2. El simple mortal. ✓

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­— ¡Oh poderosa Deméter te venimos rogando que suplas nuestra mesa! Protege nuestros cultivos gran diosa madre...

Un joven se acercó tras la mujer hincada en el pasto y colocando su mano en el hombro de la anciana le interrumpió sus oraciones diciendo—: Deja de doblar rodillas ante dioses de palo mamá.

—Guarda silencio que puedes enfadar a la diosa y ya no nos bendecirá nuestra granja —se puso en pie encarando a su hijo.

—Esa vanidosa solo escucha nuestras plegarías cuando quiere veneración.

—No digas más Elián. Los dioses son vengativos.

—Deméter debería hacer que nuestros cultivos produzcan frutos en abundancia pero en su lugar nos quita lo poco que producimos.

Del silencio surgió un rugido estrepitoso y del cielo callo un rayo de luz que impactó justo en frente de aquellos mortales partiendo la tierra en el proceso. Un pequeño temblor los sacudió, la mujer se aferró a su hijo para no caer y él se esforzó por no dejar perecer a su madre; incluso la cubrió con su cuerpo cuando aquella ola de tierra se alzó impetuosa contra ellos.

—Deberías de escuchar a tu madre, jovencito, se nota que sus canas la han hecho muy sabía —siseo aquella angelical figura de rasgos perfectos que había descendido imperiosa de los cielos.

—Y ustedes los dioses deberían de ser gentiles con sus súbditos en lugar de hacerlos pelear para decidir quién es la más hermosa.

—El hijo del Rey de Troya, debió de haber decidido con sabiduría.

—Es lo único que a ustedes les interesa, que los veneren. Que los olímpicos sean adorados como todopoderosos.

—Hijo, por favor —suplico Calla, su madre aferrada a su pecho—. ¡Oh poderosa Deméter perdona la insolencia de mi pequeño!

—El amor entre Paris y Helena estaba conjurado por aquellas diosas —grito Elián enfurecido—. Mi padre y mis hermanos murieron en la batalla de Troya, por culpa de los dioses. Siempre nos usan para sus estratagemas, no somos más que sus marionetas.

De la tierra nacieron enredaderas tan fuertes y resistentes como para enrollar a un león hasta asfixiarlo. Aquella plantas obedientes a las órdenes de Deméter; se desplazaron en dirección a Elián, cada enredadera se apoderó de cada una de las extremidades del muchacho, separándolas tanto que le produjeron fuertes dolores, una quinta se enrollo en su cuello obstruyendo el paso de oxígeno.

— ¡Elián! —Chillo Calla corriendo tras su hijo, pero las enredaderas lo arrastraron más lejos hasta estrellar con fuerza su espalda contra un árbol que hacía unos segundos tampoco estaba ahí.

La cólera de la diosa se hizo presente, otro grupo de aquellas mortales plantas nacieron de la tierra en un parpadeo para aferrarse a la mujer y anclarla en el suelo. Aquel hombre soltó un grito profundo y desgarrador, más de alguna de sus cuerdas vocales tuvo que romperse.

Y eso le llamó la atención a Deméter; así que decidió apretar con más fuerza la enredadera del cuello de la anciana. Elián se retorció haciéndose más daño, mientras Calla se quedaba sin oxígeno en sus pulmones.

—Mátame a mí —apenas y fue capaz de mascullar aquellas palabras logrando descolocar a Deméter.

— ¿Qué has dicho? —Inquirió aflojando un poco las enredaderas de ambos.

—Que me mates, si eso es lo que quieres para aplicar tu ira pero suelta a mi madre.

—Tu vida a cambio de la andrajosa —la diosa río divertida. Por otro lado liberó a Calla dejándola con un extraño cuidado en el suelo, ella se retorcía tosiendo por un poco de aire.

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