Capítulo "number two":

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El Show de Ellen, CSI NY, La casa de Micky Mouse, y otros programas. Eso había a las once de la noche en la televisión. Nada. Yo quería películas. No ver como famosos millonarios hablan con una rubia que también es millonaria, o como un grupo de personas sin imperfecciones resuelven casos imposibles y después se van a tomar un trago o como un ratón con orejas de elefante habla con una voz tan aguda que podría llegar a romper un vidrio. Yo quería ver una película de acción. Quería besos, pasión, acción – sexo –, chicos en cuero, chicas inútiles que tienen que ser salvadas por un Channing Tatum. Pero en la televisión estaban dando un programa con muerto, a una rubia que nunca deja de sonreír y a un ratón parlante. ¿Por qué a estas… Siento como algo se me tira encima y empieza a lamerme la mano. Ahí estaba Negra, con la lengua afuera, suplicándome por la comida.

— Muertos de hambre — me la saco de encima y voy a la cocina. Sobre una de las hornallas hay una olla gigante llena de arroz blanco un poco pasado. Eso mezclado con alimento balanceado es la definición de “delicia” para mis tres perros. Para ellos eso era igual que el caviar que nunca podía comer. Busqué el cucharón y después abrí la puerta del lavadero. En uno de los muebles, el más alejado y más escondido, estaba la bolsa de alimento. Abro la puerta y meto un vaso con estampado de Meteoro adentro de la bolsa y… no había alimento. Van a tener que comer solo arroz. Y arroz solo es lo mismo que fideos sin queso, aceite, salsa, o cualquier cosa. Lástima, pensé.

Volví a la cocina y agarré la olla. Me desequilibré por el peso, pero luego logré recuperarlo y no caerme con olla y todo.  Al salir de la cocina me dirigí a la escalera y comencé a bajarla. Negra me paso por un costado y casi me tira.

— ¡Negra! — grité desesperada aferrándome aún más fuerte a la olla. Cuando llegué a la puerta del medio, descubrí que esta estaba abierta… había cerrado mal. Tasio comenzó a acercarse peligrosamente, mirando muy fijamente la olla. — ¡Lejos, perro! — grité al ver que era capaz de saltar y tirarme por la escalera. Bajé lo más rápido que pude la escalera y cuando llegué al final, apoyé la comida en una mesa que había en el garaje de al lado lo más lejos posible del borde. Pero eso no detuvo a Keis. Este subió ambas patas delanteras a la mesa y después subió las de atrás. Estaba parado en la mesa. Hijo de… me lancé sobre él e intenté bajarlo. Lo temé de las patas traseras e intenté jalarlo, pero él no se dejó arrastrar tan fácilmente. Comenzó a rasguñar la mesa de roble… Pobre mesa…  Volví a tirar, y logré que saliera, pero… mi espalda golpeo contra el piso y Keis quedó encima de mí. Negra y Tasio se acercaron a donde yo estaba y comenzaron a lamerme la cara. Los saqué como pude, y al pararme los miré con los ojos entrecerrados. Tomé los tres potes donde les servía la comida y comencé a servirles el arroz. Luego de unos minutos, alinee los tres potes y ellos se acercaron. Agarré la olla y antes de irme me di vuelta para ver como… cada uno estaba parado enfrente  de un pote, mirándolo fijamente. Tasio baja cabeza y olió el arroz. Luego la volvió a levantar y me miró, y luego los otro dos también me miraron. Mis hombros cayeron y mi cara se desfiguró ante la escena. Mis tres perros estaban mirándome con la lengua salida, esperado la comida.

— Tienen suerte de que los quiera — dejé la olla en el suelo y me dirigí a la parte de atrás del garaje, donde había un mueble que iba desde el piso hasta el techo. Abrí cada una de las puertas hasta que di con una pequeña bolsa que tenía pegada un pedazo de cinta de papel que decía “muestra de alimento balanceado”. Un golpe de suerte, pensé, al fin. La tomé y sin volver la vista  hacia los tres perros hambrientos, salí por la puerta.

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Seis veterinarias. Seis veterinarias cerradas. Seis mil cuadras – aproximadamente – y solo había conseguido seis veterinarias cerradas. Supongo que mi suerte es limitada, pensé pateando una roca. Seguí caminando. Y también fue un mal día para venir sin el auto… me tropecé y caí de rodillas al suelo. Miré para atrás y me encontré con la piedra  que anteriormente había pateado. Karma, pensé. Me paré, me sacudí las manos y los pantalones, y seguí caminando. Doblé en la esquina y… ¡Una veterinaria abierta! Corrí como si mi vida dependiera de ello hasta la puerta, que tenía un cartel verde que decía “ABIERTO”, y entré. Fui recibida por el olor a perro que tanto conocía en ruido de la campanilla que había sobre la puerta.

Esto ES un "FanFic"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora