2

387 27 12
                                    

(EDITADO)

7:00 p.m.

Un poco cansada de caminar la verdad, pero si pude llegar a mi casa.
Cuando entre el ambiente estaba normal, silenciosa, demasiado tranquilo que hasta me extraño demasiado pero no lo tomé tanto en cuenta, así que opté por subirme a mi habitación para dormirme.

— ¿Donde estabas metida, Andrea? — pregunto
Mi madre apareciendo bajo las escaleras, enojada y con los brazos cruzado. Al verla se me heló la sangre, no tenía idea de que decirle.

— Fui al parque a por un helado de coco — Respondí demasiado nerviosa. Ya sabía como era mi madre, y ya sabía como me iba a ir.

— ¿A si? Porque el director me dijo otra cosa, Andrea—

Yo a su respuesta no sabía que contestarle. Claramente lo que le respondiera no iba a servir, iba a ser totalmente inútil. Estaba acabada, y más cuando vi a mi padre llegar de su lado.

— Mira Andrea, definitivamente esta situación no puede seguir así. Casi siempre nos marcan de la escuela por quejas, siempre y siempre son quejas, nunca puedes hacer nada bueno, ¿Si te has dado cuenta de eso?, nunca nos dan una buena noticia acerca de ti. Eres una lacra social más para esa escuela, tu y esa tal Sophia—Mi madre empezó a quejarse de mi, como todos los días lo hace. Nunca falta.

— ¡Oye no te voy a permitir que hables así de Sophia, se que eres mi madre y te deberé mucho el respeto pero no si te metes conmigo y más si es con ella! — Le alcé la voz mientras bajaba a ponerme de cara a cara, pero fue mala idea.

— ¡A TU MAMÁ NO LA RETES! — Mi papá me había dado una cachetada. Todo se quedó silencioso y yo con la cabeza baja y la mano en donde me había pegado.

— ¡VETE A TU CUARTO AHORA! — Mi padre me había gritado y había señalado para que me fuera a mi habitación y en verdad que no dude en hacerlo. Salí corriendo hacia allá y cuando entre solo reventé la puerta y me aventé a llorar en mi cama.
A este punto solo empezaron a transcurrir las horas mientras solo pensaba en lo sola que estaba pero a la vez la gran felicidad y compañía que me daba Sophia, era mi mejor amiga, era más que eso incluso, ya era una hermana para mi y no sabía como seria mi vida sin ella, sería una vida vacía, una vida opaca, Sophia transmitía cosas bonitas, era el azúcar para tu café por así decirlo metafóricamente. La quiero demasiado...





14/03/2010, Martes, Nueva York.
6:00 a.m.

Con la poca fuerza y la maxima debilidad tuve que apagar el despertador y levantarme de la cama. Tenía demasiado sueño. Ni siquiera podía abrir bien mis pobres ojos.
Me dirigí al baño a tomarme una ducha para luego hacer mis cosas, mi cuarto, vestirme y maquillarme para la escuela. ¿No hay necesidad de detallarlo, saben?, lo que todos ustedes hacen todas las mañanas para ir a estudiar.

Cuando baje a desayunar lo primero que vi fue a mi mamá sentada en la mesa discutiendo con mi padre en su teléfono. No quería entrar porque sabía que si lo hacía ella se empezaría a desquitar conmigo, ya se como es, sin embargo, me dio igual, al final del día ya estaba muy acostumbrada a los tratos de mis padres.

Al entrar a la cocina lo primero que hice fue dirigirme al refrigerador y sacar una rebanada de gelatina de limón y llevármela a mi cuarto para no tener escuchar y soportar a mi mamá

—¡ A ver si, espérame! — Dijo mi mamá bastante enojada— ¿A donde vas? — Pregunto tapando la bocina del teléfono.

— ¿Pues a desayunar, no? — Respondí dándole un bocado a mi desayuno mientras estuve apunto de retirarme donde ella

Otro atardecer - Boris Pavlikovsky  (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora