Ray caminaba por el boulevard, de regreso a casa con dos garrafas de cinco litros llenas de agua. Iba a buen ritmo, no le gustaría que alguien decidiera intentar robarle el agua después de haberla llevado hasta allí, y menos en las circunstancias en las que se encontraban. El agua potable cada vez escaseaba más y se estaba encareciendo. Pronto no serían capaces de comprar ni una garrafa.
— ¡Ey, Ray! ¡Espera!
El chico se volvió para vislumbrar a lo lejos un William corriendo a toda prisa hacia él. Llevaba un abrigo negro raído, un gorro de lana gris demasiado grande y pantalones vaqueros negros rotos por las rodillas. Ya había empezado a hacer frío en la ciudad y podía notarse en las mejillas sonrojadas de los chicos.
— Sigue caminando — murmuró William una vez lo hubo alcanzado. — Mira lo que traigo.
Se abrió el abrigo y le mostró a Ray tres latas de alubias ocultas en sus bolsillos interiores.
— ¡¿Qué...?! ¿Otra vez ro...?
— ¡Cállate! — lo interrumpió William. — Nosotros las necesitamos mucho más y lo sabes.
— Nos vas a meter en un lío.
William era el mejor amigo de Ray. Tenía los ojos azules como él, pero mucho más claros, y el pelo rubio, casi albino, a juego con su piel. Su cabellera había crecido ya tanto que le cubría los ojos y siempre lo andaba incordiando. Un rasgo muy característico del chico eran sus gruesas cejas oscuras, que contrastaban con la claridad de su rostro.
Afortunadamente consiguieron llegar a casa sin altercados. Se trataba de una antigua nave industrial abandonada en las afueras de la ciudad. Allí nadie los molestaba, la mayoría de la gente había preferido quedarse en el centro, en los pisos. Sin embargo, ellos habían hecho de aquel abandono un hogar. Gracias a la pesada puerta de metal, era más complicado recibir visitas indeseadas, además de que las ventanas eran de cristal con enrejado de acero. En los hornos donde hacía unas décadas se fundía metal, ellos hacían un fuego para calentar la nave y poder pasar los días de frío más cómodamente, así como cocinar o hervir agua para beber. A pesar de que su grupo había sido el que se había quedado finalmente con aquel lugar, anteriormente algunos chavales se habían colado para hacer botellones y pintar grafitis en cada pared que veían, así que e habían tenido que tomar la molestia de limpiar primero los vasos de plástico, botellas rotas y jeringuillas que aquellos visitantes habían dejado como legado. Los grafitis los dejaron. No merecía la pena invertir tiempo ni recursos en deshacerse de ellos. Además, incluso le aportaban algo de carácter al lugar.
Dentro de los enormes contenedores de metal que en su día debieron de transportar toneladas de barras de metales como acero y aluminio, ahora les servían como habitaciones para cada uno de ellos.
— ¡Ayuuuudaaaaa! ¡Voy a desfallecer! — sollozó William de forma teatral frente al portón de hierro.
— ¿Traes algo de provecho? — se escuchó la voz irritada de Rose al otro lado.
— ¡Por favor, estoy hambriento y cansado...! ¡Me muero!
— Deja de hacer el bobo ya, anda — rió Ray. — Rose, abre la puerta, el agua pesa.
La puerta se abrió, dejando ver a la muchacha de brazos cruzados. Rose era una chica bastante alta, de aproximadamente un metro setenta y complexión fuerte. Llevaba el pelo corto, con un peinado bastante parecido al de Ray que ella misma les hacía a ambos y un carácter difícil de tratar a veces.
— Pasa, Ray.
Ray obedeció y dejó que William y ella se pelearan lo que hiciera falta, solo deseaba dejar aquellas garrafas de una maldita vez. Las soltó por fin en la encimera de la "cocina", que, situada junto al horno, constaba de un par de armarios que habían encontrado entre escombros y una mesa.
El chico dobló y estiró los dedos, dolorido.
Lo bueno del lugar que habían escogido como residencia, era que por lo menos tenía un par de baños, uno de ellos conectado a uno de los dos antiguos despachos, situados en lo alto de una plataforma con escalera. Desde allí los antiguos jefes de la empresa debían de supervisar la producción.
— Ey, Ray, has traído el agua, genial — se alegró Jacob apareciendo en la cocina. — Te habría acompañado, pero tenía que arreglar un par de cosas por aquí.
— No te preocupes.
