Rosas

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Llovían rosas, rosas que acaban de ser regadas y cortadas, cuyos pétalos finos y suaves como el lino, se aferraban a sus hermosos e hirientes tallos. Con las espinas más hermosas y cortantes que me había tocado presenciar, ya que con solo el roce de una minúscula aguja creada por la naturaleza, me hizo sangrar.

Quise tomar otra, pero dolía mucho más que la anterior, llovían y no paraban de caer, te abrazaban con sus pétalos al parpadear y lo siguiente que sabías era que te herían y se clavaban como estacas en tu piel.

Una me rasgó la cara, provocando una herida pequeña, pero que ardía, como si cada espina tuviera una dosis de limón, para que al entrar en contacto con mi tierna y frágil piel, arañara y arrancara pequeños pedazos de mí, y los dejara caer al suelo, donde se acumulaban miles de rosas, ahora marchitas y roídas, abandonadas por el rocío y la vida misma.

Un ruido estremecedor me arrastró fuera de mi mente, donde se ocultaban miles de pensamientos de flores inertes. Un martillazo tras otro rompía la caoba y a su vez se adentraba en mi alma, y no dejaba que escapara, cada estocada resonaba en mis adentros y rompía cada beso en la frente cuando estaba despierto, mi frágil mente rugía y mugía de dolor, con gritos desgarradores que mi boca transformó en susurros dolorosos que se esfumaban en el aire.

Estruendoso como un rayo en medio de un huracán, sonaba cada martillazo que rompía lo único que conservaba tu belleza, que ahora se iba, te quitaba tu esencia y tu mirada, ahora fría y sin vida.

Llantos desgarradores que desgastaban las cuerdas de las pobres almas que llegaste a tocar. Marchitas las rosas y aquella sonrisa se desvanecía con los tantos recuerdos que pasaban por mi vista, en un trance que se rompía, porque aún destrozaban tu ataúd.

¿Podré recordar tu cara o tu voz?
Muchos dicen que los vas olvidando, pero yo no quiero olvidarte.

¿Es la hora decir adiós?
Cuando no te había visto en años...
¿Es así como la vida me parte en dos?
De esta forma tan malditamente cruel.

Llovían y caían lágrimas sobre la tierra, la misma tierra que al terminar de romper lo que te protegía, te rociaron encima sin piedad.

¡Qué alguien lo pare!
Que alguien pare mi corazón partiéndose en pequeños fragmentos, que alguien pare el dolor de verte marchar.

-Shhh, shhh, shhhh

Como leves susurros caían sobre ti, o si soy sincero, lo poco que queda de ti; enterrándote por completo para que seas el alimento de seres sin cerebro. Pero no les bastó con eso, no era suficiente el peso, la tierra, las lágrimas, las rosas, tu anillo y tu cuerpo, así que te echaron cemento, te sellaron por completo al lado del que en algún día fue el hombre de tus sueños.

No quiero imaginar cómo tus ojos se marchitan y se hunden, cómo tus manos que algún día me abrazaron fuerte se descarnaban junto a tus labios, que algún día besaron mis infantiles cachetes.
Tu cabello gris empezando a caer, la herida en tu pecho que te hicieron sobre una mesa de plata, para medir y estudiar todo aquello que en conjunto te daba vida. Tu cuerpo y tu sonrisa ahora pudriéndose seis metros bajo tierra, siendo comido o más bien, devorado por miles de gusanos que gozan del festín, entrando por tus ojos y boca, sacudiéndose, saciando su sed.

Me tiemblan las manos y siento que mi estómago se revuelve y todo aquello que comí se vuelve puré en el suelo, vomito, mientras aún lloro.

¿Qué es esto tan repentino y doloroso?
Supongo que así se siente cuando pierdes a alguien que amaste mucho, siento que mi corazón se encoge y me deja casi sin respiración.

¿Por qué ahora?
Selección natural dirían algunos...

Hace un mes sonreías y tarareabas las letras de tus canciones favoritas y ahora tu rostro se marchita y de ti solo me quedan fotografías.

EterumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora