Capítulo 2: ¿Quién quiere ser Rey?

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Entre la neblina del pueblo vikingo, unos pasos arrastrados dejaban un reguero de miradas a su paso. La gente le abría camino mientras cuchicheaba por lo bajo, mostrándose en sus ojos el horror como la sorpresa. Las damas huían despavoridas, remangándose los largos vestidos llenos de tierra y polvo, mientras que los hombres de la plaza central llevaban su mano hacia las armas más cercanas en un gesto cauteloso.

Ragnar no detuvo sus pasos ni un instante. Parecía tener su rumbo fijo mientras caminaba con fiereza entre la multitud. Sus ojos estaban cansados, habían perdido toda la luz y picardía que en ellos residían. Las cicatrices de su rostro longevo narraban antiguas batallas pasadas que enterraban el nombre de leyenda, y su barba, escamada y descuidada.

El antiguo rey no soportaba cómo le miraban. La mayoría de los ojos curiosos que se centraban en él, era de pura decepción y de odio, algunas de lástima y pena. Su mandíbula se tensó notablemente y sus dedos se apretaron disimulados contra sus palmas ásperas. La aglomeración de gente cada vez se hacía más intensa y espesa, acorralando al hombre en un pequeño círculo mientras su mirada se escabullía en busca de sus hijos. 

—Apartaos, moveos.

La voz de Ubbe fue la primera en resonar tras unas jovenes doncellas curiosas que se ponían de puntillas para poder observar la escena, y a su espalda, le seguía Hvitserk y Sigurd. Sus expresiones se mantuvieron duras en todo momento. La sangre joven de los lobos se mantuvo ardiente y en la luz de sus ojos se pudo apreciar la tensión de una batalla interna: la de su corazón, y la de su rabia salvaje propia de su herencia vikinga. 

Ubbe parecía el más incrédulo, inquieto. Se movía sobre sus pies estando alerta, agarrando con fuerza voraz su espada.  Sigurd se mantuvo en silencio, esperando la reacción de sus hermanos, mientras que Hvitserk parecía decepcionado con su mayor, el cual poseía cierta humedad en sus ojos dañados. Hacía mucho tiempo que no veía a sus hijos, y verles tan mayores y decididos a enfrentarle de ser necesario, le hizo entender la gravedad del asunto.

Le hizo ver cómo su vida idílica se había escapado entre sus dedos.

Ivar no tardó en aparecer arrastrándose por la gravilla del suelo, curioso como impaciente de ver a la leyenda que era su padre, esa que tanto había oído en diversas ocasiones. Por fin podría comprobar las habladurías del pueblo, por fin podría ver al hombre que enamoró a su preciada madre.

Ragnar no pareció sorprendido de verle, más sí divertido. No se esperaba que hubiese podido sobrevivir tanto tiempo, y sin embargo, pudo verse reflejado en su mirada y en esa chulería jovial que derrochaba su figura. Incluso más allá de su condición, era el único que portaba la sonrisa de su padre en aquellos tensos momentos. Ragnar avanzó hasta él, mirándole desde su altura privilegiada con cierto aspecto retador, a lo que Ivar respondió con una media sonrisa sin achantarse lo más mínimo.

—Hola, Ivar. No me equivoqué contigo.

Una vez más, el dicho de Ivar se vio reflejado en su sonrisa afilada y en sus ojos brillantes, sintiendo orgullo en su pecho. A pesar de aquello, se mantuvo en silencio.

—Parece que mi regreso... no es bienvenido. —Ragnar alzó un poco la voz, tan solo lo suficiente como para hacer que su dominante tono llegase a todo el poblado que se acercaba curioso a observar la escena irreal—. Obviamente todos habéis tomado una decisión conmigo y... no puedo culparos por eso. ¿Entonces? ¿Quién va a hacerlo, chicos? ¿Quién me va a matar?

La pregunta fue lanzada al aire en unos pinchos afilados que se clavaron como lanzas en cada persona presente. Hvitserk sintió una punzada inquieta en su corazón, encogiéndose sobre sí mismo en una mirada cautiva, perdida, buscando la seguridad de su hermano mayor Ubbe. Sigurd parecía que la situación le importaba bien poco, mientras la decepción de la decadencia de Ragnar parecía afectar a Ubbe en su expresión incrédula.

Spiel Mit Mir: Past  |  Björn x Ivar (Vikings)Where stories live. Discover now