1: Dos horas

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El teléfono comenzó a vibrar el su bolsillo.
-Alisa al teléfono, dígame- dijo por la linea.

-Vengo a informar que el funeral será el jueves diez.

-¿Disculpe? Creo que se ha equivocado de numero.

-¿Es usted Alisa Sonets?

-Si...-no estaba comprendiendo nada.

-El funeral de Dalia Kent- sus pulsaciones se aceleraron, no podía respirar.

-¿Quien coño es usted y que esta diciendo?

-Relájese por favor. Soy el doctor Jorge Cash, se dió por muerta a la paciente Dalia hace poco más de dos horas ¿No ha sido avisada?

-¿Como...?-las palabras no salían de su boca, se empezó a nublar su vista por culpa de las lagrimas que amenazaban con salir-¿Ella estaba completamente sana, como es posible? ¿La han atropellado o...?

-La señorita Kent sufría de Marburgo, ayer tuvo una recaída que acabó con su vida- era incapaz de moverse, su cuerpo no respondía. Quería gritar hasta que se quedara sin voz, deseaba llorar como sin nada a su alrededor existiera, deseaba que Dalía entrara por la puerta haciendo una estúpida y oscura broma, deseaba abrazarla para nunca soltarla.

-¿Señorita Sonets?¿Sigue usted ahí?

-Gracias...por avisar- estaba perdida en mis pensamientos y colgué el teléfono sin pensar. Sus piernas empezaron a temblar hasta ceder haciéndola caer impotente sobre el frío mármol. Los recuerdos de los días anteriores volvieron a su memoría como una película bajo la lluvia en blanco y negro. Había sido tan increíblemente ciega. Al recordarlo con detalle fué capaz de darse cuenta de como lentamente los animos de su amiga iban  disminuyendo, como al toser intentaba esconder una gotas de sangre, como iba al baño constantemente...Siempre había tenido evidencias mas ella simplemente las había ignorando como si fueran una pequeña mosca insistente y pesada, una que estaba allí pero que ella simplemente hacía como si no la viera.

La presión asfixiante en su pecho era horrorosa, sentía como si en cualquier momento fuera a romperse.

Un par de lagrimas rebeldes cayeron por sus mejillas, y como si fueran el aviso de salida otras empezaron a bajar hasta que ya ni una sola gota de liquido se mantenía en su cuerpo- ¡JODEEER!- ¿Por que cojones tenía que doler tanto?, todo sería mas sencillo se no pudiera sentir, si no pudiera amar...

El rostro de Dalía apareció en su mente, una sonrisa radiante decoraba su rostro. Sangre, en un instante de sus ojos y sus labios cayeron una espesas gotas rojas, su piel estaba palida...Ella no era Dalia.

Aquello se convirtió en su pesadilla, su fantasma.

Tinta de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora