FOLLAMIGOS

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Pasó el tiempo y el científico no podía tolerar la idea de enamorarse de otro hombre. Aún se sentía incómodo pensándose como un hombre homosexual, no, no gustaba de los hombres.

 Sabía muy bien que las atenciones de Morinaga ya no le incomodaban como antes, para qué negarlo. Aquel chico conocía cada parte de su cuerpo y éste se había adaptado a los encuentros carnales.

Los acercamientos entre los dos eran cada vez más amenazantes, las solitarias noches en el laboratorio eran el horario perfecto para su asistente, cuando menos lo esperaba ya se encontraba con la espalda pegada al locker recibiendo una buena dosis de besos. Con el mínimo roce su cuerpo reaccionaba.

Tatsumi siempre se molestó por esas libertades que su asistente se tomaba. Los te amo ya eran más recurrentes, no sabía cómo sentirse ante aquellas revelaciones, solo conseguía avergonzarse y sentir todo el flujo sanguíneo en sus mejillas. 

Cada día iniciaban y terminaban las jornadas juntos. Por más que intentó ahuyentarle, el chico seguía fiel a su lado.

Morinaga se desvivía por complacer a su superior, con cada encuentro sexual sentía que cada vez se ganaba un pedacito del gélido corazón de su senpai. 

Incluso llegó a pensar que poco a poco lo estaba derritiendo con la entrega total de su amor. Un día menos pensado, su superior empezó a conocer a una mujer preciosa.

Al ver el interés de su senpai, Tetsuhiro se sintió morir lentamente. Un pensamiento constante le decía que aquel rubio solo estaba confundido y que necesitaba experimentar con el género contrario para entenderse a sí mismo.

Los días pasaban y los besos robados no faltaban en las jornadas de trabajo, pero tampoco faltaban las citas que Souichi empezaba a tener con aquella chica. Soportaría aquel tormento siempre que pudiera estar a su lado, no tiraría la toalla.

Tatsumi se sentía un tanto confundido por todo. Por una parte, se sentía totalmente interesado por aquella chica nueva en el campus, era su Diosa de las neurociencias, las pláticas con aquella mujer ya eran de su total interés. 

Cuando hablaba sobre la corteza cerebral tenía una gran fijación por aquellos labios rosas. Salir con ella a tomar un trago fue lo mejor que le estaba pasando en sus días. Empezó a desarrollar una sensación de siempre querer protegerla y no despegarse de ella.

Mientras tanto, no se negaba al profundizar un beso de Morinaga. Sin darse cuenta ya tenía sus manos aferradas a los brazos de su asistente, excitado y necesitado. Con él perdía la cabeza. Con él gemía de placer y no le importaba que estuvieran en el trabajo.

Las visitas a casa de Morinaga no cesaron, seguía entregando su cuerpo de buena gana. Al día siguiente se encontraba con su Diosa, para robarle un beso y sentir el acelerado ritmo cardíaco que le hacía pensar que: con esa chica podía ser posible.

Una mañana los dos científicos disfrutaban del cálido sol en los jardines de la universidad. El jaleo de unos estudiantes cerca de ellos robó su atención, el tema en discusión era sobre los «amigos sexuales» ,Souichi al escuchar aquello empezó a armar bronca sobre la moral de hoy. 

Tetsuhiro le respondió que ninguno de los dos podía juzgar aquella situación porque los dos estaban jugando con el mismo fuego. Muy indignado y molesto, Souichi se fue dejando solo a su asistente, eso fue una ofensa muy grande a su orgullo.

«¡Que no soy gay, maldita sea!»

Y con más razón frecuentó a su Diosa, con la que podía reír sin complicaciones. Diosa estaba empezando a enamorarse del chico amargado, empezaba a conocer sus defectos y le parecían preciosos. 

𝓓𝓮 𝓽𝓻𝓲𝓼𝓽𝓮𝔃𝓪, 𝓼𝓸𝓵𝓮𝓭𝓪𝓭 𝔂 𝓸𝓽𝓻𝓸𝓼 𝓻𝓮𝓵𝓪𝓽𝓸𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora