O4. Time of charity.

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❖-TIEMPO DE CARIDAD-❖
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Esa mofeta era mala, de eso estaba segura. Aunque muy probable este animal pensara que la comería al ser un perro de gran tamaño. Pero eso no era un plan sino que era otro, cruzar ese límite que tanto hablaban y como su dueño era de esos que leía su mente sin problema solo se dedicaba a recordar cada detalle de sus viajes.

Después de que la mofeta halla hecho su ruin acto, tan solo se dedicó a aceptar el baño diario y asqueroso de tomate en su pelaje, después el shampoo embriagando su nariz con esa aroma dulce a lavanda, todos en la casa estaban tan acostumbrados a ese aroma que solo por ello sabían que estaba cerca. La rutina en esos meses habían sido: engullirla en jugó de tomate, enjabonarla en shampoo aroma lavanda, desenredar su cabello y notar como cuantas pelusas caían, claro después de secar su pelaje con forma de diente de León, aquel color terracota oscuro y que luego se volvía claro una vez seco.

Tras todos esos cuidados y mimos que Rosalie junto Alice hacían a diario, dejándola aveces con un moño color rojo en su melena para dejar en claro que era hembra y no la confundi era como macho. Aunque esta confusión solo ocurría con las personas que no estaban informadas acerca de su raza, porque era de saberse que los machos tenían una altura de cinco centímetros más que la hembra, osea 66cm.

 Aunque esta confusión solo ocurría con las personas que no estaban informadas acerca de su raza, porque era de saberse que los machos tenían una altura de cinco centímetros más que la hembra, osea 66cm

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«Que aburrida me siento...»

Esme se queda observando con una suave sonrisa al lugar donde está Parvati acostada sobre su estómago, con el rostro en dirección a la puerta, esperando a por sus hijos, aburrida.

Ya hace tres horas que las clases habían comenzado, al principio creyeron que ella haría un caos por también ir con ellos, pero para su sorpresa en cuanto Edward le explicó porque iban, ella aceptó y se quedó dormida. Sin embargo, no podía evitar aburrirse por lo que se levanta y se acerca a Esme, esta deja de meter algunas ropas en el lavarropas y le acaricia la cabeza.

«Desearía que también me entendieras, querida Esme»

Suelta un gemido intentando hablar con ella pero la matriarca le sonríe susurrando un "lo siento" Por no comprenderla como Edward, su hijo.

Por lo que con delicadeza sale del agarre de la matriarca para dirigirse a la puerta y subir la pata derecha en fricción con esa superficie: «quiero salir, me abres la puerta, por favor»

Pero, en la perspectiva de la visión periférica de Esme solo podía escuchar gemidos de angustia, chillidos normales en un cachorro y solo por reflejo ante la necesidad de la fricción con la puerta, esta le abrió dejandola salir.

-Cuidate mucho Parvati, no vuelvas muy tarde.

«¡Gracias! Vendré para la hora que vuelvan»pensó pero solo ladridos se le escapan de la emoción.

Directa a la reserva, saltando entre las rocas del río del límite de ambos territorio enemigos, pero ella desde la última vez había sido cordialmente invitada, al principio Sam Uley la traía, pero últimamente este se encontraba ocupado con la aparición de más integrantes en la manada de lobos. Por lo que no le era de extrañarse, pelear un poco con lobos por el camino.

Podía considerarse una pelea de gruñidos, porque nunca llegó a consolidar una pelea de mordiscos porque Sam, el gran lobo negro, llegaba a tiempo y explicaba el motivo del aroma de lavanda y chupasangres, o fríos, como ellos lo llamaban. Cada cierto tiempo cada acción, aventura o vida diaria le resultaba conocida, podía escuchar a si misma leer un párrafo de cada integrante con su historia, su vida futura cuando ella llegara a aparecer en la vida de ambos territorios.

