4.- Mi prueba de amor para ti

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Despertó temprano y partió a ver al rubio, pero no lo encontró, al parecer Draco se había ido más temprano de lo habitual. Se encontró con la cama hecha y un sobre en el lado de su cama, lo tomo y lo abrió, sacando del una cadena de plata con la figura de un león, detrás del medallón había una escritura que decía “Feliz Cumpleaños Harry”, al moreno se le llenaron los ojos de lágrimas, sabia el significado del regalo, conocía la economía del rubio y el objeto parecía valioso. La había cagado, por no darse cuenta antes, de seguro ahora Draco pensaba que no le importaba.


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Draco camino melancólico y con paso firme, había pasado un mes desde el cumpleaños de Harry, y él estaba ocupando todo su mejor repertorio para esquivarlo olímpicamente, se iba muy temprano en la mañana y volvía muy tarde, ayudo también que al moreno lo hallan mandado a una misión y no estuvo en la casa por 2 semanas. Ahora estaba saliendo de las oficinas del ministerio con una valiosa carpeta que guardaba unos documentos que le podían cambiar la vida a los 2, bueno, más a el que nada. La verdad es que había tomado una decisión importante, lo llevaba pensando durante un tiempo, digamos que desde el cumpleaños del moreno, producto de lo que había pasado se había decidido, no era justo amarrar a una persona por una promesa y mucho menos si esa persona no le quería, el primero solo era el estorbo que impedía la felicidad del segundo, Draco lo había entendido, más bien, lo sabía, pero en el fondo de su corazón albergaba alguna esperanza que se había acabado ese día, no era bueno tentar al corazón y mucho menos alargar las decisiones, dilatarlas solo te llevaban al dolor, la esperanza era un hilo tan delgado que muchas veces se cortaba con el más mínimo esfuerzo, y eso había pasado, se había roto, su esperanza se había ido esa noche, no había que ser muy inteligente para no darse cuenta, en el fondo, siempre había sido así, él era solo un individuo que había manchado su vida con malas decisiones, tenía lo que se merecía, muchas veces se preguntaba por qué seguía vivo, porque no había muerto en la guerra, de seguro porque estaba pagando en vida sus errores y también porque era demasiado cobarde para matarse el mismo. Suspiro cansado, se detuvo un momento y miro la carpeta azul, sin duda era la mejor decisión que había hecho en años, era bueno acabar con todo esto, era bueno dejar de ser un egoísta, era bueno dar un paso al costado, la persona a su alrededor no debía marchitarse como el, no debía.

Y al parecer todos lo pensaban así, ya que cuando se apareció en la oficina del ministerio, y dijo lo que quería hacer, los funcionarios corrieron a terminarle rápido los papeles, estaba demás decir los comentarios ácidos hacia su persona, la sonrisa que adornaba al oficial cuando le tubo la carpeta, le había hecho entender que era lo correcto, que todos estaban felices por lo que haría.

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Harry ese día había llegado temprano a la casa con la firme decisión de esperar al rubio hasta la hora que sea, ese día no se escaparía, debía arreglar todo, o más bien, debía confesarle la verdad de sus sentimientos, no era Ginny la persona que ocupaba un lugar en su corazón, si no el rubio mismo, pero no había podido hablar con él y ya había pasado un mes ¡Un maldito mes! Y el estúpido rubio lo había evitado todo ese tiempo, llegaba tan cansado del trabajo que se dormía temprano, por más que trataba de esperarlo despierto y para colmo lo habían mandado a una misión en el extranjero, parecía que el destino se empeñaba en que no pudiera hablar con él. Harry se tocó la cadena que llevaba puesta sagradamente desde el día en que el rubio se la dio, ella era el objeto más sagrado que ahora el moreno poseía, solo le faltaba tener a la persona, y esa noche por lo menos no se le escaparía, si tenía que tomar una poción para permanecer todo la noche despierto lo haría, sin lugar a dudas el rubio platinado no se escaparía de nuevo.

Atados a una promesa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora