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—Yaboku, ya lo he entendido, ya deja de disculparte—Una castaña estaba hablando por teléfono mientras se apoyaba en la barandilla de su pequeña terraza.
—Pero...—la voz de un chico se oía a través del móvil de la chica.
—No pasa nada que no me puedas acompañar hoy, entiendo que eres un héroe y jefe de agencia y estés ocupado, ya deja de disculparte.
—De verdad, lo siento...—Se notaba tristeza en su voz.
—Yaboku...—nombró la chica en modo de advertencia mientras saludaba con la mano a una vecina suya con una sonrisa falsa. La señora no era muy agradable.
—¡Está bien!, pero si necesitas alguna cosa, cualquiera, me llamas.
—Sí, sí, tranquilo, pero como me entere que te has saltado el trabajo por ir a verme te las verás conmigo y una llamada de mamá y quizás una visita—amenazó la chica mientras regaba las plantas de su terraza.
—¡No, Hoshi!—nombró a su hermana con temor.
—Sí, Hoshi—repitió la chica con burla
—¡Todo menos eso!¡Mamá da miedo!—se notaba como la voz del chico temblaba del miedo.
—Pues no hagas nada de lo que te arrepientas.
—Vale...—de repente se oye una voz de fondo que llamaba a su hermano por su nombre de héroe—Hoshi, te tengo que dejar, tengo que patrullar y luego hacer el papeleo, adiós, te quiero—se despidió rápidamente.
—Yo también...—respondió para luego colgar y seguir regando—¿Eh?—En su pequeño rosal había una pluma roja enganchada entre las rosas del mismo color. La cogió y la examinó con los ojos, le encantó y pensó en hacerse un pendiente con él—Perfecto—dijo con una sonrisa para entrar dentro de su casa.
A lo alto de un edificio había un chico con alas rojas, admirando a la chica con una sonrisa.
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