CAP 4

10 1 4
                                    

MI PUTA PANTUFLA DE PIOLÍN, LA QUE PERDÍ AYER.
¿Por qué él tendría eso? ¿Por qué venir a mi trabajo a dejarme esto? Sin dejar de lado la forma tan extraña en que actuó. Tocando mis heridas como si supiera algo. ¿Qué pretende? ¿Acaso quiere asustarme o peor aún...lastimarme?

Muchísimas preguntas pasan por mi mente mientras estoy frente a la mesa sin poder moverme. Me da miedo si quiera acercarme al objeto, no quiero tocarlo.

—No, no. No la necesito. Ya no la quiero.— digo con voz firme tratando de convencerme a mi misma. Tomo el plato y la taza ignorando el objeto que se encuentra en la silla.

Camino al fregadero para poner los trastes sucios y después me dirijo a la barra. No quiero salir. Aún tengo que limpiar la mesa pero no quiero salir. «Tal vez lo imaginaste» pienso.  «Tal vez, solo tal vez, creíste haber visto eso y lo confundiste con otra cosa»

Convencida de que sólo había sido una confusión (ademas de que a pesar del miedo me mataba la curiosidad) salgo en dirección a la mesa.

«Puta madre»

Si está, puta madre si está.
Me acerco más a la silla y tomo el objeto en mis manos.

Camino hacia los lockers donde guardamos nuestras cosas y al llegar meto la pantufla en mi mochila, no quiero verla por ahora.

Traté de olvidarme de eso por el momento y mejor me concentré en el trabajo hasta que se dió la hora de salir.
Mi mamá llegó por mi y como a diario, me dejó en nuestra casa y se fue a trabajar.
No pude decirle nada sobre lo que había pasado, no quería preocuparla.

Al llegar a mi casa cerré todo con seguro, cerré las ventanas y cortinas. No sabía qué tanto sabía él sobre mi, ni cuáles eran sus intenciones y no quería arriesgarme.

No pasó nada en todo el día, mi mamá llegó, platicamos sobre su trabajo y nos fuimos a dormir.

Al día siguiente no quería ir a trabajar, tenía miedo. Pero me armé de valor y terminé viniendo. Estoy en el área de cocina platicando con Bianca, ha sido un día tranquilo y no hemos tenido clientes. De seguro se debe a que ha llovido todo el día aunque la mayoría de las veces llegan muchos clientes después de que llueve y todos quieren café. La diferencia de hoy es que no ha dejado de llover.

Agradezco la lluvia para poder "refugiarme" aquí con Bianca en la cocina.
Bianca tiene todo el día quejándose de su novio, me da mucha risa cuando me platica de él ya que casi siempre discuten por estupideces y ella me platica sus problemas. Lo gracioso de eso es que durante la platica lo insulta y dice que lo odia pero siempre termina diciendo "aún así lo amo y me voy a casar con él."

¿Cómo puede ser alguien tan masoquista?

«Hmm hmm» escucho a mi consciencia carraspear.

Bueno ya es verdad, yo lo he sido alguna vez. Tuve un novio que me trató muy mal, era un completo idiota. Creía que mi valor se medía en si era una niña "bien portada" o no. Y para él una niña bien portada no salía a fiestas ni tomaba alcohol, así  que se molestaba conmigo cada vez que salía y logró hacer que yo dejara de salir. Me sentía un ave enjaulada. Lo peor es que yo lo permitía.
Nuestra relación no duró mucho pero aún así dejó marca en mi. Gracias al apoyo y regaños de mis amigos fui lo suficientemente valiente para terminarlo.

¿Por qué siempre nos aferramos a lo que nos hace daño? 
Eso me hizo recordar al chico de ayer y todo lo que había pasado. ¿Querrá él hacerme daño?
Tenía el presentimiento de que volvería a venir. No sabía cuándo pero lo haría, lo sé.

—¡Aurora, Aurora! ¿No me estás poniendo atención verdad?— pregunta Bianca.

Parpadeo repetidamente.

AuroraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora