La luz del sol tras la ventana disgustaba el sueño pesado de Hipo, quien por suerte había dormido unas pocas horas como mucho. Estaba por refunfuñar, cuando la voz que adoraba con su vida resonó en sus oídos. Sonrió para sí y abrió sus preciosos ojos verdes, viendo a la mujer más bella del archipiélago arrodillada en el suelo para admirarlo de cerca.
—Buenos días, maestro de dragones— reverencio con su sutileza admirable.
—No debes reverenciarme, As....—reclama.
—Pero tu padre me pidió que lo hiciera—afirma ella.
Hipo cogió sus manos y las acaricio. Tenía las manos más suaves que habría tocado alguna vez en su vida y las amaba tanto de lo que fuese posible. Pero esta vez estaban goteando sudor, muestra de su duro trabajo para enorgullecer a sus padres. Se dispuso a levantarse y volvió a coger su trapo, limpiando su pocilga.
En su tiempo suelto, en el que podría disfrutar de un descanso gozoso. Había escogido ser la criada de la casa Haddock, pese a que podría no vivir de ello. Había meditado en su cabeza y acepto cuando su pareja lo pidió a base de la comunicación de su padre. Podía gozar la presencia de Hipo sin tener que arriesgarse a exponerse y destapar los secretos de Berk. Una vez escucho por detrás de una puerta entre abierta, una conversación sobre ella. Hipo había bromeado en que casarse con Astrid cuando tuviera opción de abrir su corazón y Estoico río de forma descarada soltando que era imposible y que debía buscar una mujer digna para su futuro jefe.
Ese día puso a pensar a la joven de 18 años y se preguntó si su amor era merecido o solo era un decoro, como una pulsera que podría a alguien significar mucho y a otro nada. Pero supo, cuando se juntó en él en su zona, que la amaba y confió.
—He venido hace un rato de entrenar y estoy bastante sudorosa por si preguntas de mi horrible olor—comparte con una sonrisa— se me ha pasado la hora como siempre. Es inevitable, volar me despeja y me deja ser quien soy, sin tener que fingir ser una mujer modesta y con modales. Tú más que nadie lo sabe.
Hipo la miro y sonrió apenado. Por supuesto que lo sabía, estar sobre los aires y no tener las voces de su padre persiguiéndolo por la casa para dictarle lo que debía hacer ese día, por la separación de sus padres, ni el hecho de que podría heredar tanto Berk como Isla Mema. En el lomo de su amigo, desaparecía todo.
—Puedes darte una ducha en mi baño—le ofreció con su gran corazón— tienes el permiso del cojo.
Astrid jugo con su vestido de su color azulado y admirables detalles. Y miro perspicaz al hijo del jefe. Asintió riendo delicadamente y dejo el trapo en un taburete con disimulo, para no hacerse notar, si Estoico pasase por ahí. Hipo le tendió una toalla y un trozo de jabón. Lo cogió rozando sus dedos con las de él y dejo pasar sus sentimientos.
Desapareciendo por la puerta del baño, tentada a suspirar por el placentero baño. Paso el jabón por el cuerpo, tarareando una canción que desconocía y disfrutaba del corto tiempo que le quedaba en la magnífica bañera que tenía Hipo. Es posible que tuviese el lujo de meterse a una bañera privada un único sábado y no hacerlo en los manantiales donde seguro que habrá muchedumbre.
Salió en poco tiempo y se cubrió con su toalla, para secarse y vestirse completamente seca. Se sintió limpia y acudió a hacer las tareas pendientes, encontrándose con un castaño preparado para salir a volar.
—Nos veremos en la forja cuando el sol este posando hacia el gran salón de isla Mema— comunico él antes de irse.
Astrid dejo que se escaqueará y se puso a trabajar a fuerza bruta para terminar antes de que el sol se posará tras Isla Mema. Limpió todo con mucho detalle y ordenó los papeles de la mesa, procurando que no viera nada. Sonrío cuando sus bocetos eran su tez pálida con unas caras enamoradas y locas. Las dejó a un lado y atisbo muy lejos de la ventana un dragón volando alrededor de la costa.
Ese dragón era Desdentao, volando con su amado maestro de dragones. Miraba de reojo a la aldea y sintió un vértigo que lo aferraba más a Desdentao. Supuso que era el cansancio y aterrizo en el bosque para echarse una siesta. Disfrutando de los cantos de los pájaros y el rugir de los dragones habitantes.
Al anochecer se despertó vacío y procuro tachar ese sentimiento masajeando las sienes. Se levanto descentrado y fue a donde su encuentro. Donde la vikinga se posicionaba en la puerta de la forja con una sonrisa boba. Su mano derecha llevaba una rosa y se había puesto lo mejor de sus vestidos. Él sonrió por su afecto perfecto y la saludo besando su mano que portaba la rosa.
—Te he traído esta rosa— marco la rosa con su nariz- sé que no es habitual entregar una rosa a un hombre, pero este es especial. Llevo tres meses cosechándolas en el jardín de los hofferson y muchos se han muerto salvo este.
—Es un detalle muy bonito, me encanta— confirmo cogiendo la rosa con delicadeza por si lo fuera a romper si no lo hiciese con suavidad.
Caminaron por el bosque tomados de la mano, admirando las bellezas de la naturaleza. Mientras el camino se llenaba de oscuridad y las hojas intervenían en la luz lunar. Dejaron los pasos atrás y se aferraron a sus manos en busca de la arrebatada seguridad. Hipo busco en la oscuridad un árbol donde se posicionará y se sentó con cuidado. Astrid copio la acción y se sentó sobre las piernas de quien guardo su corazón.
El no necesitaba el permiso de poner sus manos en la cadera de la ojiazul y así lo hizo después de recibir el peso de su novia. Se habían adaptado a la nula luz que les llegaba y podían ver un poco, aunque les costaba apreciar los detalles de cada quien, sabían muy bien a quien tenían al lado.
Ella rio cuando sintió las cosquillas e intento zafarse de sus brazos para sentir sus pulmones llenarse de aire. Hipo dejo de hacerlo y sus labios marcaron una línea seria, Astrid se giró de inmediato y se aventuró a averiguar que le pasaba.
—Hipo... ¿Estas bien? — pregunto con una media sonrisa en sus labios.
Hipo no abrió la boca más de lo que necesitaba y susurro en su oído con delicadeza. Deslizando la cremallera que portaba el vestido. Su piel se erizo, pero no actuó como lo haría con alguien que tuviera intenciones malas, solo se dejó llevar por los besos húmedos de Hipo que se guiaban ciegamente por su pecho. El miedo a perderla había hecho cometer el más ardiente acto del amor y de paso llevar consigo las consecuencias de su encuentro en el bosque.
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El Despertar De La Deshonra De Berk
FanfictionHa despertado, la voz que se prometió no volver a escuchar. Esa vocecicilla que arrastraba las tormentas hacia él, para que sufriera hasta su existencia. La voz de su pasado, pidiendo auxilio.