EL FINAL DE LO QUE NUNCA EMPEZÓ

182 24 8
                                        

Miraba su cuerpo desnudo frente al espejo, cada centímetro no era igual ni del mismo tono. Se preguntaba si esas marcas eran un real fruto del placer o del hartazgo. Vio su rostro curtido de preocupaciones, lamentos, ojeras, ojos un poco hinchados debido al llanto. ¿Cuánto más tenía que soportar? ¿Valía la pena?

Se vistió lentamente, a veces un poco adolorido al inclinarse o flexionarse, sobre todo en el área de las costillas. Emitiendo leves quejidos de dolor, tal vez no dolían tanto o probablemente acostumbrado. Cualquier motivo que fuere, ninguno estaba bien.

Se miró por última vez en el espejo, la ropa ocultaba el producto de sus malas decisiones y de su enfermizo amor. Un día más viviendo o desviviendo en el planeta. Una rutina que ya no le causaba ilusión como antes.

«¿Por qué sigo tolerando esto?»

Fue a la cocina a paso desganado. Preparó una taza de café, la dejó a medias porque no le sintió sabor. Tal vez estaba enfermando. Buscó su mochila y se la llevó al hombro con cuidado. Antes de salir de casa se puso un cobre bocas, no tenía ganas de contestar a los curiosos. En realidad, no tenía ganas de nada.

Sin más remedio que vivir esa vida, caminó a paso lento por la banqueta, tratando inútilmente de evadir los pensamientos recurrentes que le daba miedo tener.

«Yo lo amo. Yo soy insoportable, tal vez me lo merezco»

Llegó a la universidad con fuerzas renovadas, pero con las esperanzas cada vez más cansadas.

—¡Ey, Tetsuhiro!

Yamaguchi, lleno de energía y vitalidad, se acercó a su amigo cuando lo vio en los pasillos.

—Hola...

El chico notó raro a su amigo, hace un par de semanas que lo veía deprimido. Ya no había sonrisas, ni pláticas, ni alardeo con el resto de sus compañeros. Tetsuhiro es un chico bastante sociable, pero últimamente no quedaban muchos vestigios de lo que era.

—Oye, Tetsuhiro ..., ¿Estás bien, hermano?

Morinaga al escuchar esto dibujó su mejor sonrisa a pesar de que no podía ser vista.

—¿Qué dices? Claro que estoy bien.

—No lo sé, hace días te veo.... ¿apagado? — el chico se detuvo por un momento para mirar a su amigo —oye, en serio me preocupas.

—Tal vez sólo estoy cansado. El ritmo se está volviendo pesado.

—Deberías descansar del laboratorio, yo sé que Tatsumi-san es una eminencia, pero también es un demonio. De seguro él te está robando la energía.

Morinaga rio falsamente y palmeó el hombro de su amigo.

—Senpai es bueno, sólo que es muy difícil de tratar. He aprendido mucho con él. — No tenía ganas de ahondar en eso.

Ambos reanudaron su marcha por los pasillos hasta encontrar su aula. Morinaga sacudió su mente para librarse de esas preocupaciones que le rondaban, necesitaba concentrarse en sus clases. Tal vez Yamaguchi tenía razón, pero eso lo reflexionaría con calma en su casa.

Al término de su jornada escolar sus pies lo llevaron en automático al segundo nivel del edificio de los laboratorios. Al estar frente a la pizarra de avisos tomó aire un par de veces.

«Yo lo amo. Estoy aquí porque lo amo...»

Con su mano en el picaporte se terminó de convencer y entró dando un largo suspiro. Desde ayer no lo había visto, ni siquiera se toparon en el pasillo, lo había extrañado y para qué mentirse. El olor de químicos lo recibió y sonrió un poco. Se cambió y se presentó ante su senpai.

𝓓𝓮 𝓽𝓻𝓲𝓼𝓽𝓮𝔃𝓪, 𝓼𝓸𝓵𝓮𝓭𝓪𝓭 𝔂 𝓸𝓽𝓻𝓸𝓼 𝓻𝓮𝓵𝓪𝓽𝓸𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora