Tarik y yo salimos un rato a la calle.
Danielle también. Ugh.
–Me encanta pasar el rato con vosotros –había dicho, con un acento muy raro.
–A mí contigo no.
Frunció el ceño. Quizá no dominara el noruego como había pensado.
–Me caes mal –dije y ella palideció.
–¿Por qué?
Y entonces me lo pregunté a mí mismo.
¿Por qué?