El primero que no se lo tomó tan bien que oliera a su familia Cullen, fue Paul Lahore, quien no paraba de gruñirle, al principio instó en mantenerse calmada, como sus maestros budistas le enseñaron, pero en cuando casi este le salta encima, soltó un gruñido desde su garganta hasta su hocico que logró hacer retroceder al lobo. Según Sam fue porque Paul sintió un escalofrío ante la grandeza con la que se defendió con aquel rugido, podía admitir inclusive que había parecido más el de un León al de un perro.

[... ]

En cuanto llegué a la casa del viejo Quil este ya se encontraba sentado en su mecedora, observando como iba llegando.

-Buenos días, Parvati.

«¡Muy Buenos días, perdón la demora!»pensé moviendo mi colita, mientras me acercaba buscando su cariño.

-Tu ausencia momentánea fue extraña, siempre eres puntual.

«Lo sé, pero mi dueño se fue a clases y quería ir con él, pero caí en cuenta que un perro no asiste a clases»pensé resoplando.

-Mmm. Entiendo ¿Que te parece si visitamos a mi nieto Quil?

Inclino mi cabeza a un lado, intrigada, aun no comprendía bien si era capaz de entenderme como tal porque siempre la niña Rosie me decía que solo podía escuchar mis chillidos de cachorro cuando quería transmitir un mensaje o literalmente les estaba hablando.

-¡Guaf!

Asentí con ayuda de un ladrido, logrando que este se levantara y me guiara a paso lento el camino a lo que parecía ser la casa de su Nieto, hablamos un poco, bueno, el lo hizo más que yo, y después de jugar un rato con morder nudos y estirar cosas, nos dirigimos a la casa de Billy Black, quien al parecer se dirigía a algún lado con su hijo Jacob.

Este chico era curioso, aunque de aquella vida pasada lo reconocía como el chico obsesionado por la pareja de mi dueño. Parecía tan tierno lejos de la vida sobrenatural, tranquilo lejos de las mujeres y por supuesto, era el mejor chico para jugar.

No se molestaba a que fuera a tirarme contra él, lamerlo, babearlo, o siquiera aplastarlo. Claramente la primera vez que lo hice, se había asustado ya que me había comparado con un León al acecho de su presa.

«Jacob Black era para mi el niño más adorable de toda mi existencia, lo sentía»

Sin embargo, ambos hombres adultos explicaron que era la mascota de unos vecinos del otro lado del territorio Quileute, y que era normal que me escapara para venir aquí.

«Si claro, escapar suena mejor que desobedecer la orden de no visitar a los lobos, que eran mis amigos. Si bien, aceptaba las cosas que me decía Edward, pero si no me parecía correcto decidía hacer las cosas de forma independiente, por mi propia cuenta me sabía cuidar y hacer elecciones en mi vida»

Cosa que no sonaba tan raro, podría inclusive ser una buena excusa para un cachorro. Pero en cuanto, Edward supiera que estuve aquí, me bañaría para quitar el aroma que por no ser vampiro no olía aquel asqueroso aroma que decía que los Chuchos tenían, además de que Rosalie siempre decia que era parecido al de un perro mojado, pero cuando yo estaba mojadita yo solo olía a bosque y barro de lluvia, aquel aroma era lo más natural y gustoso de tener en mi opinión. Pero a nadie le gustaba que estuviera sucia, además ya no gozaba de ser una cachorrita, una cría como tal para dejarme influenciar por actos infantiles.

Ya había alcanzado la edad adulta hace unos años, y entre cada año que pasará, el celo se hacía presente. Pero sabía que los dolores de pancita por estar en celo, o las constantes ganas de tener crías era normal en el instinto, pero tal vez mas en el futuro lo haría.

Aunque, sabía que pronto lo debía hacer, porque mucha vida ya no me sobraba. Y lo sabía, lo sentía en cada vez que el tiempo, el caminar y la llegada a mi casa me dejaba agotada en mi camita del cogin en la habitación de Edward.

Mi dueño.

PARVATI 》 EDWARD CULLENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora