20 de Abril 202X. Parque de diversiones local. 8.54p.m.

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Varios jóvenes se habían apurado para guardar lugar delante del mirador para observar los fuegos artificiales, tras una hermosa tarde, donde todos la pasaron muy bien corriendo juego tras juego, hablando de nada y de todo. Extrañamente Ochako también estaba ahí esa tarde, extrañamente Bakugō se veía más feliz, nada parecido a su expresión de costumbre. Pero, ¿dónde estaban esos dos ahora?

—Me alegra que hayas venido hoy, hace mucho no hablamos —comento Katsuki mientras subía a la noria junto a Uraraka, quien había tenido la idea de ver los fuegos artificiales desde lo más alto de está y él no se negó para nada, pues la idea de pasar aunque sea un minuto a solas con ella no le parecía para nada mala.

—Izuku no me hubiese dejado en paz si hubiese decidido no venir, además todo el salón vino, aunque no creo que mi presencia haga la diferencia. No es que me lleve bien con la gente.

—Jamás lo hiciste y aún así me gustaba tenerte cerca, aunque diría que con el único que no te llevas bien es conmigo —soltó Bakugō sin ser consciente del peso en sus palabras tenían en ella. —Mis cumpleaños no son lo mismo si no podemos hablar aunque sea unos minutos, eres un importante amiga.

—¿Aunque no hablemos? —pregunto Uraraka, quien sentado frente a aquel muchacho, evitaba mirarla a los ojos y se limitaba a observar el exterior de la noria, aunque su mirada terminaba posándose en la silueta ajena, en sus rubios cabellos enredados y dispersos de forma tan aleatoria que lo hacían lucir como alguien que a duras penas se peinara, en sus ojos mirando con ilusión incomprensible el exterior.

—Aunque parezca que me odias.

—Bueno, al menos no te odio. Solo, es imposible seguirle el ritmo a tu energía natural y en algún momento solo me quede atrás, solo por tus gritos no te puedo de vista —las manos de la joven se pasaron lentamente en su pelo para apartar algunos cabellos de sus ojos. —Hoy el cielo está muy hermoso, parece sonreírte. ¿No lo crees? Parece como si los dioses quisieran desearte un feliz cumpleaños.

Bakugō quien sabía que tratar de llevar una conversación para Uraraka implicaba un gran esfuerzo, le alegraba que ella dijese cosas tan amables y que su mirada refleje tanta tranquilidad, pùes él estuvo toda la tarde creyendo que se sentía obligada a estar ahí. Inevitablemente él terminó dibujando una sonrisa en sus labios.

—Sabes —soltó Uraraka sin muchas vueltas dejando una pausa al aire que solo hacia que Bakugō se alterase, parecía improvisar y a la vez dejaba la sensación de que había pensado cada palabra con extremo cuidado. —Voy a mudarme mañana, mis padres se separan y me iré a Estados Unidos con mamá, así que me alegra poder decírtelo. La verdad los problemas económicos en la casa llevaron a incontables peleas, pensé que jamás llegarían a este punto pero ahora estoy a horas de mudarme a la casa de mi tía —por segundos el mundo de Bakugō se derrumbó, eran amigos desde el jardín de infantes y tenia la sensacion de que estarian juntos mucho tiempo, esperaba ver sus fugaces sonrisas, verla en el club, caminar juntos a casa, aunque Ochako no fuese la más conversadora, su compañía era valiosa, era necesaria. Nadie lo conocía mejor que ella, nadie lo entendía como ella. Pero, en ese momento, lo que más le dolía era que no hubiese tenido la confianza de decirlo antes, pues sus padres siempre se habían llevado muy bien a pesar de los problemas económicos, problemas por los que la joven centenares de veces lloro frente a él, y ahora que se separaban muchos sentimientos debió haber contenido en soledad. —Lamento no habértelo dicho antes.

—¿Cómo estas con eso?

—Supongo que es lo mejor, después de todo juntos no funcionaban últimamente.

—¿Estas conforme con irte?

—No quiero dejar a papá solo pero mamá termino debe adaptarse a un nuevo país y creo que necesita más apoyo. Aunque vendré de vacaciones, tal vez.

—¿Vamos a seguir viéndonos?

—No lo se, pero prometo escribirte.

—Odias enviar mensajes —bromeo con una forzada sonrisa en sus labios.—¿Vas a extrañarme?

—Sí.

Y tras esa pequeña palabra, Uraraka se acercó a él, acorralandola al asiento de la noria. Estaban demasiado cerca, ambos adolescentes estaban nerviosos, la respiración de ambos estaba agitada. Katsuki no podía dejar de mirar los almendrados ojos ajenos. Ella quien tenía la idea de besarlo se había congelado sin saber que hacer ahora. ¿Debía hacerlo? ¿Era correcto hacerlo? No volverían a verse, los sentimientos que había cultivado durante años no valían nada porque se separarían, aunque cada fibra de su ser desease besarlo y jamás soltarlo, ya era demasiado tarde.  Los segundos pasaban y ambos seguían así, sin mover ni un músculo, como si el tiempo hubiese sido detenido. Pero, fuera de aquella noria, los fuego artificiales comenzaron a reventar en el cielo, iluminando este con decenas de hermosos colores y en ese momento, simplemente sucedió.

—Feliz cumpleaños, Kacchan —y ahí está, aquel sentimiento que abrazaba su pecho y todo se volvía más claro, aquel gesto inexplicable que era increíblemente significativo para ambos, los labios de la joven se habían posicionado entre la mejilla y la comisura ajena, rozando aquellos labios indiscriminadamente.

¡Kacchan!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora