S I E S

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Desde el incidente con la chica, la tarde se volvió caótica.

Con los reporteros de noticias pululando alrededor del edificio, entrevistando a cualquiera sobre el incidente. Incluso algunos periodistas, siendo Luciana; intentaron conseguir una entrevista con México.

Pero afortunadamente los paramédicos y los pocos policías que llegaron, se intervinieron y negaron a cualquier entrevista, indicando que abandonaran las instalaciones. Algunos fueron persistentes, pero finalmente se mostraron reacios a irse.

Esa noche, con una manta sobre los hombros y sentado detrás de una ambulancia. México extendió la mano por el interior de su chaqueta donde escondía su teléfono, marcando a su chofer; escuchando el zumbido en su oído.

Miró hacia abajo y vio Puebla y sus mechones de cabello castaño claro, sosteniéndola con cariño por su hombro alrededor de su brazo.

Ella, por otro lado, se aferró a él como un soporte vital. Cuando lo llevaron alrededor de los paramédicos, ella se aferró a él. En sus brazos ella se derrumbó, temblando y llorando mientras que él la abrazaba. Incluso cuando estaban atendiendo sus heridas, ella no lo soltó.

México suspiró profundamente, rara vez necesitaba llamarlo, pero al ver a sus dos hijas, la otra sostenida por Rusia, que la estaba ayudando a no entrar en hiperventilación.

Sabía que los cuatro estaban cansados ​​y asustados. Y con la multitud de personas alrededor, realmente no quería correr riesgos.

México detuvo a un joven policía que pasaba, le preguntó al oficial sobre el paradero de la chica y su familia desde el salto.

El joven oficial le explicó que la chica fue llevada a un hospital cercano mientras que la familia estaba siendo interrogada por sus compañeros.

Él asintió brevemente, dejándome continuar con su trabajo. Pasó una hora y llegó el chofer. Para entonces, todos los que les rodeaban se habían ido, dejando a los dos países vigilando a Puebla y CDMX que estaban profundamente dormidas.

Llevar a las dos a caballito, acostarlos con cautela dentro de los asientos del automóvil. México y Rusia se sentaron al otro lado, cerraron la puerta y oyeron un suave ronroneo del motor en marcha. Llevándolos a casa.

Al principio todo estaba en silencio, la tensión era muy alta y sofocante.

Ninguno de los amantes pudo pensar en nada que decir para romper la tensión.

Pero las acciones hablan más que las palabras.

Y con eso en mente, Rusia no dudó ni un segundo en lo que hizo.
Miró hacia donde estaba sentado México, mirando desinteresado por la ventana.

El europeo asiático tomó su mano, entrelazándose con la suya. México lo miró, pero fue atraído hacia él. Trago a México para que se sentara en su piernas, poniendo su cabeza en su pecho y acariciándolo cerca de él.

México, a pesar de ser vendado y una transfusión de sangre de su herida re-abierta después de salvar a su hija y la adolescente, perdiendo alrededor de un litro y medio de sangre.

La misma sangre corría ahora por el cuello, las mejillas y las orejas.

Sintiendo el suave aliento de su amante susurrándole al oído palabras de consuelo y dulces para él.

Rusia hizo eso durante el resto del viaje en automóvil, de vez en cuando dándole besos a México en la frente y la mejilla. Pero deslizarse en besos en el cuello, provocando que México se ría en su oído.

El coche redujo la velocidad y se detuvo antes de apagar por completo el motor. Al llegar al frente de la casa, México suspiró. Deslizándose del regazo de Rusia a tiempo cuando la puerta se abrió.

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⏰ Última actualización: Jun 06, 2021 ⏰

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