ABNEGADO

127 24 0
                                    

Los días continuaron pasando, el miércoles después del trabajo recibí a Adam y Tom en casa, estos tomaron algunas anotaciones de la cocina con la ayuda de un asistente. Después de eso me invitaron al parque Oeste, una actividad fija de Tom era el jugar ajedrez al aire libre con los jugadores locales que ya lo conocían de hace bastante tiempo.

Impresionado vi como por hora y media el pequeño ternero derrotaba a los más experimentados en el juego sin mucho esfuerzo bajo la atenta mirada de los espectadores, estos parecían venir a menudo a verlo solo a él. Adam me conto como hace unos meses se hizo un torneo en el cual el pequeño ternero se llevó el trofeo del primer lugar.

Ahora era viernes en la tarde, le hice una visita a la familia bobina en su taller para afinar detalles de la cocina antes de comenzar, al terminar el pequeño Tom me arrastro por las escaleras hasta llegar al último piso. Apenas entre la elegancia del piso y los detalles de madera de los muebles y marcos no se hicieron esperar, no podía esperar menos de un carpintero que mantener su casa tan bonita.

A medida que avanzaba por la gran sala y el pasillo de las habitaciones el familiar olor del toro cautivaba mis sentidos poco a poco pero un fuerte tirón hacia una de las habitaciones por parte del pequeño me hizo recobrar la razón. Al entrar descubrí que el piso en vez de madera estaba acolchado con un piso de goma de esos especiales para crías, vi el computador que su padre me menciono y muchas repisas con distintos juguetes, las paredes estaban adornadas de muchos abecedarios de diversas formas y colores.

Tom me jalo hacia el centro de la habitación donde había una pequeña mesa con algunos cuadernos, me dio uno que me resulto bastante familiar y apenas lo abrí descubrí que era el mismo que me dio aquel día en el evento, nuevamente lo único que vi era números estampados en sus páginas. Mire al ternero quien por un instante me miró fijamente, más que cualquier ocasión anterior como queriendo intentar decirme algo que nunca entendería.

- ¿Quién es usted y que hace aquí?

Una extraña voz me saco de mis pensamientos, gire mi cabeza y note una gran figura en la puerta, inmediatamente me levante con cuidado de la pequeña silla depositando con cuidado el cuaderno en la mesa.

- Buenas tardes, disculpe la intromisión, soy Albert -me presente-

- No conozco a ningún Albert

La figura avanzo atravesó de la puerta revelando un toro más pequeño que Adam pero de mucha más edad, igual de negro, cuernos un poco más grandes seguro por la edad y algunas canas en su rostro.

- Soy amigo de Adam -explique- el me pidió que acompañara a Tom un momento mientras arreglaba algo abajo

- ¿Amigo? -cuestionó- eso es extraño, él no tiene amigos -se acercó hasta quedar frente a mí- mi nombre es José -estiro la mano- soy el padre de Adam

- Mucho gusto señor José -estreche su mano para saludar- disculpe entrar sin avisar, Adam no me dijo que usted estaba aquí arriba, si no hubiese tocado antes de entrar

- No te dije que estaba aquí porque no sabía que él estaba aquí

Adam entro a la habitación repentinamente hasta quedar frente a su padre, algo en su tono me preocupaba, no sonaba nada feliz.

- Llegaste sin avisar -lo miró de reojo- otra vez

- Si avisaba que venía hubieses puesto cualquier excusa para que no viniera -resopló suavemente el toro mayor- y creo que ya te quedaban pocas excusas

- No son excusas -Adam- sabes que soy un toro ocupado, entre el taller y Tom no me queda mucho tiempo libre para atenderte

- ¿Quién dijo algo de atenderme? -pareció molestarte- solo vine a visitar a mi hijo y nieto, además de ofrecer mi ayuda en lo que pueda, la necesitas

ConexionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora