cachito para ser completo. Coge aire y traga la bola que se le forma cada vez en la garganta, un mes más, uno más en el que ella sigue aquí y su preciosa esposa no. Puta vida injusta. Deja los lirios y siente su caricia, cada vez lo mismo, es como si su mano se posara en la suya y entrelazaran los dedos. Cierra los ojos, así alarga más la sensación.

– Hola mi vida.

Natalia sabe que nadie va a contestar, pero no le importa, nunca lo hace y aquí sigue trayéndole flores, porque a ella le encanta que le traigan flores. Aprieta los párpados y puede ver esa enorme sonrisa, la de cada ramo que le dejaba por sorpresa, seguía surgiendo a pesar de ser ya miles los que hubiera recibido. Los últimos fueron los que mas dolieron, le costaba disimular el miedo a su próxima ausencia y le temblaban las manos al dejarlos en esa habitación de hospital.

Nat. Cuando me vaya quiero que seas feliz, aunque sea sin mí.

Y Natalia le prometía mentiras, le dijo que no dejaría que la tristeza se convirtiera en rutina y que lo haría, que sería feliz en momentos cortos o largos. Pero no pudo cumplirlo, no existe la felicidad en la soledad de su hogar o en ese lado vacío de la cama. Y ella solo quiere traerle flores y verla sonreír para siempre.

Me encanta que me traigas flores.

La brisa se lo susurra al oído una vez más y ella asiente.

– Te quiero Albi. 

FLORES PARA ALBADonde viven las historias. Descúbrelo ahora