II

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La cinta policiaca no ofrece una mayor resistencia más que la intimidante verdad de que detrás de ella ha sucedido acto atroz, todos los civiles reunidos a lo largo de la valla policial y sin importarles que sea de noche, lo saben: a atacado de nuevo. 

Detrás de la multitud el automóvil de Jane, la detective a cargo, se estaciona sin preocuparse mucho por la posición o el lugar en el que lo hace, pero no es eso lo que roba la atención de casi todos, es Thor quien acapara la atención que todos pueden darle en busca de alguna pista que sacie su hambre de verdad, y no puede culpar a nadie por ello, Thor es un hombre alto, fornido y claramente molesto que impone autoridad incluso sobre el ruido del agua cayendo en el concreto de la calle para abrir paso y dejarlos pasar.
De cierta manera Jane sabe que no necesita sacar su placa para identificarse, Thor posee una de las pocas cosas que intimidad más que una placa con la palabra FBI grabada en él. 

A primera vista la casa encaja con el modus operandi de su hombre, el hombre al que han estado cazando por tres meses: lujosa y vistosa. Una casa donde al menos, trabajan tres personas, donde el peligro de ser atrapado es tan grande que cualquiera en su sano juicio pasaría de cometer crímenes en ella. 

—¡Hey, muchacho! —le dice otro hombre al recibirlo junto con Jane . —¿Estás bien? 

Thor asiente por inercia. Bruce siempre lo ha considerado demasiado frágil, como si viera una realidad más allá de su apariencia pero ni el rubio ni el detective han evocado palabra alguna sobre eso. Para Bruce son suposiciones y para Thor eso le parece mejor que la realidad. 

—Podría estar mejor. —contesta como siempre lo hace cada que le hacen la misma pregunta —¿Es él? 

Bruce asiente y se lamenta, todos los oficiales saben, muy a su pesar, que la prensa tendrá material para derrochar, después de todo, este es el cuarto crimen del asesino en serie al que los federales se han aplicado para no dar detalles explícitos sobre los atroces crímenes.
Los reporteros acumulados como una colmena de abejas zumbantes con preguntas que ya saben no serán respondidas, se quedan atrás mientras ellos se meten a la casa. 

Cuando Thor cruza la puerta nada es sospechoso, nada puede decirse de esa casa que no fuera normal, pero para Jane y Bruce sin duda algo está mal, son sus instintos de policías vibrando, ese instinto bien pulido que han trabajado durante todos los años de la academia y como oficiales ya consolidados en una ciudad tan turbia como lo es esta.

El primero en hablar es Bruce. 

—Se siente como estar la boca del diablo. —dice referente al tipo de ambiente que todo el sitio emana sin recelo. Una especie de susurro malévolo, furioso y dolido. 

—Siempre se siente así ¿no, Thor? —complementa la detective —¿cómo fue que dijiste la primera vez que te llevé a una escena del crimen de este sujeto?

—Como si incluso las paredes tuvieran miedo de hablar—responde Thor en automático porque es exactamente el mismo sentir en cada escena. 

Jane asiente y Bruce guarda silencio a modo de comprender esa frase.

Sin embargo, hay algo distinto en esa casa, algo que ni Jane ni Bruce parecen ser capaces de detectar, es una ligera brisa de diferencia, de algún otro sentimiento que solo es visible para el rubio. 

—¡Detectives! — los recibe un médico forense desde las escaleras  — tal vez deberían venir a ver esto.

El camino ascendente de las escaleras no es largo, pero al igual que Jane, Thor y Bruce caminan despacio para mirar las fotografías que decoran la pared pegada a la escalinata. Son, a diferencia de las fotografías que la mayoría de las familias promedio pondrían, títulos y premios a nombre de diferentes personas con el mismo apellido: Estevens

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