Jacob era el "padre" del grupo. Era el más mayor y el que tomaba las decisiones más importantes. Ponía algo de cordura y control en aquel desastre. Ray tenía diecinueve años, mientras que Jacob tenía veintiséis. La diferencia de edad era más que notable, tanto en físico como en madurez. El cuerpo tonificado de Jacob contrastaba mucho con la delgadez de Ray. Él era más bien de constitución fibrosa y ágil. Will era algo más corpulento que él y dos años mayor, aunque en su caso la madurez no parecía haberse presentado en su vida aún.
— Tengo novedades — dijo Will sorteando a Rose desde la puerta. — Se habla de un lugar, una especie de refugio situado en la zona muerta, que genera su propia energía y comida. También disponen de agua potable.
— No te fumes cosas raras, Will — rio Cyrus, saliendo de su habitación.
— No me fumo nada, para eso ya están Drake y los suyos, el cabrón se queda con todo lo fumable de la ciudad.
— ¿Perdona? — se escuchó a alguien entrar en la nave.
— Nada, nada, Drake — intentó disimular Will.
Drake era el hermano menor de Jacob. Era tres años mayor que Ray y también más musculoso. El parecido con su hermano era asombroso, ambos tenían una mirada verde esmeralda muy similar y nariz recta también muy parecida. Sin embargo, mientras Jacob era de cabellera rubia y piel más clara, aunque no llegando a pálida, Drake era de pelo castaño oscuro y piel más morena. Resultaba curioso su contraste en ese aspecto.
Ray y su hermano Cyrus, en cambio, tenían la piel igual de pálida y las pecas de sus rostros parecían estar pintadas con el mismo patrón. No obstante, Ray era castaño de ojos de un azul vibrante, mientras que Cy era pelirrojo con ojos marrones.
Ah, un detalle importante. Ray y Drake se detestaban.
— ¿A quién le has oído semejante tontería, Will? ¿A un yonki del polígono? — se burló Rose.
— ¡Pero bueno, yo no entiendo por qué en esta familia no se me tiene ningún respeto! — se quejó él.
— ¿Vas a explicarnos cómo sabes eso o no? — bostezó Ray. — Quiero irme a dormir.
— En fin. No se lo he escuchado a ningún yonki. Se lo oí decir al tendero al que le ro... eh... a un señor del mercado —disimuló.
— ¿HAS VUELTO A ROBAR? — se enfadó Jacob. — ¿Tú sabes las movidas que tengo luego por tu culpa? Te dejamos bien claro que eso se acabó.
— Estoy cansado de tener tanta hambre — sollozó William, sobreactuando. — Cualquier día le doy un bocado al brazo de Ray. Y si no se lo doy yo, se lo dará mi tripa.
— Bueno, yo solo venía a daros esto — interrumpió Drake, soltando tres latas de paté sobre la mesa.
— ¡DIOS MÍO!
Todos se lanzaron sobre la mesa, como perros hambrientos, mientras Jacob intentaba hacerse con las latas para guardarlas.
— ¡Tenemos que guardarlas! ¡Las abriremos esta noche! ¡Will, dame esa lata!
Todos estaban emocionados. Todos menos Ray, que rodó los ojos y soltó un bufido mientras se daba media vuelta para marcharse. Era consciente de que Drake lo había visto hacer ese gesto, pero lejos de preocuparlo o incomodarlo, le alegraba que lo hubiera visto.
Al salir cogió el arco, por si se encontraba algún pajarillo por el camino. El arco lo encontraron rebuscando en una casa una vez, dentro de un armario, junto a un montón de flechas. Debía de haber pertenecido a alguien con dinero, porque no tenía ninguna pinta de ser barato. Lo bueno era que era muy grande, medía más de un metro de largo, por lo que también lo había utilizado alguna vez para golpear. Por su cuenta, Ray había puesto dos cuchillas algo oxidadas en los extremos del arco para cuando tuviera alguna pelea cuerpo a cuerpo.
Escuchó a alguien corriendo hacia él y temió quién podía ser. Drake pasó por su lado, golpeándole en el hombro, y siguió como si nada, con su capucha negra.
— Que te den — murmuró Ray.
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JUGADOR 1
Science FictionCorrer, saltar, acariciar, acercarse, disparar, amar. ¿Qué tienen en común? Todas aceleran el pulso. POR FAVOR, NO COPIES, SÉ ORIGINAL POSICIONES #68 en Ciencia Ficción [12/06/2016] #60 en Distopía [04/07/2018]