REBANADA

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El gerente aseguró el lugar cuándo el último comensal se retiró. Los chicos aflojaron sus corbatines molestos y las chicas se quitaron los zapatos puntiagudos de sus pies adoloridos, a causa de la larga jornada. Sakura se deshizo de las medias, las hizo bolita y las arrojó sin cuidado a su maleta; después se metió a la cocina y con un gesto con la mano le dijo que no tardara.

Aún había que terminar la limpieza, contar las monedas y repartir las propinas, ¡hoy le tomaría un poco más de tiempo llegar a casa! Suspiró, aflojando su propia corbata y se deshizo del chaleco molesto que servía como uniforme. Animado, tomó su móvil por primera vez desde que comenzó el turno, tenía un par de notificaciones y un mensaje de él que no leyó desde la tarde "Ten un buen día, te quiero" leyó embobado. Sonrió, le hubiera gustado responder a tiempo, pero ese día la prisa ganó con el primer turno y llegó ligeramente tarde al segundo. Dio las gracias de que el viejo dueño se hiciera el que no ve y lo dejara entrar sin problemas, porque seguramente, cuando se lo cuente a él, va a repréndelo. Encantado, tecleo una respuesta rápida y releyó el pequeño texto, no importaba en qué momento del día se encontrara, esas palabras lograban calentarle el alma, y era en esos ratitos que sabía, que contra todo pronóstico, estaba haciendo lo correcto.

Sakura volvió para apurarlo "¡Solo faltas tú!" Insistió la chica. Terminó de atarse los cordones de un par de zapatillas cómodas y entró a la cocina. Sus compañeros rodearon la mesa de trabajo y en el centro estaba Kiba, con un ridículo gorrito de colores y un par de serpentinas colgando de su cabeza.

— ¡Vamos Naruto, ya tomamos todas las fotos sin ti! — se quejó Inuzuka invitándolo al centro para que alguien más tome una fotografía.

—Voy, voy — respondió sonriendo. Robó el ridículo gorrito y se lo pasó el mismo. Sakura tomó la foto y el resto de los chicos insistieron en buscar lugar, para tomar más recuerdos. Sus ojos viajaron al reloj en la pared que marcaba las 9:30 pm, suspiro. Esperaba que la celebración no durara tanto, pues le gustaría volver a casa antes de medianoche.

Entre las risas y las charlas, su pecho se contrajo al ver a Shikamaru entrar por la puertecilla de metal, llevando un pastel en sus manos. Por instantes, su cabeza se iluminó y ahora pensaba que la en ratitos la vida le sonreía, a veces, casi nunca, pero lo hacía. Esa fue otra buena señal de que iba por el camino correcto. Nara dejó el pastel en la mesa frente a Kiba, y él, no pudo evitar mirarlo, como si fuera la cosa más increíble que hubiera visto en mucho tiempo. Debió parecer un tonto pendiente de las rebanadas que Kiba repartía, y estaba seguro que su amigo lo notó porque le dio el trozo más grande.

—Aquí tienes idiota, sé que te gusta — le guiña un ojo cómplice y dejó el platito sobre la mesa.

—Gracias... — respondió sonriendo, sin apartar la vista del trozo de pay de queso con fresas. Entonces, sintió que perdió el aliento, hizo un puchero chiquitito y se limpió los ojos rápidamente, la sensación de ardor en su nariz rápidamente se tornó molesta que no creyó que pudiera contenerlo por mucho tiempo. Se disculpó torpemente y salió hacia el salón principal para buscar un poco de privacidad, llevando consigo la rebanada de pan. Se quejó por lo bajo, quedito, debió parecer un tonto y tal vez lo era, « ¿o era que las circunstancias actuales lo volvían más sensible? »Se preguntó confundido. Apenas aprendía a asimilar cómo estaba cambiando su vida y sin duda, iba más rápido de lo que podía manejar.

Dejó el platito sobre la mesa y se sentó un momento en una de las sillas del salón vacío. ¡Ah! Justo ahora le gustaría verlo, un abrazo suyo era todo lo que necesitaba para calmar el mal rato. Abrumado cerró los ojos y dejó caer la cabeza sobre el mantel, si, su vida pasaba tan a prisa que quería llorar, por culpa de una rebanada de pastel.

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