I

243 27 1
                                    

“El arte y el amor son lo mismo: es el proceso de verse en cosas que no son ustedes.”

Chuck Klosterman

 

La lluvia deja a su paso una leve sensación de bochorno que no basta para sentirse acomedidos esa noche. Es apenas algo sutil, algo que está desapareciendo a cada respiración, algo que está devorando el calor con rapidez. 

Thor odia las noches así. 

En noches así no puede beber con libertad porque sabe que cuando hay  lluvia los taxis escasean y tiene que volver a casa caminando, y a él le jode demasiado mojarse solo por mero capricho del cielo; pero este día es una excepción. Ha bebido un poco y está dispuesto a perderse en alcohol cuando el teléfono en su bolsillo suena interrumpiendo su misión autoimpuesta  con ese ridículo timbre pregrabado que viene puesto de fábrica y que jamás cambió porque no sabía cómo ni le interesaba hacerlo. 

—¿Dónde estás? —le pregunta una voz femenina al otro lado de la línea. 

—En Rousets. —responde mirando como la mesera le sonríe coquetamente. Está acostumbrado a llamar la atención, primero porque en su adolescencia llevó el cabello largo ligeramente trenzado y era un presumido sin remedio al que gustaba alardear de sus crecientes músculos y fuerza. Aunque aquello era más que cualquier otra cosa, un método de supervivencia pues en los orfanatos no quedaba la opción de ser débil, si eras débil eras aplastado por otros que no tenían objeciones en ser malvados.

Luego, cuando la adultez y el enfoque a su carrera de psicólogo y más tarde de psicoanalista, lo vislumbró, se cortó el cabello, usó ropa un poco más formal a la hora del trabajo y por temporadas se dejaba la barba pero la mantenia en un estilo limpio y agradable a la vista que combinó siempre con su porte de elegancia y profesionalismo, además de su soltura en días donde no laboraba ni se requería de ser tan educados.

—No sé cómo alguien puede beber a gusto en ese bar de mala muerte. ¿Estás muy ebrio? —lo cuestiona la fina voz a través de la bocina. 

—No lo suficiente. —responde alejando su última cerveza porque solo hay una razón para que Jane lo llame a medianoche 

—Iré a buscarte. —Thor no responde pero corta la llamada, da un largo suspiro, pide la cuenta y se dispone a esperar a Jane afuera del bar debajo de la ampara que tintinea su luz porque advierte un falso contacto. 

Pertenecientes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora